Home

Cultura

Artículo

CARROS DE FUEGO

El humor negro regresa a la cartelera con la historia de un vendedor de automóviles.

5 de noviembre de 1990

"Una mujer en apuros". Dirigida por Roger Donaldson. Con Robin Williams y Tim Robbins.
Si alguíen pensaba que la comedia negra, el cine cómico lleno de situaciones absurdas y ridículas, estaba desapareciendo en Hollywood, tiene que desengañarse porque esta película demuestra todo lo contrario.

Un director como Roger Donaldson (el mismo de "Sin Salida" y "Cocktail") y dos actores como Robin Williams y Tim Robbins (a quienes se ha visto en "La sociedad de los poetas muertos" y "Top Gun", respectivamente) se encargan de demostrar de qué manera el ser humano se transforma, se desdobla, deja que su verdadera naturaleza emerja de los momentos más violentos y caóticos. Pero, para llegar a esa conclusión, el espectador tendrá que haber pasado por algunas de las situaciones más divertidas y sarcásticas.

Las primeras escenas de "Un mujeriego en apuros" (el título original es más significativo: "Cadillac man") le dicen al público a qué clase de comedia se enfrenta. En la carretera, bajo el sol ardiente y la ausencia de brisa, el protagonista avanza en su auto mientras siente que la vida, el mundo y la fama son suyos porque no hay, en varios kilómetros a la redonda, un mejor vendedor de carros que él. De pronto descubre que a un lado del camino se encuentra inmovilizada una larga hilera de vehículos. Se aproxima y descubre la causa, ridícula y chistosa, por contraste, en medio de un cortejo fúnebre: la carroza que lleva el féretro se ha varado, echa humo y los deudos esperan que el empresario solucione el conflicto. Entonces el personaje, que no pierde ocasión alguna para hacer un buen negocio, convence al empresario de la necesidad de adquirir una nueva limosina. Cuando cierra el trato, se dirige a la viuda quien, escandalizada, siente cómo los ojos del vendedor recorren su maduro y solitario cuerpo mientras le ofrece un lujoso modelo.

De ahí en adelante la película cambia el tono y se dedica a mostrar a un personaje estupendo, fresco, lleno de vitalidad, ambición y humor, y lo que era simplemente comedia se transforma en algo más tenso y violento. El marido de una de las secretarias (amante del personaje) irrumpe en el negocio de autos, armado y dispuesto a secuestrar a todo el mundo mientras hace una serie de exigencias a la policía. Lo que ocurre durante las horas del secuestro, lo que pasa mientras el mejor vendedor de autos intenta manejar la situación, forma parte de una película muy inteligente, cómica y venenosa, excelente radiografía de la condición humana, puesta a prueba bajo las peores circunstancias.


"Punto de impacto". Dirigida por John Mackenzie. Con Brian Dennehy.

Si el protagonista de "Un mujeriego en apuros" descubre que sus relaciones sentimentales con mujeres ajenas, aveces desaforadas y comprometedoras, son la fuente de sus peores conflictos, el personaje principal de "Punto de impacto" también está convencido del origen de sus problemas. Analiza una serie de circunstancias que lo lleva a establecer una teoría que muchos.

"Del boxeo" es una meditación seria sobre lo que sucede en el cuadrilátero y fuera de él, llevada a cabo en 17 breves capítulos o rounds, en cada uno de los cuales la autora se enfrenta a un tema específico. Aquí muestra su incisivo ingenio para el comentario, la nota ilustrativa, la metáfora y la observación acerca de la sencilla sicología del boxeador. En las descripciones de su acontecer,-los por menores del negocio multimillonario, las citas oportunas y en su itinerario histórico, Carrol Oates maneja el tema con aguda destreza. Y aunque no considera que el boxeo sea un deporte -porque en realidad "es la vida"-, lo explica como si el combate fuera una historia, un drama sin palabras, en el que los pugilistas se sumen para establecer "una experiencia absoluta, una pública rendición de cuentas en los límites de su ser".

Carrol Oates lleva sus observaciones de la vida social a la intimidad de los mecanismos sicológicos que activan eso que ella ha llamado "la doble personalidad del boxeador". Uno es el hombre en sociedad, otro el combatiente en el centro del ring. Y es en este lugar donde el boxeador se desdobla según la suma de sus cualidades físicas y sicológicas, donde pone en marcha ciertos mecanismos secretos que, como en el caso de Jack La Motta, subliman procesos sicológicos complejos.
La Motta, por ejemplo, creyó haber matado a un hombre en un atraco y, sintiéndose culpable, se lanzó al boxeo tanto para ser herido y castigado, como para herir. Para Carrol Oates no hay lugar del deporte ni del deportista que pueda quedar por fuera de su análisis.

Y desde luego, en el ensayo van apareciendo las figuras legendarias: Jack la Motta, Jack Dempsey, Rocky Marciano, Joe Louis, Muhammad Alí, Sugar Ray Robinson, etc., con un despliegue formidable de recursos para hacer volver a los pugilistas sobre el ring desde diversos puntos de vista. Si algunos de los nombres de los boxeadores se le antojan poéticos a la autora, también ciertas frases citadas vienen a ser indicaciones de esa poesía en estado puro, como la declararón de Joe Frazier, "Yo no quiero noquear a mi adversario. Quiero pegarle, alejarme y mirar cómo le duele. Yo quiero su corazón".