En medio de los elevados costos que pesan sobre quienes viajan a Nueva York, un nuevo modelo de hospedaje compacto, los hoteles cápsula, irrumpe en Manhattan prometiendo una alternativa funcional y mucho más accesible.
Esta tendencia nacida en Japón ahora se adapta al frenético estilo de vida urbano neoyorquino, buscando atraer tanto a jóvenes exploradores como a profesionales itinerantes con presupuestos ajustados.
Este concepto se aleja del hotel tradicional. Pues cada huésped duerme en un módulo individual mínimo, rígido en dimensiones pero dotado de iluminación, ventilación y algunos accesorios básicos, sin sala privada ni comedor propio.
La idea es maximizar el uso del espacio en zonas donde cada metro cuadrado es caro, lo que le ha valido su expansión en ciudades como Tokio, Londres o Sídney. En Manhattan, operadores ya exploran ubicaciones céntricas con cápsulas en pasillos alineados cerca de centros de transporte y atracciones turísticas.
La llegada de este formato coincide con una creciente demanda global por alojamientos económicos. El mercado mundial de hoteles cápsula, valorado en alrededor de $549.4 millones de dólares en 2025, podría alcanzar los $889 millones de dólares hacia 2030, con una tasa anual compuesta de crecimiento cercana al 10,2%.
Diferentes estudios también apuntan que más del 60% de los viajeros de 18 a 35 años prefieren opciones económicas al planear sus viajes, lo que beneficia particularmente a esta modalidad.
Entre los proyectos más próximos está Nap York-Capsule Pods, que ya figura en buscadores locales como una opción de hospedaje con cerca de 30 cápsulas instaladas en el corazón de Manhattan y servicios mínimos como climatización y desayuno sencillo incluido. Los precios prometen ser sustancialmente menores que en hoteles convencionales de tamaño estándar en la zona, aunque los detalles dependerán de la oferta final y la ubicación exacta.
No obstante, el modelo afronta desafíos. Algunos potenciales huéspedes cuestionan la falta de privacidad real, el espacio reducido para equipaje o movilidad, y la ausencia de amenidades completas. Además, está por verse cómo será la respuesta regulatoria: normativas de construcción, ventilación, seguridad e higiene podrían limitar la expansión en zonas residenciales densas.
Para la ciudad, esta innovación puede aliviar una tensión acumulada. Pues, por un lado, ayudar a diversificar la oferta hotelera y, por otro, presionar a la baja los precios en rangos medios. En vecindarios con alquileres altos, estos mini alojamientos pueden ganar terreno si convencen por su funcionalidad.
Aunque es muy temprano para hablar de una revolución masiva, el arribo de hoteles cápsula a Manhattan refleja una transformación más amplia en la forma de concebir el viaje urbano. Según estimaciones oficiales del mercado global de cápsulas, este formato está en plena expansión y podría redefinir el sentido de “hospedaje económico” en ciudades donde el espacio cuesta oro.