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EL CUADRILATERO DEL PEN CLUB

700 escritores de 45 países se reunieron en Nueva York para analizar un tema que provocó encontronazos, gritos e insultos: sus relaciones con el Estado

24 de febrero de 1986

Norman Mailer amante del escándalo y los gestos vulgares, debió frotarse las manos satisfecho, 72 horas antes de la inauguración del congreso anual del Pen Club Internacional en Nueva York: sin consultarle a nadie había invitado para ese acto al secretario de Estado, George Shultz y las críticas ya se hacían sentir. Su antecesor en la presidencia del Pen norteamericano, Galway Kinnell dijo que aunque estuviera de acuerdo con esta administación reachazaría cualquier participación oficial en el congreso del Pen" mientras E.L. Doctorow famoso por su novela Ragtime dijo que ese gesto, coloca al Pen a los pies de la administración más derchista que ha tenido este país en toda su historia" pero John Updike, tan célebre como el anterior, defendió la idea de tener al funcionario en esa ceremonia.
Por supuesto cuando Shultz llegó en la noche del domingo 12 a leer su discurso que sería calificado de liberal por el mismo Mailer, ya el ambiente estaba caldeado: un pequeño grupo de escritores se salió del enorme salón de la Biblioteca Pública, mientras algunos silbaban y otros, encabezados por la sudafricana Nadine Gordimer y los norteamericanos Susan Sontag, Galway Kinnell, Richard Howard y Richard Gilman intentaban que se leyera públicamente un manifiesto en el que acusaban a Shultz y al gobierno Reagan de "apoyar gobiernos que silencian, aprisionan y hasta torturan a ciudadanos por sus ideas. Durante su administración el Departamento de Estado ha excluido a numerosos escritores extranjeros de Estados Unidos utilizando la enmienda McCarran Waller". Esa enmienda, que han aplicado al colombiano Gabriel Garcia Márquez en varias ocasiones, impide que una persona vinculada al Partido Comunista o asociaciones anarquistas o que haya divulgado esas ideas por algún medio, pueda entrar a ese país. Para este congreso y gracias a la presión de Mailer y otros escritores, el Departamento de Estado concedió numerosas visas temporales para permitir la asistencia de extranjeros.
Mailer manejó la turbulenta ceremonia a su manera: se hizo el sordo cuando le pidieron que se leyera el citado manifiesto, elogió las ideas liberales de Shultz, y presentó excusas por la silbatina. Por supuesto durante los días siguientes tendria que intentar dejar contentos a todos, mientras el congreso más que una reunión de escritores e intelectuales parecía una arena política con la asistencia de auténticas superestrellas: el Nobel reciente, Claude Simon, la poetisa Rosario Murillo (esposa del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega), Mario Vargas Llosa, Jorge Amado (a quien sorpresivamente y a pesar de sus ideas políticas, se le concedió una visa múltiple), el hungaro George Konrad, los canadienses Robertson Davies y Margaret Artowood, los sudafricanos Nadine Gordimer y J.M. Coetzee, el alemán Gunter Grass, el mexicano Octavio Paz, el japonés Kobo Abe, los norteamericanos Saul Bellow, John Updike, Arthur Miller, William Styron, Toni Morrison, Tom Wolfe, Mary Lee Stelle, Budd Schulberg, Elmore Leonard, Don Delillo, John Irving, entre otros.
Entre los ausentes más notorios estuvieron los soviéticos, cuya Unión de Escritores anunció la no participación de sus afiliados y condenó la presencia en el congreso de numerosos disidentes soviéticos y otros autores contrarios al régimen de Moscú.
A lo largo de las sesiones que fueron a puerta cerrada (para tratar temas como "Censura en Estado Unidos y otros países", "Problema de la identidad nacional", "La alienación y el Estado", "La imaginación utopica", "La posición" "La imaginación del Estado y su punto de vista", "Cómo el Estado usa laimaginación", así como varios paneles sobre la literatura infantil, la traducción el teatro, la literatura científica. la novela y la poesia en Estados Unidos, la literatura latinoamericana entre otros tópicos), permitiendo la entrada solo a recitajes literarios otras actividades menos conflictivas un escritor se destacó por sus distintas posiciones beligerantes y sus batallas verbales con otros colegas: Gunte Grass el autor de "El gato y el raton" se enfrentó a Shultz, luego pelee con Gay Talesc, después con Saul Bellow y más tarde tuvo un encontronazo con Mario Vargas Llosa.
Con sus enormes bigotes el pelo desordenado, una pipa mordida y un pésimo inglés, Grass dijo durante una de las primeras sesiones que se sentía incómodo después de un largo viaje desde Europa para llegar a Nueva York y encontrarse con el señor Shultz hablando de libertad y literatura, añadiendo: "Somos escritores y sabemos lo que significa no poder hablar ni escribir. Y esto ha ocurrido no en Polonia o Bulgaria ni siquiera en Cuba sino aquí en Nueva York y creo que esto es una contradicción que debemos enfrentar". Gay Talese, el autor de "La mujer del prójimo", lo interpeló: "Si el Estado es el enemigo entonces el papel de los escritores y este congreso es conocer mejor al enemigo" y cuando Grass insistía en hacer más preguntas, Talese le dijo: "Pero usted era de los que se anticipaban a no dejar escuchar a los demás".
En esa misma sesión, la poetisa Rosario Murillo pregunto al congreso cómo los escritores podrían utilizar su imaginación para prevenir el genocidio que Estados Unidos cometía contra Nicaragua. Entonces el crítico Rohert Hughes la acusó de exagerada al utilizar el término "genocidio" que sólo le cabria a la matanza de judios cn los años treinta y cuarenta.
En esa misma sesión el poeta norteaamericano Allen Ginsberg luego de atacar la burocracia en la Unión Soviética sus satélites se preguntó cómo Estados Unidos podría enmendar la devastación que ha producido en centroamérica y otras zonas del mundo. En la última mesa redonda del congreso, dedicada expresamente a la política y luego de las exposiciones de Bruno Kreisky, Pierre Elliot Trudeau y George McGovern, Mario Vargas Llosa atacó a los gobiernos de Chile, Cuba; dijo que gran número de los escritores latinoamericanos, partidarios de regimenes de izquierda, van contra la mayoria de los pueblos que quieren la democracia y al citar algunos de esos autores, se refirió Gabriel García Márquez acusándolo de ser un "cortesano" de Fidel Castro. Grass le respondió, que estaba desfigurando la realidad latinoamericana y comentó que era verdaderamente descorazonador que hablara en esos términos de un colega.
Paralelamente a estas actividades durante seis días se realizaría un brillante foro sobre la Traducción en la que Gregory Rabassa revelaría la fórmula que le diera Borges: "No traduzcas lo que yo digo, sino lo que quiero decir".
Cuando sean publicadas las memorias, conferencias y trabajos de este congreso, el número 48 del Pen Internacional, se hará una evaluación más justa del certamen: por ahora queda la imagen de un intenso campo de batalla verbal y la ocasion propicia, como dijo alguien, de poder hablar durante un coctel con tres Premios Nobel y seis Pulitzer sin salir de un rincón. Todo por un millón de dólares. --