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A Mayolo le sobraba inteligencia, sentido del humor y era dueño de una imaginación desbordada

Carlos Mayolo (1945-2007)

Adiós al maestro, a uno de los directores de cine y televisión más originales y controvertidos que ha tenido Colombia.

10 de febrero de 2007

Mayolo no cabía dentro de Mayolo. Tenía que filmar películas inquietantes, grabar series de televisión que ponían incómodos a los padres de familia, imaginar aventuras de todos los colores, los tamaños y las censuras con su brillante Beatriz Caballero, y en estos tres años finales, años de risa en medio de la enfermedad, se veía obligado a diseñar obras de teatro que hablaban de su incertidumbre, a escribir libros que pusieran en orden sus recuerdos y a jugar con la idea de su propia muerte: "Mi obituario es una carcajada que invita al jolgorio de la vida", escribió en noviembre de 2006 en las páginas de SoHo, "me quedo en la cuna donde nací, que quiero que sea mi ataúd".

Mayolo se fue haciendo niño con el paso de la vida. Sus compañeros de películas, Luis Ospina, Andrés Caicedo, Diego León Hoyos y Sandro Romero, entre tantos otros, fueron testigos de ese extrañísimo fenómeno. Le dejó a la historia del cine colombiano el documental paródico Agarrando pueblo (1977), que dirigió con Ospina en tiempos del miserabilismo latinoamericano, y los dramas Carne de tu carne (1983) y La mansión de Araucaima (1987), que tradujeron lo gótico al lenguaje del trópico. Le dejó a la televisión Azúcar (1989), La otra raya del tigre (1993) y Hombres (1996). Y a todos, en estos años finales, una serie de monólogos inéditos que podríamos llamar confesiones si Mayolo alguna vez hubiera tenido algo qué ocultar.

Su película favorita fue, quizá, Cero en conducta, de Jean Vigo. Yo nunca la vi hasta hoy, hasta esta noche, que me he enterado de la noticia de su muerte. No supe qué más hacer para darle las gracias por haberse dejado querer de esta manera, por haber aliviado tantas gravedades y por haber tenido la razón en tantas cosas.