Caño Diamante, Uribe, Meta. | Foto: David Amado

POSCONFLICTO

Este municipio se ha convertido en el corazón de la paz de Colombia

Uribe, en el Meta, fue uno de los fortines de las FARC. Este territorio, gracias a la paz, se ha transformado. Esta es su historia.

Fabián Martínez*
1 de octubre de 2019

Yaneth Paredes camina hacia el corral del ganado. En sus manos lleva una planilla y un esfero con los que registrará los litros de leche que Reina, Carisucia, Brincona y demás vacas lecheras darán hoy. Comparará las cifras con las de ayer y la semana anterior, y así ampliará el informe de producción láctea que le presentará a Daincoop, la cooperativa a la que pertenece junto con otros 151 excombatientes de las Farc (75 hombres, 77 mujeres), en la vereda El Vergel del municipio Uribe, en el Meta.

Yaneth ingresó a la guerrilla a los 12 años. Su papá tenía una finca en la vereda Muribá y ella creció en medio de los patrullajes de las tropas. “Desde pequeña me familiaricé con la guerrilla. Ellos pasaban todo el tiempo por la finca y fui conociéndolos, yendo a sus reuniones, hasta que decidí irme con ellos”, cuenta esta mujer de sonrisa luminosa. Hoy tiene 32 años y se encuentra muy entusiasmada con el crecimiento de la cooperativa, que se organizó con mesa directiva, junta de vigilancia y comités productivos. Daincoop les ha asegurado a ella y a sus compañeros, la reincorporación a la vida civil y la oportunidad de levantar una gran empresa. “Aquí tenemos varias cabezas de ganado, sembrados de varios tipos y también nos estamos metiendo en el trabajo con el turismo de la región”.

La región del municipio de Uribe, al suroccidente del departamento del Meta, fue conocida por ser el corazón de las Farc. Aquí quedaba Casa Verde y aquí se llevaron a cabo las negociaciones de paz con el gobierno de Belisario Betancur. Tras el fracaso de ese proceso, tiempo después, en diciembre de 1990, Casa Verde fue bombardeada por el Ejército Nacional bajo las órdenes del presidente César Gaviria. Hoy, Uribe y sus corregimientos son conocidos por ser el corazón de la paz. Antes de los acuerdos de La Habana entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la guerrilla, estos territorios estaban vedados para la población civil y eran de dominio exclusivo de las Farc.

Omar Jiménez, miembro directivo de la cooperativa y excombatiente de la guerrilla, cree firmemente en el proceso de paz. A pesar de que algunos excomandantes como Iván Márquez decidieron rearmarse, Jiménez –bigote grueso y pelo negro– se mantiene firme con sus propósitos. “Aquí en la cooperativa queremos cumplir con los acuerdos y esto se demuestra con hechos”, afirma el hombre que viste con una camiseta de la Selección Colombia, y se encuentra atareado en las labores matutinas, desocupando varios costales de abono y mezclándolos con una pala. “Nosotros realmente queremos otra forma de vida” y señala un conjunto de cabañas de madera que construyeron los excombatientes que viven en esta finca: “La idea es que los turistas puedan venir, alojarse y comer aquí. Es una oportunidad para que conozcan nuestro trabajo, nuestra voluntad de paz y las riquezas que tenemos en Uribe”.

Las riquezas naturales de Uribe son abrumadoras. A unos pocos kilómetros de la finca en donde Jiménez coordina Daincoop se encuentran Las Piscinas. Unos pozos verdes esmeralda con aguas refrescantes que son un auténtico potencial turístico natural de la región. Antes de la firma del proceso de paz estas piscinas eran desconocidas por los civiles, incluyendo a los mismos habitantes de Uribe. Nadie se atrevía a surcar el cauce del Caño Diamante por miedo a la guerra. Hoy son un descubrimiento, bello y natural, que es visitado por turistas que quieren sumergirse en estas aguas.

En el mismo Caño Diamante, a unos 400 metros de Las Piscinas, se forma una majestuosa caída de agua sobre un muro alto y ancho de piedra. Desde el horizonte de roca se desgajan incontables líneas gruesas de agua. Las líneas forman un arco frente al verde musgo adherido a las piedras, que asemejan los encajes de una cortina blanca que se deshicieran en borbotones de agua sobre un pozo profundo. Por eso los lugareños le pusieron el nombre de Cortinas del Diamante. Otro paraíso redescubierto y recuperado por la paz, para el beneficio y gozo de los visitantes.

Atanael Rojas vive en Uribe desde 1967. Llegó a la edad de 25 años, se estableció trabajando como campesino y ahora, con 77 años, vive en su finca a pocos minutos del casco urbano. Atanael vio cómo los horrores de la guerra desfiguraron el rostro de la región. “Cuando yo llegué se vivía muy bien aquí. Luego llegaron las petroleras y luego la guerrilla. Vivir aquí se convirtió en algo muy difícil. Había que andar en silencio, uno no podía oír, ver, ni decir nada. Había que cuidar mucho la lengua. La presión era muy fuerte”.

