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Foto: Carlos Julio Martínez.

Las tetas de mi madre

El cine de calle de Carlos Zapata

‘Las tetas de mi madre’ se estrena el 5 de noviembre. Rodada entre el Bronx, la Perseverancia, Las Cruces y Chapinero, explora el complejo de Edipo de un niño al tiempo que las calles empiezan a cambiarle la vida.

César Leonardo Rojas
30 de octubre de 2015

Un niño espera el cambio del semáforo montado en una monareta en el cruce de la carrera décima con calle 19 en Bogotá. En la siguiente escena parece que sube por esa calle, luego es difícil descifrar la locación. Podría ser el Bronx o Las Cruces. El público conocedor de la capital podría pensar que le toman el pelo, que es imposible que el director pegue un salto tan brusco o que el protagonista haga un recorrido tan largo. Pero la intención de Carlos Zapata, director de Las tetas de mi madre, no es esa, ni más faltaba. El cine es así.

¿Cuántas veces Hollywood nos habrá hecho creer que San Diego, Los Ángeles y San Francisco son la misma ciudad?

Lo que pasa es que los espectadores hasta ahora se están acostumbrando a la Bogotá cinematográfica. Zapata dice que, en lo personal, le gusta la forma como se ha mostrado la ciudad en películas como La semilla del silencio (2015), de Juan Felipe Cano; Roa (2013), de Andi Baiz; o La cara oculta (2011), de este último director.

“Desde La sociedad del semáforo (2010), la película de Rubén Mendoza, no veía una Bogotá tan sincera y tan real. Es que la Bogotá real no es esa ciudad de ladrillo, tan fea. La verdadera Bogotá es esa ciudad de casas viejas, antiguas, sola, oscura, con esa luz amarilla”, dice Zapata mientras explica la forma en que escogió las locaciones para su película.

Lea la reseña que escribió en su momento Andrea Echeverri sobre La sociedad del semáforo.

Las tetas de mi madre es una película difícil de describir. En el papel, Martín, el joven de la bicicleta, es el protagonista. Pero en la cinta, el personaje principal es Cacharro, un niño que aparece en su vida con la intención de robarle la bicicleta pero que se convierte en su amigo. “Quería que Martin fuera un observador más que un protagonista. Ahí el personaje principal es Cacharro, más que el chino, porque mi vida fue así”, explica Zapata.

Cacharro está inspirado en David, el mejor amigo de Zapata en el colegio: “un ñero de pura cepa del barrio San Fernando. Con dos mechones dorados que le caían en la cara. Un ñero áspero. A los 13 años no había nadie que se metiera con ese man en el colegio. En mi vida el protagonista fue David, yo solamente observaba y aprendía”.

Pero hace falta decir más. Las tetas de mi madre, como se puede inferir del título, habla también de los deseos ocultos de un niño por su madre. Una circunstancia que también está inspirada en el pasado de Zapata.

Hijo único de una madre soltera, vivió tanto tiempo solo con ella que cuando llegó un padrastro, el director no pudo evitar sentir celos y se complicó la relación entre ambos. 

Las aclaraciones no sobran: la mamá de Zapata es maestra y en nada se parece al personaje que interpreta a la madre de Martín: una mujer con una vida paralela y que será el detonante de muchas sensaciones conflictivas en su hijo.

Las tetas de mi madre también muestra la drogadicción, la deserción escolar, el microtráfico de drogas, la delincuencia, la prostitución y, en general, la vida en las calles. Son muchos temas para una sola película. Pero Zapata responde que no podía esconderlos.

“Esa fue mi vida. No puedo decir mentiras. Vicio desde los 13 años, robos, cuchillos, rap. Yo solamente estoy hablando desde el conocimiento de lo que fue mi vida. Y si a mí me preguntan ‘¿No es mucho?’, respondo: sí, es mucho. Yo no quisiera que mi hijo pasara por eso”.

En general, existe una idea de hacia dónde conducen esos mundos. Por eso en parte es posible predecir hacia dónde se dirige la historia, qué giros va a dar o cuál podrá ser el desenlace. Pero eso no le quita fuerza a la estructura, fotografía, música y demás elementos que componen la película.

Zapata no cree que esta sea una producción con “más de lo mismo”, o de pronto sí. Lo que pasa es que, como apunta el director, esas realidades de las que la gente dice estar cansada, siguen ahí.

“Primero, el tema está demonizado. Y segundo, hasta que la gente no empiece a entenderlo de una manera más humana, no se llega a nada. Una película de estas no se filma desde acá con el zoom de un teleobjetivo que nos dé hasta el Bronx. Eso se filma yendo allá, untándose de mierda, abrazando, estando con ellos”, cuenta Zapata y agrega que ni siquiera se sintió inseguro mientras rodaba con una grúa de 30 metros en la cuadra que se cree es la más peligrosa de la capital.

Las tetas de mi madre, en resumen, es una película urbana. A todo lo anterior se suma la música de la Crack Family, un grupo de rap que nació hace más de 18 años en Ciudad Bolívar, y los personajes ocasionales que no fingen nada, porque viven de esa calle que ahora llega al cine.