La despedida de Franklyn Giraldo fue tan extraordinaria como su vida. Al dueño de Licores Franks, un estanquillo en el oriente de Cali, lo acompañaron al cementerio Metropolitano del Sur más de cinco mil personas. En este caso, no hubo covid-19 que frenara la masiva convocataria. "A Frank había que despedirlo por todo lo alto", dijo uno de sus amigos en redes sociales. Giraldo fue asesinado el pasado miércoles en su estanco, ubicado en el barrio Valle Grande. Ahí, en el mismo lugar donde acostumbraba a atender sus clientes de manera especial y también a cerrar las calles para hacer sendos remates 

Su fama trascendió el barrio Valle Grande. Todo el Distrito de Aguablanca, uno de los sectores más populares de la capital del Valle, sabía quién era Frank -asi lo llamaban todos- y qué ofrecía. La mayoría de bailadores de ese sector, en al menos una ocasión, fueron sorprendidos por la luz del sol afuera de ese lugar. Frank Giraldo era una celebridad de la noche, que llegaba intacto al amanecer. 

Aún así, lo mataron en su negocio. Según las versiones preliminares, un pistolero llegó hasta el estanco y le disparó en varias oportunidades. "La gente dice que a él lo estaban extorsionando y esta vez no quiso pagar", cuenta otro de los allegados. La muerte de Frank se difundió rápido y -presuntamente- su verdugo también fue asesinado.Cuarenta minutos después, en un barrio cercano, mataron a tiros a alias Muelas, a quien responsabilizaron del crimen. Sin embargo, las autoridades no han confirmado esta hipótesis. 

Lo claro es que Frank Giraldo está muerto. Lo asesinaron custodiando su negocio que apenas se intentaba reponer del descalabro en las ventas por la cuarentena nacional. Lo mataron y su despedida no podía estar a la sombra de su fama, dicen sus amigos. 

Pese a las restricciones, miles de personas se aventuraron a la calle. Una caravana de motos y vehículos salió del oriente de Cali hasta la funeraria en la avenida Pasoancho, centro-sur, donde reposaba el cuerpo de Giraldo. Minutos más tarde el féretro fue sacado en medio de una lluvia de aplausos y pitos ensordecedores de los automotores. No había distanciamiento social y -con las primeras copas de licor- los tapabocas se convirtieron en prendas decorativas de mentón y cuello. Unos lloraban, otros bailaban al ritmo de salsa, porque ante todas las cosas, Frank Giraldo fue un buen salsero. De esos que se emocionaban con el Guaguanco del Adiós, canción de Roberto Roena y su Apollo Sound. Por eso y muchas otras cosas era famoso en Aguablanca.

El entierro este viernes hacia el mediodía se convirtió en un hecho de gran relevancia para esa cultura popular caleña. Decenas de perfiles en Facebook transmitieron en vivo y los espectadores en muchos casos superaban las 500 conexiones. Todo el recorrido fue transmitido en tiempo real. El diario El País, el medio local más grande de Cali, registró así los momentos previos antes de iniciar la caravana. 

En los 12,4 kilómetros que separan a la funeraria del Cementerio Metropolitano del Sur, en las afueras de la ciudad, los asistentes cerraron vías, desfilaron lentamente con el féretro, consumieron alcohol, lloraron, cantaron a gritos y bailaron. Y las autoridades no dijeron nada. Sin duda esto, en tiempos de una pandemia sin precedentes y una cuarentena nacional, es un hecho tan fuera de lo común como riesgoso. La despedida de Frank Giraldo fue tan extraordinaria como su vida.