Qué bueno sería ver al jefe de Gobierno enarbolando la bandera nacional y declarando que el país se compromete en una lucha frontal contra el narcotráfico y los delitos afines, motores de violencia y corrupción, en lugar de lanzar frases de intimidación a quienes no están de acuerdo con su pensamiento político. Qué bueno sería ver a la cabeza del poder ejecutivo elevando la bandera nacional para motivar el progreso y desarrollo del país, en lugar de pronunciar: “… Y nos obligan a levantar la bandera de la libertad o muerte, la bandera del pueblo de Colombia hoy…”, bandera que alzó en su mano durante una arenga política en la Plaza de Bolívar, instigando al odio, amenazando a sus adversarios y posiblemente promoviendo una guerra civil.
Qué bueno sería ver la bandera nacional a media asta en todos los edificios públicos cuando un soldado, un policía o un ciudadano es asesinado o mutilado por las balas o las minas que emplean los diferentes grupos de delincuentes que se han enquistado en el territorio nacional, bandidos que buscan proteger los cultivos de coca, la producción de cocaína y los corredores de movilidad, en lugar de ver la bandera del que se creía desmovilizado grupo terrorista M-19 ondeando en manos del jefe de Gobierno, o escuchar la defensa que se hace desde el mismo Palacio de Nariño en favor de otros países, pues parece que ellos tienen más prioridad que los mismos colombianos.
Qué bueno sería ver que representantes o familiares de la cabeza del poder ejecutivo visitaran a los soldados y policías heridos, así como a las viudas y a los huérfanos causados por las balas y los explosivos de los narcoterroristas, en lugar de visitar las cárceles donde se encuentran los delincuentes que han causado dolor, lágrimas y ríos de sangre entre los colombianos. Qué vergüenza ver cómo se han cambiado los principios y valores de muchos conciudadanos con el gobierno del cambio, que solo ha empobrecido al país, ha dejado a muchos empresarios en la ruina, sin salud a los colombianos, ha polarizado a la sociedad y ha acrecentado el odio de clases con el apoyo de los mercenarios mediáticos de las famosas ‘bodegas’.
Qué bueno sería ver en los cargos públicos la aplicación de la meritocracia para la selección de los mejores técnicos y profesionales, buscando que su trabajo sea realmente de beneficio para los colombianos, en lugar del nombramiento por sentimientos afectivos o ideología política. Qué bueno sería que la justicia indagara sobre los procesos de nacionalización exprés y el nombramiento de extranjeros en cargos públicos, cuando en Colombia puede haber decenas o centenares de nacionales mil veces mejor capacitados para desempeñar esas labores. Extraña el silencio de los sindicatos en la defensa de sus afiliados, que están siendo humillados por estas decisiones fácilmente identificadas como torcidas.
Qué bueno sería que el poder legislativo aprobara una ley en la que los candidatos a determinados cargos públicos posean solo una nacionalidad, para evitar que quienes se coloquen al margen de la ley puedan evadir la acción de la justicia bajo el sofisma del asilo político. Qué bueno sería que este poder legislativo también produjera una ley para acabar con el nefasto delito político que solo cubre de impunidad a los bandidos y que legislara para impedir que personas de reconocida adicción a sustancias ilícitas y de comportamientos que atenten contra la integridad física, emocional o moral de la población puedan ser nombrados o elegidos en cargos públicos.
Qué bueno sería que el clima de violencia e intimidación, que han generado los grupos narcoterroristas que están poniendo en peligro la estabilidad democrática del país, desapareciera debido a la acción legítima y contundente de las fuerzas armadas y a la presencia real del Estado con soluciones para las comunidades menos favorecidas, en lugar de la maquiavélica estrategia para presionar las votaciones en favor de candidatos de la misma izquierda que hoy nos agobia.
Qué bueno sería que el Estado asignara los presupuestos de inversión y funcionamiento que requiere la Fuerza Pública para ofrecer la seguridad que merecen los colombianos, combatir eficientemente a las actuales y futuras amenazas a la democracia y a las libertades, así como servir de disuasión creíble ante intereses foráneos. Qué bueno sería que se dejara de utilizar a los militares y policías como fusible político y se aplicara el debido proceso que impone la Constitución para que haya una verdadera justicia.
Qué bueno sería que entre todos los precandidatos al Congreso y a la Presidencia se decidieran dejar de lado ambiciones y egos personales y se unieran bajo un solo candidato para lograr el éxito en la primera vuelta, porque se corre el riesgo de que haya mensajes ‘funestos’ de la izquierda, como los de Santos, para ‘ganar’ en segunda vuelta.
Tenemos que recuperar a Colombia de las debacles en que nos ha sumido la izquierda.