"Nuestra medicina ha progresado enormemente. Miren cómo vienen al país personas de todo el mundo" | Foto: Esteban Vega

VOCES

La salud y la pluma

Gonzalo Mallarino narra el cuadro general del actual sistema de servicios médicos, que ha generado crecimiento económico, empleo, inversión y una población más protegida.

Gonzalo Mallarino*
2 de diciembre de 2019

Yo he sido escritor gracias a la medicina prepagada. En la niñez, si había que operar a alguien –de las glándulas, como decía mi mamá, o de lo que fuera–, la primera dificultad era de dónde íbamos a sacar la plata. Mi papá tenía que inventar algo y conseguir el dinero. Padre de cinco niños que corrían y saltaban por todas partes, a veces una tarjeta de crédito le solucionaba el problema al hombre. Pero entonces, no se podía enfermar nadie más por un tiempo.

Al poeta Charles Baudelaire, ya a los 24 años lo aquejaban los síntomas de la sífilis. Y trató de suicidarse. No tenía medicina prepagada, es claro. Y sí tenía la mano extendida para convidar siempre a una copa de vino. Era un pródigo el gran poeta parisiense, tenía fama de serlo: “…es menester embriagarse sin tregua. ¿De qué? De vino, de poesía o de virtud, como prefiráis. ¡Pero embriagaros!”, era su consigna.

Qué bonito eso de la virtud. Darle un estatuto a eso también, a aquellos que son bondadosos de corazón. Y no es que fuera cándido: conociendo la especie humana, decía también eso de: “…hipócrita lector, mi semejante, mi hermano”.

En fin. Mal de mi parte mencionarme en la misma página que a Baudelaire, pero es claro que todo eso de la bohemia y la embriaguez y la noche y sus creaturas, acaso pertenece a otra época. Siempre creí que, además de la sensibilidad, para escribir se necesitaba la lucidez. Baudelaire, pese a su enfermedad, o de repente gracias a ella, produjo una obra poética portentosa, que acaso definió la Modernidad. Yo, que solo he cantado a Bogotá y sus mujeres, no hubiera podido escribir un solo folio sin saber que mi familia estaba protegida.

Cuando me embarqué en el matrimonio –hace la friolera de 36 años–, tomé una póliza de medicina prepagada. La mano de lesiones, hernias, miomas, caderas, clavículas, conductos y manguitos rotadores que he podido solventar gracias a la póliza, no tiene nombre.

Y así fuimos los colombianos adquiriendo la cultura de prevenir, de cuidar, de tratar de estar sanos. Los seguros de salud se extendieron a toda la población, incluyendo la obligación del Estado de cubrir a los más débiles. Y el sector salud –con todos sus líos–, ha generado crecimiento económico, empleo, inversión y, mal que bien, una población más protegida que la de hace una generación. O que la del siglo XIX, naturalmente, cuando los poetas malditos.

Nuestra medicina ha progresado enormemente. Miren ustedes cómo vienen al país personas de todo el mundo a consultar a nuestros médicos, o a hacerse procedimientos clínicos. Es mejor tratar de estar sanos. Estoy seguro, además, de que dentro de una generación, costará mucho menos.

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*Escritor.