La nevera es uno de los electrodomésticos esenciales en cualquier hogar y también uno de los que más energía consume. Funciona las 24 horas del día, durante todo el año, y su ubicación influye mucho más de lo que parece en su rendimiento. Sin embargo, en muchas cocinas la nevera está ubicada en lugares que obligan al motor a trabajar de más, aumentando el gasto eléctrico sin que el usuario lo note.
Los expertos coinciden en que colocar la nevera “en cualquier hueco” no es una buena idea. La posición del aparato, la cercanía a fuentes de calor, la ventilación e incluso la orientación respecto a ventanas soleadas pueden disparar el consumo. Aunque muchos hogares pasan por alto estos detalles, son claves para evitar que el frigorífico haga un esfuerzo extra para mantener el frío.
¿Por qué es importante el lugar donde se ubica la nevera?
El frigorífico representa alrededor del 30 % del consumo eléctrico de los electrodomésticos del hogar, según datos de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). Está encendido de forma continua y necesita mantener una temperatura estable, la cual se ve afectada por su entorno. Si recibe calor externo –del sol, del horno o de una vitro encendida– deberá gastar más energía para compensarlo.
A esto se suma otro factor poco conocido: la nevera expulsa el calor por la parte trasera. Si esa zona no tiene espacio suficiente para que el aire circule, el aparato no puede refrigerarse adecuadamente, lo que obliga al motor a trabajar por más tiempo y a mayor potencia. Lo mismo ocurre cuando está encajada en un hueco estrecho o pegada a la pared sin margen para “respirar”.
¿Dónde no se debería colocar la nevera?
En términos de eficiencia energética, hay varias ubicaciones que conviene evitar. La primera es junto al horno, la placa o un microondas encastrado, ya que estas fuentes de calor obligan al frigorífico a trabajar de forma continua para mantener su temperatura interna.
También es un error situarla cerca de radiadores, termos eléctricos o calentadores, habituales en cocinas antiguas. Otro punto crítico es la exposición al sol directo: colocar la nevera junto a una ventana muy soleada puede calentar su lateral durante horas e incrementar notablemente el consumo.
Igualmente problemático es arrinconarla pegada a la pared o en huecos demasiado estrechos, donde no pueda ventilarse correctamente. En esos casos, el polvo se acumula con más rapidez y el calor queda atrapado, reduciendo la eficiencia del motor.
La ubicación ideal cumple tres condiciones fundamentales:
- Alejarla de las fuentes de calor: Debe mantenerse a distancia del horno, la placa, los radiadores o zonas donde reciba sol directo. Cuanto más estable sea la temperatura exterior, menos energía necesitará para funcionar.
- Dejar espacio para la circulación del aire: Fabricantes como AEG recomiendan dejar algunos centímetros libres entre la parte trasera y la pared, además de permitir ventilación en los laterales y, si es un modelo encastrado, en la parte superior o inferior del mueble. El aire debe entrar y salir sin obstáculos para facilitar la disipación del calor.
- Ubicarla en un punto fresco y estable de la cocina: Las zonas más alejadas de ventanas soleadas y electrodomésticos que generan calor son las más adecuadas. En cocinas pequeñas, a veces basta con mover la nevera a un lateral más sombreado o reorganizar ligeramente el mobiliario para mejorar su rendimiento.
Además, se recomienda mantener una temperatura interior adecuada (5 °C en la nevera y –18 °C en el congelador), evitar abrir la puerta más de lo necesario, no introducir alimentos calientes y limpiar periódicamente la parte trasera para retirar el polvo que obstruye la ventilación. También es importante evitar la formación de hielo: apenas tres milímetros de escarcha pueden aumentar el consumo hasta un 30 %.
*Con información de Europa Press.