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ESCÁNDALO

La serie que puso contra las cuerdas a Lula Da Silva y a Dilma Rousseff

Una producción de Netflix muestra cómo se destapó el caso de corrupción más grande en la historia de Brasil, que desembocó en el escándalo de Odebrecht. SEMANA habló con José Padilha, su director.

7 de abril de 2018

Al comienzo de cada capítulo de El mecanismo, una de las series más recientes de Netflix, aparece un mensaje sobre una pantalla negra: “Este programa es una obra de ficción inspirada libremente en eventos reales. Personajes, situaciones y otros elementos fueron adaptados para efecto dramático”. Pero como suele suceder en ese tipo de adaptaciones, la advertencia no ha servido de mucho; la serie que cuenta cómo se descubrió el caso Lava Jato en Brasil ha desatado una aguda polémica.

Y no es para menos, pues se trata del escándalo de corrupción más grave en la historia de ese país, que sacó de su cargo a la presidenta Dilma Rousseff, que hoy tiene a Lula da Silva con un pie en la cárcel y que se extendió al resto de América Latina (incluida Colombia) a través del caso Odebrecht.

En la misma semana en la que el tribunal supremo de Brasil negó el recurso de habeas corpus con el que Lula quería evitar que lo pusieran preso, el expresidente ya había salido a criticar abiertamente la serie y a amenazar con acciones legales: “Aviso que nosotros vamos a denunciar a los responsables aquí o en cualquier lugar porque han producido una pieza que es una mentira más”. No fue el único. Dilma Rousseff acusó a la serie en su cuenta de Facebook de “distorsionar la realidad y propagar mentiras de toda suerte” y lanzó una amenaza: “El consejo de Netflix no sabe en qué se metió”. Como ellos, miles de brasileños se han expresado a favor o en contra, los periódicos han publicado análisis y los críticos han tomado partido. Nadie se ha quedado indiferente.

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La serie, producida y dirigida por el brasileño Jose Padilha (el mismo de Narcos y Tropa de elite), es una apuesta arriesgada que aparece en un momento político complicado, cuando Brasil está ad portas de unas elecciones presidenciales, que tienen a Lula de favorito, y cuando los juicios por el caso no han terminado. Según sus creadores, este drama de ficción se basa en el libro Lava Jato: el juez Sérgio Moro y los bastidores de la operación que sacudió a Brasil, una investigación del periodista Vladimir Netto. Y aunque la trama principal se enfoca en la historia de los policías que descubrieron el sistema de sobornos de las empresas constructoras a los políticos para favorecerlas con contratos en Petrobras, las figuras de los personajes más reconocidos, que aún influyen en la política brasileña, aparecen constantemente. Tienen nombres ficticios, pero eso no evita que cualquiera haga la relación: Marcelo Odebrecht, Lula da Silva, Dilma Rousseff o Michel Temer.

Sin embargo, para sus creadores la serie no pretende influir en la situación política de Brasil. “Esta no es una serie paralela a lo que está pasando en este momento, no se enfoca en lo de hoy, no es un noticiero –explicó Padilha en entrevista con SEMANA–. Comienza diez años atrás, así que las cosas que muestra ya sucedieron y ya sabemos, gracias a las investigaciones, cómo fueron los hechos”. En sus ocho primeros capítulos, de hecho, la serie cuenta cómo el policía Marco Ruffo (basado en el agente Gerson Machado) y Verena Cardoni (su compañera, en la vida real la agente Erika Marena) persiguen a Alberto Youseff, un cambista inspirado en Roberto Ibrahim, por quien se destapó el escándalo. “El policía protagonista –cuenta Padilha– es un personaje real que comenzó a investigar hace diez años, que alcanzó a atrapar a Ibrahim, pero quien por la legislación de la época no pudo avanzar en su pesquisa. Su obsesión, en parte, sacó adelante este caso, pues motivó a su compañera a seguir adelante con la investigación”.

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Para los críticos, la serie se inclina contra Lula y Dilma. El columnista Paulo Roberto Pires dijo en la revista Época que es una ficción ingenua y engañosa, que simplifica los problemas políticos, históricos y sociales de Brasil. Muchos otros, además, han denunciado que los guiones asumen algunas licencias que deforman la realidad. En la serie, por ejemplo, hacen ver como si Roberto Ibrahim (el cambista que lavaba el dinero de los sobornos) hubiera hecho parte de la campaña presidencial de Dilma, pero no fue así. O ponen en boca de Lula una frase que en realidad dijo un senador opositor. Padilha dice que esas críticas no tienen sentido: “Mi posición en Brasil es bien conocida. Yo no creo en ninguna ideología y, por eso, puedo ver que la corrupción no es algo que ocurra de vez en cuando, sino que es la lógica en el sistema político. Tanto con la derecha como con la izquierda”.

Quienes apoyan la serie, por su parte, dicen que esas licencias dramáticas no le quitan una de sus mayores cualidades: mostrar cómo la corrupción se enquistó en la política brasileña y cómo un grupo de personas (tanto policías como jueces) decidieron enfrentarla. “La corrupción lo afecta todo: la seguridad en las ciudades, la educación, la salud”, cuenta Padilha.

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El tema también toca al resto de América Latina, pues cuando el caso Lava Jato evolucionó, quedó demostrado que en casi todos los países había sobornos. En ese sentido, uno de los personajes más interesantes es el de Marcelo Odebrecht (en la serie Ricardo Brecht), el gerente de la constructora (Miller & Brecht en la ficción) que tiene en apuros a presidentes y senadores del continente. De hecho, en una de las escenas más comentadas, está cuadrando en una reunión los sobornos para las elecciones en Brasil. Cuando le preguntan por qué les entrega plata a ambos bandos si ya es claro el favorito, responde: “Nunca se sabe con las próximas elecciones, siempre damos para ambos lados. Es política de la familia”.

En todo caso, la serie arrancó con pie derecho. Las críticas de Lula y de Dilma no han hecho más que popularizarla y su coincidencia con la muy segura llegada del expresidente a la cárcel (que al cierre de esta edición, era inminente) la puso en el primer plano de muchos espectadores en el mundo entero. Y como la situación política de Brasil, seguirá dando mucho de qué hablar.