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CASA MEDINA

Una joya arquitectónica se convierte en el hotel más sofisticado de Colombia

30 de mayo de 1988

El recientemente inaugurado Hotel Casa Medina es mucho más que un simple hotel. Gran parte de su importancia radica en la declaratoria de patrimonio arquitectónico de la ciudad, con que lo distinguió, en diciembre de 1984, el gobierno de Belisario Betancur. La medida salvadora llegó, precisamente, cuando varios constructores estaban pugnando por taquirirlo, con la intención de demolerlo para darle paso a una de las frías torres de oficinas, que están remplazando las pocas joyas urbanísticas que quedan en la capital.
La historia del edificio, más conocido por los bogotanos como la "Casa Medina", se remonta al año 1945. En esa época, el arquitecto Santiago Medina Mejía inició su construcción con la intención de convertirlo en un edificio de apartamentos. Una idea osada para su tiempo si se tiene en cuenta que en ese exclusivo sector, calle 70 con carrera 7a., estaban de moda las amplias casas, muy apetecidas por las grandes familias. Medina, influenciado por más de 20 años de residencia en Francia, mezcló en las proporciones justas las tendencias europeas con las características nativas para lograr una obra mesurada, con una personalidad propia. Como lo expresó a SEMANA la arquitecta Silvia Arango, "se trata de un estilo autoctonista europeizante. Tiene algo de normando, pero no se deja encasillar, no es un estilo académico como lo son el barroco o el neo-clásico, por ejemplo".
Si hay algo que caracteriza las obras de Santiago Medina es la perfección en los detalles. Y la Casa Medina no es la excepción. Personalmente dirigió los trabajos de talla en madera, verdaderas obras de artesanía que hoy se pueden apreciar en las puertas de habitaciones y salones, y en los techos de la última planta. Así mismo, la forja de barandales y balaustradas son una muestra de su cuidado en los detalles. Además, buena parte de los materiales para la construcción, especialmente la piedra, fueron adquiridos en dos de las más importantes demoliciones de la época: el convento de Santo Domingo, donde actualmente se encuentra el edifico Murillo Toro, y el de San Agustín. De allí también provienen las columnas que, a manera de adorno, están ubicadas en la entrada y en el interior de la construcción.
Por todas estas razones, una vez terminados los trabajos, la Casa Medina pasó a ser uno de los edificios de habitación más codiciados de la ciudad. Sus ocho apartamentos, seis garajes y tres locales (estos últimos ubicados en la primera planta, sobre la carrera 7a.), rara vez estuvieron desocupados. Durante casi tres décadas sus moradores disfrutaron de sus comodidades hasta que, por culpa de la congelación de los cánones de arrendamiento, la familia Medina se vio en la obligación de abrirle venta. En aquel entonces, comienzos de la década de los 80, los arrendatarios pagaban mensualidades que difícilmente superaban los siete mil pesos por apartamentos de tres habitaciones precio desde todo punto de vista insuficiente para sufragar los gastos de mantenimiento del edificio.
Fue entonces cuando, motivados por la posibilidad de adquirir un buen lote en uno de los sitios más codiciados de la ciudad, varios arquitectos presentaron sus ofertas a la familia Medina. Los propietarios, conscientes del valor artístico del inmueble, dilataron la venta hasta que apareció el constructor Pedro Gómez Barrero --el mismo de Unicentro, La Fontana y Plenitud-- quien, bajo la promesa de conservar el edificio, lo adquirió por una suma cercana a los 70 millones de pesos. La transacción se llevó a cabo en junio de 1984. A partir de ese momento, el comprador se dio a la tarea de decidir sobre el futuro de la construcción. Seis meses después, en diciembre del 84, la resolución 3002 de diciembre 10 del 84 firmada por el presidente Betancur y por su ministra de Educación, Doris Eder de Zambrano, lo declaró como patrimonio arquitectónico de la ciudad. En ese momento, los arquitectos de Multicentros S.A. se encontraban estudiando las diferentes opciones para su remodelación. Desde un comienzo se había descartado la posibilidad de convertirlo en sede de oficinas, pues las reformas necesarias para este fin --luces de neón, redistribución de espacios, etc.-- iban a arruinar gran parte de los valores artísticos de la Casa Medina.
La decisión más acertada fue la convertirlo en hotel. Las labores de adecuación se le encargaron a la arquitecta Luisa Amelia Pinto, quien se dedicó a estudiar las fórmulas más aptas y que implicaran menores cambios. Una vez concluidos los trámites de rigor, que incluyeron aprobaciones por parte de Colcultura y de la Corporación Nacional de Turismo, se iniciaron los trabajos. Fue necesario tumbar unos pocos muros originales y levantar algunos nuevos para llegal a las 24 habitaciones tipo suite, que hoy conforman este exclusivo hotel de cinco estrellas. Fue necesario también construir baños adecuados para cada cuarto, y es así como los huéspedes pueden contar con unos espaciosos y enchapados en mármol. De otro lado, los pisos, la escalera central y las chimeneas talladas en piedra se conservan tal cual las dejara el constructor. Por razones de su nueva destinación, fue necesario construir dos ascensores, uno para huéspedes y otro para servicio, que están acertadamente camuflados tras algunas de las columnas que adornan la edificación.
Los cambios más importantes y notorios se realizaron en la planta baja, donde fue necesario adecuar los espacios para darle cabida a las cocinas industriales, a los depósitos, las calderas e instalaciones de seguridad. En cuanto a las habitaciones, se puede decir que no hay una igual a otra.
Van desde la suite sencilla hasta las dobles, con chimenea y sala espaciosa, con tarifas que fluctúan entre los 18 mil y los 42 mil pesos diarios, que lo convierten en el más caro del país. Pero, sin duda alguna, el cliente está siendo ampliamente retribuido.
Las labores de adecuación, que duraron algo más de dos años, tuvieron un costo cercano a los 300 millones de pesos (una parte fue financiada por la Corporación Nacional de Turismo) a los que se deben sumar alrededor de 00 millones que costó la dotación.
Sin duda la labor de decoración y, moblamiento, realizados por el diseñador Fernando Reyes Elicechea, le dan al hotel una sensación de obriedad bastante acogedora. Un restaurante francés y un bar de estilo inglés complementan los servicios del Hotel Casa Medina, cuya fachada original, a excepción de la ventanería (que fue remodelada para aislar los ruidos provenientes de la transitada esquina en que se encuentra) y las bahías de acceso para los carros, se conserva intacta. Su conservación y adecuación a hotel es un paso importante en la revolución hotelera que ha tenido lugar, en los últimos años, en Bogotá.--