El reto de una exposición de esta envergadura era hablarle a un público no acostumbrado a estas propuestas. En 2021, Cúcuta tendrá una nueva edición de la bienal. | Foto: Yeison Picón

ARTE

El intercambio cultural también tiene espacio en la ciudad fronteriza

La BienalSur en Cúcuta despertó un interés que parecía dormido y marca el inicio de una “dulce emergencia incipiente” que le ha dado un nuevo aire a la ciudad.

1 de diciembre de 2019

Todo comenzó con una ‘caravana de la hermandad’, un recorrido guiado por una gran barca construida por los artistas Juan Carvajal, de Cúcuta, y Adrián Preciado, de San Cristóbal, Venezuela: la embarcación partió desde la frontera hacia el centro de la ciudad colombiana. Este ensamblaje artístico que lucía como una metáfora del movimiento, del desplazamiento, iba conduciendo a un grupo de curiosos por algunas de las calles de la capital nortesantandereana para llegar a su destino final: el centro cultural Quinta Teresa. Allí se llevó a cabo un “desembarco poético”, como lo califica el curador de arte Álex Brahim, curador de la BienalSur 2019, que se inició, justo ahí, con ese ‘éxodo’ que buscaba generar reflexiones alrededor de una ciudad que ha sido escenario de las miradas del mundo en los últimos años.

Ese era el punto de partida de esta bienal que llegó por segunda vez a Cúcuta –la primera fue en 2017– y que se instaló en cuatro edificios emblemáticos: además de Quinta Teresa, en la Biblioteca Pública Julio Pérez Ferrero, en la Casa Museo Torre del Reloj y en el Museo Norte de Santander y ciudad de Cúcuta, separados por pocas calles entre sí. Esta iniciativa, impulsada por la Universidad Tres de Febrero, de Argentina, no se propone tener una sede única, como sucede con tantas bienales en el mundo, sino que varios lugares se conviertan en pretextos de reflexión, investigación y discusión. “El público joven ha demostrado gran interés por este evento puesto que ha traído a la ciudad diversas expresiones artísticas y se han generado pequeños nichos de investigación”, dice Ciro Alfonso Durán, secretario de Cultura de Cúcuta.

Que una bienal de arte ocurra en esta ciudad no era algo común para sus habitantes, y ahí entra a cumplir un papel fundamental Álex Brahim. Después de vivir varios años por fuera de Colombia, regresó a su ciudad natal con la intención de crear la Fundación Pilar –en honor a su madre, quien siempre quiso impulsar la cultura– y con sus hermanos empezó a pensar el arte justo desde la ubicación geográfica donde se encontraba. Así nació Juntos Aparte, Encuentro Internacional de Arte, Pensamiento y Fronteras, coincidiendo con el cierre violento de la frontera en 2015. Allí Álex y su hermano Luis Miguel, ‘Lucho’, quien falleció recientemente, se dieron cuenta de que lo que estaba sucediendo no era algo transitorio, pasajero, y que por el contrario generaría nuevos fenómenos sociales como la masiva llegada de venezolanos y también de colombianos que llevaban años viviendo allí. Era el arte, entonces, para ellos, la mejor herramienta para pensar en ese concepto de frontera que no solo se refiere a un espacio físico sino también a sesgos políticos, religiosos y de pensamiento, en general, que la gente se impone a sí misma. La intención no era victimizarse sino prender “las alarmas”, estar atentos al momento histórico que se venía –que se vino y se quedó– y saber cómo el arte podía generar memoria sobre el mismo.

Fue así como Juntos Aparte se topó con el concurso internacional de BienalSur, Primera Bienal de Arte Contemporáneo de América del Sur, que buscaba una serie de locaciones intermedias y generar una cartografía diferente en medio de tanta oferta artística. Finalmente, la propuesta de los hermanos Brahim tuvo amplia acogida y empezó a construirse lo que era impensable, y era ver a Cúcuta como escenario artístico, como centro de cuestionamientos con invitados de Colombia y el exterior que, principalmente, han trabajado el concepto de frontera. “Si Buenos Aires es el kilómetro cero, Cúcuta es el 4.956: la distancia que separa los dos puntos”, dice Álex Brahim.

El reto de una exposición de esta envergadura era hablarle a un público no acostumbrado a estas propuestas. En Cúcuta no hay facultades de arte ni galerías ni ferias, tampoco un museo que incentive esa mirada; pero, precisamente por esto, la bienal detonó un interés que parecía dormido. A partir de una programación académica, talleres y hasta intervenciones de espacios públicos, los habitantes empezaron a sentir el arte de muchas maneras: desde el proyecto ‘Los caminantes de la frontera’, de los artistas españoles José Zuñiga y María Villacorta, hasta investigaciones como ‘Rastros comunes’, que recupera las memorias recientes de los dos países con publicaciones como El ferrocarril de Cúcuta o La cuenca del agua de Maracaibo.

El reconocido artista Antonio Caro –recordado por su obra Colombia, en la que aparece el país escrito con la misma caligrafía de Coca-Cola, y que fue uno de los pioneros del arte conceptual– desarrolló primero un conversatorio, después un taller con artistas y, al final, el resultado de estas experiencias derivó en una exposición. Quien haya recorrido la bienal no solo habrá visto obras relacionadas con Cúcuta y su frontera, sino con todos los límites del mundo: desde los de las Coreas hasta las fronteras mentales de la sociedad. Y esto bajo ganchos curatoriales llamativos como Entre el toche y la guayaba –el toche no solo es un turpial conocido en la región sino una expresión muy común– hasta Sigan bailando, despierte al vecino, un merengue muy popular en la zona.

La buena noticia es que en 2021 Cúcuta tendrá una nueva edición de la bienal para así seguir dinamizando la ciudad. Brahim tilda el momento actual de la escena artística como de “dulce emergencia incipiente”, destacando un relevo generacional que le ha dado un nuevo aire a la ciudad. Algunos ejemplos son Atacarte, un festival de arte urbano, y el festival de muralismo de Chinácota y de Pamplona, que lidera Diego Barajas. A este se suma lo que dice el secretario de Cultura sobre la importancia que han tenido los Salones Regionales de Artistas y cómo hay cada vez más participación de jóvenes buscando los incentivos que ofrece el Ministerio de Cultura para becas y trabajos sobre arte.

La bienal es un primer paso. Allí el arte se abre camino y el público cucuteño lo está recibiendo con los brazos abiertos.