Home

Cultura

Artículo

EL LEGADO DE GUILLERMO WIEDEMANN

Una obra que crece y se enriquece con el transcurso del tiempo.

23 de diciembre de 1996

La formación artística de Guillermo Wiedemann se llevó a cabo en Alemania, país donde nació en 1905, pero la consolidación de su obra y el reconocimiento de sus logros tuvieron lugar en Colombia, su país adoptivo, en el cual trabajó durante 30 años hasta su muerte, ocurrida en 1969. El impecable volumen sobre su trabajo que acaba de publicar Benjamín Villegas permite una mirada objetiva desde la perspectiva de estos tiempos posmodernos a la producción de una de las figuras más descollantes del modernismo pictórico en el país. La concordancia de la obra de Wiedemann con las prioridades artísticas de la era que le correspondió vivir se hace patente a través de las reproducciones que ilustran el libro, las cuales posibilitan un fácil reconocimiento de los distintos énfasis que fueron apareciendo o desapareciendo en un trabajo en cuyo desarrollo no hubo cambios radicales sino un constante fluir de sensibilidad y raciocinios. Son evidentes, por ejemplo, los propósitos líricos de sus formas y colores, y también su búsqueda de un estilo propio para expresar "lo no dicho", lo que es intransmisible a través de las palabras y que para el artista estaba íntimamente ligado con las sensaciones, emociones y pensamientos que le suscitaba su propia producción. En pos de esos objetivos Wiedemann se internó primero en el paisaje, la vegetación y la población de raza negra de la Costa Pacífica colombiana, los cuales interpretó sin ningún ánimo anecdótico. Sus personajes son distantes y herméticos, puesto que los valores que estimulaban su representación no tenían que ver con las implicaciones culturales o sociales de la realidad, sino con el mundo interior del artista y con su libertad creativa. Pero a su vez su abstracción partía siempre del mundo exterior, de las circunstancias de la vida, y refleja las reacciones que le provocaba la contemplación del crecimiento orgánico, del movimiento, de la naturaleza, de la luz. El color fue siempre el principal ingrediente de su obra. Con el color consiguió la poesía y el misterio, pero también la composición y la estructura, que en las acuarelas tienen una luminosidad acorde con la liquidez y transparencia características del medio, mientras que en los óleos son más sólidas y densas pero siempre equilibradas tonalmente y con la profundidad que resulta de intuitivas superposiciones cromáticas. La geometría apareció en su trabajo a través de la línea recta de algunas representaciones, y también de los collages, sus propuestas más audaces, pero ni la geometría representaba un abandono de la sensibilidad como guía, ni los collages implicaban una duda sobre la validez de la pintura. Por el contrario, una sabia combinación de espontaneidad y reflexión acompañó su producción hasta el final, y su empleo de materiales de desecho, lejos de constituir un cuestionamiento a la bidimensionalidad, estaba orientado a subrayar la variedad de sugerencias que ofrecen las texturas y la importancia de cada uno de los elementos y detalles en sus composiciones. La investigación sobre la vida y el trabajo de Wiedemann fue conducida por Santiago Mutis, quien intercala con su texto comentarios de Walter Engel, Casimiro Eigger y Marta Traba, los cuales permiten seguir cronológicamente las respuestas de la crítica ante el trabajo de este artista que supo combinar un espíritu inquisitivo con una imaginación sin restricciones para realizar unas obras que se cuentan entre las más sobresalientes en la historia de la pintura colombiana.