Es muy probable que quienes buscaban el famoso cambio que prometía la izquierda para el actual período presidencial nunca imaginaron que este no llegaría en su beneficio y, mucho menos, que el país se arruinaría bajo una política izquierdista que por todos los medios busca permanecer en el poder muchos años. La ilusión que les vendieron a los cándidos e ilusos los hizo caer en el engaño y entregaron su voto para elegir al actual Gobierno, con las conocidas consecuencias que genera la falta de un verdadero estadista que tome acertadas decisiones, pagando muy caro todos los colombianos el valor de la democracia.

El artículo 198 de la Constitución establece que el presidente de la República simboliza la unidad nacional y que al jurar el cumplimiento de la Constitución y de las leyes, se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos; sin embargo, la falta de preparación, de una adecuada asesoría y la tendencia ideológica han llevado a que esto no se cumpla, pues claramente se observa que la ‘oligarquía’ y la clase media han sido objeto de un premeditado acoso y de una permanente amenaza, pues no comparten muchos de sus planteamientos sociales, políticos y económicos.

La venganza del Gobierno contra los departamentos, regiones y capitales donde no obtuvo mayorías en las pasadas elecciones es innegable, pues los enfrentamientos políticos y económicos que registran diariamente las páginas de los medios lo confirman e, inclusive, alfiles zurdos como Benedetti lo ratifican, pues un diario registra el chat donde este personaje dice: “Hay que pararle todo a la gobernadora del Valle del Cauca. ¡Nos traicionó y de qué manera! Pregúntale al presidente”. Esto es una muestra de que el jefe de Estado parece que no simboliza la unidad nacional que juró representar.

Sin duda, el narcotráfico ha crecido exponencialmente, creando una imagen de ‘país paria’ en el ambiente internacional, pues en lugar de brillar por producir el mejor café del mundo, exportar importantes cantidades de petróleo, carbón y productos agrícolas; ‘se distingue’ por ser el mayor productor de cocaína del planeta, además de impactar a la sociedad creando lamentablemente una narcoeconomía. La violencia crece en gran parte del territorio alrededor de los cultivos de coca y los corredores de movilidad que emplean los grupos criminales para sacar la droga, originando ‘repúblicas independientes’ donde el Estado no ejerce la autoridad.

El incremento en las asonadas, en los ataques a la fuerza pública y los continuos bloqueos a las vías son una muestra fehaciente de la pérdida del respeto por la autoridad; los terroristas han encontrado que con las asonadas tienen un nuevo camino para bloquear la acción de la fuerza pública, pues no se produce una acción de fuerza contra la población civil manipulada por estos; al igual que lo hicieron cuando el nefasto exministro Velásquez ordenó que no se adelantaran bombardeos contra grupos criminales cuando hubiera menores presentes, dándoles así la herramienta precisa para frenar la acción legal de las fuerzas militares.

En el escenario internacional parece que el Gobierno estuviera nadando en contra de la corriente, posiblemente buscando liderar a los ‘progres’ de la región, pues negando la existencia de grupos terroristas que causan daño irreparable a la sociedad, se distancia de una comunidad a la cual el país ha estado vinculado por muchas décadas y gracias a la cual debe en gran parte su desarrollo. De igual forma, es incomprensible que un jefe de Estado instigue a las fuerzas armadas de un país a no acatar las órdenes de su propio presidente, generando el natural rechazo de las autoridades, irrespeto que afecta a los 50 millones de colombianos.

Es complejo observar que posiblemente dentro de la estrategia política que busca el apoyo vecinal, así como los votos para las próximas elecciones, el representante del Gobierno trate de emular con sus explosivas declaraciones a personajes no gratos de la historia mundial, como Gadafi en Libia, Hussein en Irak y al-Assad en Siria, con el consabido deterioro de las relaciones internacionales y aislando al país de los principales socios comerciales y tecnológicos. El acercamiento hacia el bloque socialista representado por Rusia, China y otros estados de la misma tendencia ideológica es innegable.

La responsabilidad de los ciudadanos frente a las elecciones de 2026 es fundamental para cimentar la suerte futura del país; si continúa la misma tendencia de izquierda en el Gobierno, correremos la misma suerte de Cuba, Venezuela o Nicaragua, donde la dictadura se afianza por varias décadas, perdiéndose la democracia y acabando con las libertades. Cada día que pasa es más notable el deterioro de la imagen del país y será mucho más difícil recobrar el camino de una sana economía para el desarrollo de los hijos y la familia. Los colombianos deciden que futuro quieren vivir.