El agua evaporada dejó en el asteroide Bennu un caldo salino donde sales y minerales permitieron que los ingredientes elementales de la vida se mezclaran y formaran estructuras más complejas. El descubrimiento, obtenido a partir de muestras traídas desde Bennu a la Tierra por la misión OSIRIS-REx de la NASA, sugiere que estas salmueras extraterrestres proporcionaron un entorno crucial para el desarrollo de compuestos orgánicos.
En un artículo publicado en la revista Nature, un equipo internacional de científicos describe una secuencia de minerales evaporados que datan de la formación temprana del sistema solar. La variedad identificada incluye compuestos que jamás se habían observado en otras muestras extraterrestres.
Según explica Tim McCoy, curador de meteoritos del Museo Smithsonian y coautor principal del estudio, los datos de Bennu revelan que los ingredientes básicos de la vida se combinaban de maneras inesperadamente complejas en el cuerpo progenitor del asteroide. Asegura que este hallazgo representa “el siguiente paso en el camino hacia la vida”.
El asteroide original del que proviene Bennu, formado hace unos 4.500 millones de años, parece haber albergado bolsas de agua líquida. Los nuevos hallazgos indican que ese líquido se evaporó y dejó atrás salmueras similares a las costras saladas que se forman en los lechos secos de lagos terrestres.
Bennu ha sido objeto de interés científico durante años debido a su órbita cercana a la Tierra y a su composición rica en carbono. Antes de la misión, se sospechaba que contenía rastros de agua y moléculas orgánicas, lo que llevó a teorizar que asteroides de este tipo pudieron haber aportado estos materiales a la Tierra primitiva.
En 2020, la sonda OSIRIS-REx (Origins, Spectral Interpretation, Resource Identification and Security–Regolith Explorer) recogió muestras de Bennu, convirtiéndose en la primera misión estadounidense en obtener material directamente de la superficie de un asteroide y en la primera recolección de este tipo desde las misiones Apolo hace casi 50 años. En septiembre de 2023, cuando la nave pasó nuevamente por la Tierra, liberó una cápsula con las muestras, que aterrizó en el desierto de Utah. Allí, un equipo de científicos la recuperó de inmediato para evitar cualquier contaminación.
En total, OSIRIS-REx recolectó unos 120 gramos de material, el doble de los requeridos para la misión. Las valiosas muestras se distribuyeron entre equipos de investigación de todo el mundo. Entre ellos se encontraba Sara Russell, mineralogista cósmica del Museo de Historia Natural de Londres y coautora principal del artículo junto con McCoy, quien destacó la importancia de este trabajo para comprender cómo pudo originarse la vida en la Tierra.
La NASA prestó al Smithsonian varias muestras de Bennu —una de ellas exhibida actualmente— y McCoy, junto a su equipo, las analizó con un microscopio electrónico de barrido de última generación. Este instrumento permitió observar detalles microscópicos en fragmentos de menos de un micrómetro, equivalentes a una centésima parte del grosor de un cabello humano.
El equipo encontró rastros de compuestos de carbonato de sodio hidratados, conocidos como trona, que jamás habían sido identificados en otro asteroide o meteorito. En la Tierra, estos minerales se parecen al bicarbonato de sodio y suelen formarse en lagos ricos en sales que luego se evaporan, como ocurre en el lago Searles del desierto de Mojave.
Este sorprendente hallazgo llevó a McCoy a revisar piezas de la Colección Nacional de Minerales del museo que contenían compuestos similares y a consultar a colegas de otros países. En total, se identificaron 11 minerales que probablemente existieron en un ambiente salino dentro del cuerpo progenitor de Bennu.
La salmuera de Bennu difiere notablemente de las terrestres. Por ejemplo, sus muestras son ricas en fósforo, abundante en meteoritos pero relativamente escaso en la Tierra. En cambio, presentan muy poco boro, un elemento común en los lagos hipersalinos terrestres pero extremadamente raro en material extraterrestre.
Los investigadores plantean que podrían existir salmueras similares en otros cuerpos del sistema solar, como el planeta enano Ceres o la luna Encélado de Saturno, donde otras misiones ya han detectado carbonato de sodio. También consideran probable que existan en otros asteroides, por lo que revisarán meteoritos previamente colectados, pues algunas de las sales presentes en Bennu se descomponen al entrar en la atmósfera terrestre y sus rastros podrían haber pasado inadvertidos.
Aunque las salmueras de Bennu contienen una combinación llamativa de minerales y elementos esenciales, aún no está claro si ese entorno pudo favorecer la formación de estructuras orgánicas altamente complejas. McCoy destaca que, si bien ya se conocen los ingredientes básicos, todavía falta determinar hasta qué punto estas condiciones habrían permitido avanzar hacia la vida.
Un segundo estudio, publicado simultáneamente en Nature Astronomy, refuerza estas conclusiones al revelar la presencia de múltiples aminoácidos —componentes de las proteínas— en las muestras de Bennu. También se identificaron las cinco nucleobases que forman el ADN y el ARN, algunas de ellas nunca antes observadas en meteoritos que caen a la Tierra. Este artículo está encabezado por los científicos Danny Glavin y Jason Dworkin, del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA.
*Con información de Europa Press.