El cacao tumaqueño fue reconocido con el sello Cocoa of Excellence. | Foto: Cortesía ADR

EMPRENDIMIENTO

El cacao que ganó la 'copa mundial' del gremio se siembra en Tumaco

Oberman Torres, representante del Consejo Comunitario Bajo Mira y Frontera, nos cuenta por qué la verdadera riqueza está en el sector cacaotero, no en la coca.

3 de mayo de 2018

Hace tres años el cacao tumaqueño fue reconocido con el sello Cocoa of Excellence en el Salón del Chocolate de París, el evento más importante para el gremio chocolatero. Ese día Colombia se ganó la ‘Copa Mundial’ del ramo, así lo describe Oberman Torres, representante del Consejo Comunitario de Bajo Mira y Frontera, quien recibió el reconocimiento en nombre de la Alianza Exportadora de Tumaco, una asociación que reúne a tres productores locales de cacao, que a diario luchan por consolidar este producto como una alternativa real de progreso.

Cacao. Si le quitamos la segunda ‘a’, si se reacomoda la ‘o’, se formará la palabra que más tristezas les ha causado a la ciudad, a Nariño y al país. La coca empezó a llegar en 2003. Los cultivos ilegales del Putumayo se expandían a la región vecina. Las organizaciones ilegales comenzaban a controlar esa Colombia que poco sale en los noticieros.

“La coca llegó con mucha fuerza. Acá todos éramos productores de pancoger”, recuerda Torres. La opción era seductora. Los narcos le entregaban al campesino cerca de 5 millones de pesos para que comenzara el cultivo y luego le pagaba la producción que tuviera. En 2012, en la vereda de Oberman llegaron a contarse más de 1.000 hectáreas sembradas de coca. Y con ellas crecía toda la problemática del narcotráfico. “Los grupos al margen de la ley patrullaban las veredas tratando de controlar el negocio”. La situación empeoraba cuando otro grupo reclamaba la misma producción. Así se intensificaron las amenazas, el desplazamiento, los asesinatos.

Torres ha sido testigo de esa realidad durante muchos años. Cuando terminó su primaria en la vereda Peñas Coloradas, llegó al casco urbano de Tumaco para estudiar el bachillerato. Luego comenzó Ingeniería Agroforestal y en 2011 terminó su carrera en Pasto. Cada vez que tenía tiempo libre regresaba a su tierra para ayudar en la finca de su familia y evitar que ahí se sembrara coca.

Cuando se graduó, decidió volver y dedicarse por completo al negocio familiar. Supo que la siembra de palma africana no iba a prosperar; pues el cultivo se estaba muriendo. Entonces le apostó al cacao y pasó a ser parte del equipo técnico del Consejo Comunitario. Justo en ese momento se iniciaba un proyecto de sustitución de cultivos ilícitos y alternativas productivas con apoyo de la cooperación internacional, y el cacao era el eje de la propuesta.

Con cada proyecto, con cada apoyo nacional o internacional, han logrado mejorar la producción cacaotera y conseguir estándares de calidad que hoy son apetecidos por los mejores chocolateros del mundo. En 2012, con la financiación internacional construyeron un centro de acopio en una de las 52 veredas de la región, y una central de beneficios, donde realizan procedimientos como la fermentación, el secado, la selección del grano y el embalaje del producto.

Hoy, tan solo en el Bajo Mira, hay 700 hectáreas de cacao nuevas y cerca de 1.300 nativas, que dan una producción anual de 620 toneladas, cuando su potencial es de 1.600. A mayor producción, mayor rentabilidad, por eso se lucha para que las otras 2.000 hectáreas sembradas con coca dejen de ser atractivas para los campesinos.

Oberman no desconoce que este proceso ha tenido dificultades y que por eso ese cultivo ilícito les ha ganado terreno. Por ejemplo, el año pasado tenían en el puerto un cargamento de cacao listo para exportar, pero el cliente lo rechazó porque la muestra estaba más ácida de lo que habían convenido. Esto hizo que terminaran con pérdidas; la producción fue vendida al mercado interno a precios inferiores.

Torres dice que por eso es tan importante que los productores de cacao sigan recibiendo apoyos en tecnificación, comercialización y educación. Él sabe que, a sus 32 años, debe seguir su formación para aportar a su comunidad, y alentar a los jóvenes a que terminen sus estudios.

Hoy, la situación en Tumaco es una de las más complejas del país. A pesar de eso, Oberman tiene claro que su propuesta es la ruta por seguir. Lo que él y los productores de cacao ofrecen, es algo que ningún cultivo de coca podrá entregar a los campesinos tumaqueños, una riqueza que no se compra con dólares o con pesos, una riqueza llamada tranquilidad.