Al no excavar el suelo de la cie´naga se evito´ retirar el 94 por ciento de mangle que estaba previsto en los estudios iniciales. | Foto: Cortesia Ministerio de Transporte

INFRAESTRUCTURA

Viaducto Gran Manglar, una obra con ingeniería verde

Un viaducto construido con sistemas de montaje amigables con el medioambiente y materiales reciclados da ejemplo de que es posible hacer obras de infraestructura sin afectar la naturaleza.

Ian Farouk Simmonds A.*
20 de octubre de 2019

Cada año llega a la Ciénaga de la Virgen, en Cartagena, la Limosa Fedoa. Popularmente llamada ‘la aguja canela’, es una de esas especies de aves que atraviesa el continente para hacer una escala en este complejo acuático, uno de los más extensos del país después de la Ciénaga Grande de Santa Marta.

Pero la ‘aguja canela’ es apenas una de las más de 20 especies de aves migratorias que llegan a la ciénaga, y que la convierten en un lugar idóneo para el ecoturismo. Y ahora, con las nuevas obras de infraestructura que se construyen en la zona, ese atractivo estará más cercano y accesible para los visitantes. Gloria Sánchez Anaya, lideresa del consejo comunitario de la comunidad negra de Villa Gloria, en La Boquilla, cree, por ejemplo, que ahora será mucho más fácil impulsar ese turismo gracias al viaducto del Gran Manglar, que servirá como un particular observatorio de aves o el punto de inicio de una expedición a los manglares.

Antes, el peligro de perder esta riqueza era el mayor temor de las comunidades, porque en el imaginario popular está que una obra pública –en Colombia– que atraviese o bordee un escenario natural termina sacrificando al ambiente por ahorrar materiales o tiempo. Sin embargo, desde su génesis, el proyecto del viaducto tenía claro que su éxito no solo estaría garantizado al reducir 30 minutos el trayecto Cartagena-Barranquilla y disminuir en la mitad el tiempo de recorrido para entrar y salir de la capital de Bolívar, sino también en que la sostenibilidad ambiental estuviera presente hasta en el detalle más pequeño.

Así lo recuerda Miguel Acosta, gerente de la Concesión Costera, conformada por las firmas MHC Ingeniería y Construcción de Obras Civiles, Constructora Meco, Constructora Colpatria y Castro Tcherassi. El directivo cuenta que en el momento de presentar la propuesta de construcción a la Agencia Nacional de Infraestructura “se dimensionó la magnitud de la obra en la ciénaga, que estaba deteriorada desde el punto de vista medioambiental. Las cuatro empresas concesionarias teníamos un objetivo y es que se debía impregnar un componente ambiental muy importante para su conservación”.

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Ese componente fue el método constructivo usado que, para entonces, era una novedad en Colombia. Se trata del sistema ‘top down’, es decir, construir de arriba hacia abajo para no asfixiar a la ciénaga y generar el menor impacto posible al ecosistema. “Ello requirió hasta adecuar un lote que denominábamos ‘patio de prefabricados’, que era el espacio donde se hizo el montaje de la infraestructura. Allí se construyeron pilotes, las vías y las secciones de cabezales”, puntualiza el gerente.

Al no excavar el suelo de la ciénaga se evitó, por ejemplo, retirar el 94 por ciento de mangle que inicialmente estaba previsto en los estudios iniciales de la obra, para colocar los apoyos de pilotes. El mangle eliminado, que no representaba ni una hectárea, fue compensado por 1,77 hectáreas.

La conciencia ambiental con un método de construcción novedoso y el uso de materiales como el caucho reciclado para la carpeta asfáltica, resultaron claves para entregar este viaducto en el menor tiempo posible, adelantando seis meses la fecha prevista para su puesta en marcha. Al ser un método industrializado, se optimizaron los tiempos de trabajo y las economías de escala.

Las buenas prácticas alrededor del proyecto también fueron reconocidas por el sector, al obtener este año el Premio Nacional de Ingeniería y el Premio Nacional Ambiental Germán Gómez Pinilla.

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La voz del pueblo

Para el desarrollo de la obra en los plazos previstos también cumplió un papel fundamental la comunidad que, según la lideresa Sánchez Anaya, salió ganando en las concertaciones con el concesionario, lo que ha propiciado que hoy La Boquilla sea “totalmente diferente”.

“Ganamos por todo el tema de capacitaciones con el Sena, el fortalecimiento de las organizaciones, la entrega de canoas y los artes de pesca, además de que se fortaleció la junta y la asociación como tal. Hoy por ejemplo cultivamos mangle, obtenido en compensación por el viaducto, lo cual ha sido bastante interesante”, remarca la mujer.

El mismo criterio lo comparte Yasmina Carmona, también lideresa comunal, pero del consejo comunitario de Tierra Baja. “Si bien no todo el mundo está al ciento por ciento de acuerdo con los proyectos de compensación concertados, la mayoría sí porque, igual, la comunidad se beneficia”, dice.

Entre los más de 50 acuerdos logrados entre las comunidades y la concesión –además de las capacitaciones o la entrega de insumos de pesca– están la vinculación de mano de obra local, la construcción de Centros de Desarrollo Infantil, la destinación de recursos para construir el alumbrado público y el fortalecimiento a los proyectos productivos de la zona, entre otros.

La obra ha motivado a la comunidad a mejorar el entorno natural a través de la siembra de árboles y manglar, actividad que trae, como dicen ambas lideresas comunitarias, más vida, oxígeno y especies como la Limosa Fedoa. La misma que ahora podrá ser observada, en libertad, desde un viaducto que respeta la naturaleza.

*Periodista.