No quiero entrar en las incoherencias o mentiras del ‘inolvidable’ que antes se rasgaba las vestiduras por una licitación para comprar aviones de guerra y hoy con toda felicidad aprueba la compra de 17 aviones de combate a Suecia por el valor de 4.700 millones de dólares. Tampoco quiero entrar en las razones por las cuales el costo de los aviones se duplicó o la transparencia del negocio que se ha criticado en el país; de un Gobierno corrupto como este se puede esperar cualquier cosa.
Creo que debemos ir al fondo del asunto, y es: ¿aviones de guerra para qué? Da risa lo que dice el ‘inolvidable’ al respecto, para hacer respetar la soberanía, cuando ni siquiera puede controlar el Catatumbo, Nariño o el Putumayo. Los grandes países están reduciendo las compras de aviones de combate, pues la guerra de Ucrania ha demostrado que los drones hoy son un instrumento poderosísimo, y a muy bajo costo, para combatir un ejército tradicional como es el ejército ruso.
La guerra regular e irregular hoy cambió, es distinta y los recursos hay que invertirlos en lo que verdaderamente funciona, lo que un país necesita y lo que puede costear. Un avión de los que va a comprar Colombia vale 250 millones de dólares. Un dron que puede costar desde 500 dólares hasta 100.000, los más sofisticados, no solo puede hacer lo mismo, sino que, dada la utilización masiva de estos instrumentos, puede cubrir mucho más territorio con más detalle y puede hacer ataques muy específicos. Por el precio de un avión, Colombia puede comprar, o mejor crear la industria para incluso reducir más los costos, 2.500 drones de los más costosos, que pueden volar 24 horas al día y que pueden atacar con precisión campamentos y laboratorios de organizaciones criminales.
Si a estos 2.500 de 100.000 dólares le sumamos 25.000 de 10.000 dólares, el costo de otro avión, eso nos permite controlar sin problemas todas las regiones donde se mueven las organizaciones criminales como el cartel del Golfo, el ELN, las Farc y hasta el cartel de los Soles. Vamos más allá, por el costo de otro avión compramos, o fabricamos, lo que es mejor, 250.000 drones de fumigación que, apoyados con los otros, pueden acabar el cultivo de la droga en Colombia en un año. ¿Estamos soñando? No, el mundo cambió, y gracias a la invasión de Rusia a Ucrania, este último país para defenderse cambió la guerra y creó una nueva industria militar y de seguridad que por fin les da ventaja a los Estados pobres en la lucha contra la criminalidad y las guerras asimétricas, hoy tan de moda.
Otros dos aviones dejan 500.000 drones para vigilar las ciudades y las carreteras del país. Obvio, todo esto se hace con inteligencia artificial, que detecta anomalías, que aprende de la criminalidad y actúa de acuerdo con las distintas modalidades del crimen para contenerlo, para visibilizarlo, para capturar al delincuente o para neutralizarlo.
Los 4.700 millones de dólares, y ojalá el próximo Gobierno logre frenar el negocio, pueden darle la vuelta a la seguridad en Colombia y pueden crear una billonaria industria de futuro, la de drones. Los beneficios no paran ahí, con esos recursos se puede desarrollar toda una industria de plataformas digitales y de inteligencia artificial adaptada a las necesidades de Colombia y finalmente se puede entrenar el personal para operar estos equipos y crear las unidades de reacción que se van a necesitar, especialmente en las ciudades, para controlar una criminalidad desbordada.
Las Farc y el ELN ya lo entendieron. Van más de 100 ataques con drones en contra de la fuerza pública en los últimos dos años. Nuestras Fuerzas Militares y nuestra Policía no se han despertado ante este nuevo escenario estratégico de guerra que, entre otras, cambia el empate negativo en el que está esta lucha contra la criminalidad. Estos criminales no van tener dónde esconderse. Hay drones que utilizan distintas formas de radar para ubicar objetivos a través de las selvas o de los bosques. Es más, ya hay identificadores de rostros que atraviesan los cascos de los motociclistas para que esos criminales tampoco tengan cómo ocultarse.
Ya sabemos que al ‘inolvidable’ le importa cinco la seguridad. El siguiente Gobierno debe llegar a cambiar la doctrina militar y policial, crear la industria de drones y de inteligencia artificial propia, repensar cómo se actúa, se lucha y se responde frente a las distintas amenazas criminales que hay en el país. Colombia hoy, después de Brasil, es el país que cuenta con el mejor talento en inteligencia artificial del continente. Es hora de pagarles bien y que trabajen o para su país o para empresas colombianas dedicadas a este nuevo frente económico y de seguridad que explotó en todo el mundo.
La demanda de F-35, el avión de guerra más sofisticado del mundo, va en picada, pues todas las Fuerzas Armadas modernas saben que el futuro no está ahí y están cancelando órdenes o disminuyendo la cantidad de aviones que compran. Pedirle peras al olmo ya sabemos cómo acaba. Solo quedan nueve meses de terror, pero desde ya los candidatos deben poner sobre la mesa cómo deshacen ese negocio mafioso y cómo piensan desarrollar este nuevo futuro militar y policial.