Imagine por un momento que la vida en nuestro planeta no fue resultado de un plan perfecto, sino de un “choque cósmico fortuito”. Esta idea, que suena a ciencia ficción, podría ser más real de lo que se pensaba, pues un reciente descubrimiento científico señala que todo lo que conocemos como los océanos hasta incluso la humanidad, existe gracias a una colisión planetaria que cambió para siempre el destino del mundo.

Hace miles de millones de años, cuando el Sistema Solar era apenas un bebé cósmico, existía un planeta llamado Theia. Este planeta perdido, que usualmente lo comparan por tener el tamaño similar al de Marte, vagaba por el espacio hasta que su trayectoria se cruzó fatalmente con la de nuestro planeta primitivo el cual llevaba el nombre de Proto-Tierra. Lo que siguió fue un impacto tan monumental que no solo transformó la Tierra, sino que se mantiene la teoría que de allí se dio origen a la Luna y más importante aún, sembró las semillas de la vida tal como se conoce conocemos.

Cuando la Tierra era un desierto rocoso

Los científicos de la Universidad de Berna han logrado desentrañar uno de los misterios de los orígenes planetarios utilizando técnicas revolucionarias de análisis isotópico (una especie de “máquina del tiempo” química) descubrieron que la Proto-Tierra completó su formación básica en lo que se considera un tiempo récord, apenas tres millones de años después del nacimiento del Sistema Solar.

Sin embargo una de las partes más sorprendentes, ese mundo primitivo era completamente inhóspito para la vida, pues ese planeta era una esfera rocosa y seca, no tenía posibilidad de tener agua ni los elementos esenciales que científicamente hoy se consideran fundamentales para la existencia.

El calor abrasador del joven Sol había expulsado hacia las regiones más frías del Sistema Solar todos los componentes volátiles (agua, carbono, hidrógeno) dejando atrás únicamente roca desnuda.

“La proto-Tierra era inicialmente un planeta rocoso y seco”, explica Pascal Kruttasch, el investigador principal del estudio.

El impacto que cambió todo

Fue entonces cuando ocurrió el evento que cambiaría la historia para siempre. Theia, un planeta que se había formado en las regiones más alejadas y frías del Sistema Solar, donde sí pudieron acumularse agua y otros compuestos vitales, inicio un recorrido que terminaría en una catástrofe.

La colisión no solo pulverizó a Theia, sino que arrancó enormes pedazos de la Tierra primitiva, lanzándolos al espacio. Según la teoría más aceptada, estos fragmentos eventualmente se condensaron para formar la Luna. Pero lo más crucial es que Theia no desapareció del todo, dejando lo más importante, agua líquida y los elementos químicos necesarios para la vida.

El choque con Theia convirtió un mundo seco en un lugar habitable. | Foto: Getty Images/Stocktrek Images

Klaus Mezger, coautor del estudio, lo resume de manera contundente: “La Tierra no debe su actual aptitud para la vida a un desarrollo continuo, sino probablemente a un evento fortuito: el impacto tardío de un cuerpo extraño rico en agua. Esto deja claro que la aptitud para la vida en el universo no es algo natural”.

Esto, significa que la vida en el universo no es un resultado inevitable de la evolución planetaria, sino más bien el producto de una posible casualidad. Estos datos científicos podrían indicar que la vida es una base del caos y la suerte.

La investigación, publicada en Science Advances, utilizó un método de datación basado en la desintegración radiactiva del manganeso-53, una técnica tan precisa que permite a los científicos “leer” eventos que ocurrieron hace más de 4,500 millones de años con una exactitud asombrosa.