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28 de octubre de 2017

No importa si blanco o negro
Muy interesante su nota sobre China (SEMANA n.º 1851). El crecimiento fabuloso de ese país podría hacer desmontar la idea de que la democracia es el único, el mejor o el menos peor de los sistemas de gobierno. Lo cierto es que, producto de la organización y la disciplina, China va abriéndose camino a ser la primera potencia mundial.
No importa que el gato sea blanco o negro mientras case ratones, es la frase de Deng Xiaoping, que el ciudadano común chino repite, en alusión al bienestar general de China no obstante el recorte de sus libertades públicas.
Tal vez no sea cuestión solo del modelo económico y político, sino de la conjunción de factores: su historia milenaria, su identidad cultural, lo aprendido duramente a través de lecciones históricas y la presencia de verdaderos líderes como Xi Jinping, un presidente serio y pragmático en quien recae la garantía de que la política gire sobre un eje conceptual común, en el que solo se privilegia el interés general.
En Shanghái, por ejemplo, que es el centro financiero de Asia, la prosperidad económica se nota en su altísima calidad de vida, en su estampa futurista, y, por supuesto, en sus rascacielos que resplandecen en las noches con proyecciones lumínicas que encienden las pupilas. En el Museo de Planificación Urbana se puede apreciar el gran viraje que ha dado la ciudad en los últimos 50 años.
Muchos gobiernos democráticos envidiarían la calidad de vida de los chinos, y se podría decir que la restricción de las libertades en la vida cotidiana es difícil de percibir. De todas maneras, el gobierno chino sigue siendo reservado a Occidente para evitar que su pueblo se convierta en una sociedad individualista, hiperestimulada, comercial y banal.
Sergio Quiñónez Rodríguez
Pasto

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