El sector educativo tiene la oportunidad de aprovechar los rigores de la coyuntura para renovarse por el bien de los niños. | Foto: iStock

ANÁLISIS

Los cambios que la cuarentena generó en el aprendizaje

Dos especialistas en educación reflexionan sobre el impacto del confinamiento en la relación de los estudiantes con la tecnología y en la interacción entre padres y docentes.

Lyda Mejía de Eslava y Jorge Eslava Cobos*
21 de junio de 2020

La humanidad, con terca resiliencia, ha descubierto con frecuencia caminos para rescatar elementos positivos de las sucesivas tragedias que ha enfrentado. Y la pandemia del covid-19 no será la excepción. Muchos sectores ya identificaron cómo reinventarse e incluso trascender el nivel previo a la pandemia. Es nuestra convicción que el sector educativo tiene la oportunidad de oro –y la obligación ineludible– para emerger como el primero entre los que aprovecharon los rigores de la coyuntura para renovarse y remozarse por el bien, especialmente, de los niños.

Todo esto apalancado sobre el elemento consustancial a la educación: el aprendizaje. ¿Qué podría aprender el sector en esta encrucijada? Aquí reflexionamos sobre algunos de los temas que consideramos prioritarios y sobre los cuales han quedado lecciones en estos días de confinamiento.

Tecnología

Hace un año, el Congreso estuvo a punto de desterrar algunas tecnologías de las aulas. ¿Entendería hoy alguien tamaño despropósito? El debate sobre la pertinencia de las TIC en la educación quedó por fortuna superado por la realidad. Esto no significa que todos los asuntos fueron zanjados pero, ¿en dónde quedó durante la cuarentena la preocupación por los riesgos de internet para los niños? Para efectos prácticos, desapareció porque los padres han estado ahí. Esto significa que el problema no era internet, sino falta de padres. ¿Aprenderemos la lección?

Evaluación

Italia y España decretaron la promoción automática del año escolar. Colombia no lo ha hecho (¿lo hará?), pero es evidente para todos que la evaluación no será la acostumbrada. ¿Qué tragedia ocurrirá como consecuencia de ese cambio en la clásica evaluación escolar a la que nos aferramos como a una verdad revelada? ¡Ninguna! ¿Aprenderemos la lección?

Resiliencia

Niños desregulados, inquietos, desobedientes, inmanejables. ¿Qué se hicieron? Por supuesto que algo de eso ha habido en estos tiempos –comprensible dados los rigores del confinamiento–, pero comparado con las magnitudes del precovid-19 (consultorios, consejerías escolares, comisarías de familia y otros entornos análogos abarrotados de muchachitos, manuales de convivencia, sindicaciones de matoneo), el panorama actual es francamente idílico. ¿Alguien habría creído posible que esos niños toleraran, aceptaran y resistieran estos días de confinamiento como lo han hecho? Ellos han demostrado una fortaleza de la que pocos los creían capaces y nos han ayudado a visibilizar que juntos, solidarios, nos crecemos frente a la adversidad. ¿Aprenderemos la lección? 

Pertinencia

Ahora que otros adultos “fisgonean” (por obligación) el material escolar de los niños, crece el coro de quienes preguntan ¿y eso para qué? ¿y no podría hacerse de otra manera? Cuando los docentes se enfrentan a la obligatoriedad de responder esa pregunta, también ellos terminan con frecuencia cuestionando lo mismo. ¿Aprenderemos la lección? 

Autonomía

Los padres han tenido que emplearse a fondo y los docentes han hecho verdaderos milagros dignos – ambos– del mayor encomio. Más allá de ello, el hecho concreto es que los niños, si bien con resultados dispares, han aprendido a tramitar sus aprendizajes con una alta dosis de autonomía. Lo vienen logrando y ojalá no enfrenten una escuela poscovid-19 que eche por la borda todo lo conseguido. ¿Aprenderemos la lección?

Primero los niños

A partir del 20 de abril se autorizó a todos (entre 6 y 70 años) a “dejarse besar por el sol”, debido a elementales consideraciones de salud mental. Al otro día, se reversó la medida para los niños y solo se corrigió el entuerto de manera tímida dos semanas más tarde. Florecieron, por supuesto, argumentos deleznables sobre picos respiratorios, vectores, “amorosa preocupación por la salud y la vida de los niños”. Todo ello no logró esconder la terrible realidad de un país que menosprecia a la infancia y que puesta en la balanza la salud mental de los niños versus la de los adultos, no vacila en privilegiar a estos últimos. ¿Aprenderemos la lección?

Familia y escuela

Los padres y docentes están dialogando como nunca antes. Es evidente que eso es lo que ha permitido que este ejercicio funcione. Pasará el covid-19, los padres retornarán a sus trabajos y mucho de esto desaparecerá. Pero, ¿aprenderemos la lección?

*Instituto Colombiano de Neurociencias de Bogotá

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