Con los acuerdos de La Habana, Atanael Rojas –ojos cafés, sombrero llanero, piel cuarteada y morena– vio cómo la región renació devolviéndoles el alma a sus habitantes y a sus paisajes. “Así sí es muy lindo estar aquí. Convivir con los excombatientes, encontrárselos ya no uniformados y con un fusil al hombro, sino como paisanos, y además trabajando por el desarrollo de la región, es algo muy bonito. Yo quisiera morir así, en paz”, dice este hombre a quien le gusta caminar por los predios de su finca por los que se llega al caño La Dusana, el cual alberga a la Cascada del Amor.

La Cascada del Amor es otro de los lugares redescubiertos gracias a la paz. Una caída de agua de varios metros que conforma una piscina cristalina en la que se puede nadar con tranquilidad. Detrás de ese pozo hay una cueva en la que se puede descansar y observar los distintos tonos de verde –lima, cartuja, enebro, pino– que tienen las aguas. Sobre la cueva y remontando el caño La Dusana caen varias cascadas más pequeñas que conforman un corredor de cataratas conocidas como Siete Cascadas. El recorrido completo, desde la primera cascada hasta la última dura dos horas y media, según el jefe de la Defensa Civil del municipio, Alejandro Muñoz.

Alejandro Muñoz también hace parte de una empresa de turismo local y comunitaria llamada EcoUribe, desde la cual se ofrecen servicios de guianza, caminatas ecológicas, baños en pozos y cascadas. EcoUribe es una iniciativa apoyada por el Instituto de Turismo del Meta. Anyeli Quiroga, quien ha estado al frente del posicionamiento de esta empresa de carácter comunitario, es una de las compañeras de Muñoz en el proyecto. “Nosotros buscamos que los turistas se hospeden en nuestros hoteles, beban el café que producen nuestros cafeteros, conozcan la panela de nuestros paneleros; es decir, que activen todas las cadenas productivas que se han generado desde la transformación que trajo la paz”, explica Quiroga, quien además creó un colectivo para las mujeres de Uribe y sus veredas llamado Crearte.

Crearte está conformado por mujeres artesanas y emprendedoras. En una de las esquinas del parque de Uribe funciona el café de Crearte, el cual se ha convertido en el símbolo del renacer de la población. Allí se dan cita, todas las noches, propios y foráneos, a conversar y tomar café producido por los colectivos cafeteros, a comer empanadas y sánduches o a degustar de un helado. Crearte, además ofrece apoyo psicológico y social a las mujeres del lugar. El quiosco donde funciona el negocio se llama Café con esencia de mujer.

También puede leer: El pueblito confinado por el conflicto al que nunca había ido un alto funcionario del Estado

Anyeli Quiroga lo explica de esta manera: “Cuando se callaron los fusiles de la guerra pudimos escuchar los gritos de las mujeres. Antes el maltrato físico y psicológico de la mujer, tanto en el pueblo, como en las veredas, era normal. Como vivíamos en medio del fuego estas problemáticas no eran visibles, ahora sí lo son y en la asociación trabajamos por reparar el daño a las mujeres, empoderarlas, hacerlas independientes y dignas. Esto lo ha traído la paz y desde ahí también estamos creciendo como comunidad”.

Ellas han sido unas de las principales víctimas en el conflicto armado. Viudas, huérfanas y madres que han perdido a sus hijos se cuentan por miles en la guerra en Colombia. Esto sin mencionar a la mujer como botín de guerra y víctima de depredación sexual por parte de los actores del conflicto. Reparar el tejido social y construir la paz desde el género es fundamental, y aquí en Uribe lo entienden muy bien. “En la asociación Crearte hay varias víctimas del conflicto armado”, explica Anyeli Quiroga. “Yo soy una de ellas porque en 2004 la guerrilla asesinó a mi padre. Tuvimos que irnos de Uribe con mi mamá y mis hermanos, pero al cabo de un tiempo regresamos”, cuenta Anyeli, quien ahora es una líder comunitaria, al frente de la asociación para mujeres y la empresa de turismo.

“No guardo ningún rencor. Si lo hiciera no podría hacer lo que hago”, dice con una voz dulce y tranquila. “Esta ha sido una guerra absurda que infortunadamente tuve que vivir de manera directa, pero gracias a la tremenda fuerza que hay en el amor y en el perdón pude pasar la página y encaminarme en el trabajo comunitario para ayudar a otras personas”, cuenta Anyeli con un brillo especial en sus ojos y agrega: “Nosotras sabemos que es el momento de criar a nuestros hijos de otras maneras. La guerra ya pasó, es hora de que ellos crezcan en un país diferente, en paz”.

Bien sea desde los emprendimientos productivos de la cooperativa Daincoop y la genuina voluntad de paz de Yaneth Quiroga y Omar Jiménez; o desde las memorias del antes y después de Uribe en los relatos del viejo Atanael Rojas; o desde la exuberante belleza y riqueza hídrica del territorio; o desde el empoderamiento y la resiliencia de Anyeli Quiroga, la región se ha pacificado gracias a los acuerdos de La Habana. Las personas que viven en estas antiguas zonas de guerra desean que esta sea una paz estable y duradera, desean seguir viviendo tranquilamente en Uribe, Meta, desean seguir palpitando, con esperanza, en el que hoy es conocido como el corazón de la paz de Colombia.

*Periodista.