3I/ATLAS no ha sido el único visitante proveniente de más allá del Sistema Solar en estos meses, pues otro objeto, el cometa C/2025 K1 ATLAS, también estuvo cruzando nuestro vecindario y llamó la atención por un peculiar brillo dorado que fascinó a la comunidad científica.
El C/2025 K1 fue detectado el 24 de mayo de 2025 desde un observatorio del programa ATLAS en Río Hurtado, Chile (de allí el ‘ATLAS’).
Los científicos lo catalogaron como un cometa procedente de la remota Nube de Oort y advirtieron desde el principio que podría no soportar el acercamiento extremo al Sol, previsto para el 8 de octubre. Esa sospecha se mantuvo vigente durante su trayecto, especialmente por su tendencia a mostrar variaciones de brillo.
Durante su recorrido, pasó a distancias relativamente cercanas a la Tierra, primero el 13 de agosto y nuevamente el 25 de noviembre. Aunque su luminosidad máxima ocurrió en pleno encuentro solar y no pudo verse desde la Tierra, a finales de octubre logró ser observado desde el hemisferio norte con instrumentos modestos.
El momento exacto en que se rompió
La alerta se confirmó el 13 de noviembre, cuando varios equipos detectaron que el cometa ya no era un solo objeto, se había fragmentado.
Las primeras imágenes mostraban varios trozos desplazándose lentamente, evidencia de que la estructura no resistió la presión que venía acumulando desde el perihelio.
El astrofotógrafo austríaco Michael Jäger, quien llevaba semanas siguiendo su evolución, documentó la separación en un timelapse que dejó ver cómo los fragmentos se alejaban de forma pausada mientras la nube de material se expandía alrededor de ellos.
Una ruptura que era cuestión de tiempo
El desenlace, aunque impactante, no tomó por sorpresa a quienes estudiaban al C/2025 K1, la cercanía extrema al Sol lo expuso a fuerzas que superaban su resistencia. Aunque inicialmente pareció salir intacto tras su punto crítico, una repentina intensificación de su brillo dejó entrever que algo no iba bien. Poco después, se confirmó que el núcleo se había dividido en tres porciones principales.
Esta desintegración, habitual en cometas débiles o recién llegados desde regiones lejanas del espacio profundo, deja ahora a los astrónomos con un nuevo conjunto de datos para analizar mientras observan cómo evolucionan los fragmentos en los próximos meses.