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Seis de las 122 piezas del tesoro quimbaya que el presidente Carlos Holguín Mallarino regaló a la reina de España María Cristina de Hasburgo, en 1893, expuestos en el Museo de América de Madrid. Los quimbayas habitaron la zona media del río Cauca, actualmente los departamentos de Caldas, Quindío y Risaralda. | Foto: A.F.P.

RECLAMACIÓN

El tesoro quimbaya: un regalo dorado

Avanza una batalla legal para que España devuelva a Colombia 122 piezas de oro que su gobierno le regaló a la reina María Cristina en 1893. Nada garantiza el regreso de ese tesoro invaluable.

30 de enero de 2016

En 1893, el presidente Carlos Holguín Mallarino le envió un regalo a la Corona española que motivó un mensaje de gratitud de la reina María Cristina de Habsburgo: “Yo siempre creí que vuestro país era fabuloso en bienes artísticos, pero veo que lo es aún más en la nobleza e hidalguía de sus gentes”. Se trataba del tesoro quimbaya: 122 piezas de oro que habían llegado a la península para una exposición sobre los 400 años del descubrimiento de América, y se quedaron allí.

El júbilo de la reina fue proporcional a la molestia de los colombianos que no entendieron por qué Holguín había hecho semejante regalo, con el argumento de que se trataba de un gesto de gratitud por el apoyo que ella y su país le brindaron a Colombia en un conflicto limítrofe con Venezuela. Muchos años después varios ciudadanos empezaron a reclamar la devolución de las piezas, basados en que el acto del presidente Holguín no contó con el consentimiento del Congreso.

Ese descontento desencadenó una batalla legal que hoy cumple nueve años, y que el jueves vivió un capítulo importante: la Corte Constitucional celebró una audiencia en la que escuchó a los interesados y en los próximos meses dará su veredicto. Sin embargo, Gonzalo Castellanos, asesor de políticas culturales, sostiene que la reclamación no está amparada en ningún tratado internacional y que la única salida de Colombia es la vía diplomática. “Así como el gobierno ha sido muy protector del patrimonio, sería muy bienvenido que promoviera una gestión de buena voluntad con España para acceder al tesoro”.

Hay varias posiciones en esta puja: la del gobierno, para cuyos voceros, como la vicecanciller Patti Londoño, el regalo de Holguín es un acto “legítimo y legal”. La de los organismos de control, que sostienen que su repatriación es esencial para la memoria de los pueblos indígenas. Y la de gestores culturales españoles como Fernando Vicario, director del área de cultura de la Oganización de Estados Iberoamericanos, quien dijo que “lograr que el tesoro quimbaya regrese es un paso para consolidar un espacio cultural iberoamericano en un mundo en el que los símbolos deben tener más fuerza que los asuntos burocráticos y legislativos”.

Sin embargo, hay un elemento más en juego: las relaciones entre Colombia y España están atravesando otra tensión por el galeón español San José, hallado en aguas colombianas en noviembre. Y más allá de la buena voluntad de algunos, nada indica que el gobierno español esté dispuesto a devolver el tesoro quimbaya, sin que haya ningún mecanismo legal para obligarlo.

La historia

El tesoro comprende unas 430 piezas halladas por guaqueros en 1890 en La Soledad, muy cerca de Quimbaya y Filandia (Quindío). Reposaba en una tumba en la que, al parecer, había sido enterrado un cacique o alguien de alto rango. Los saqueadores encontraron ajuares funerarios de oro y cerámica de unos 2.000 años de antigüedad, pertenecientes al periodo quimbaya clásico. Encontraron, además, instrumentos musicales, cascos, narigueras, orejeras, collares, cascabeles, pendientes y figuras antropomorfas. Se calcula que el tesoro pesa 200 libras o 90 kilogramos.

Las piezas de mayor interés son las estatuillas de figuras humanas desnudas que el historiador de arte Pablo Gamboa Hinestrosa ha descrito: se trata de seis pequeñas esculturas huecas que también servían como recipientes, modeladas en cera y luego fundidas en oro, de formas simples con especial énfasis en la cabeza y los rasgos faciales, que miden entre 15 y 30 centímetros.

En aquel tesoro, que hoy reposa en el Museo de América de Madrid, hay también 11 recipientes o poporos de formas esféricas, utilizados por los indígenas para mambear coca. Además contiene una corona, seis cascos elaborados en técnica de laminado y una escultura en forma de cabeza.

Jaime Lopera Gutiérrez, presidente de la Academia de Historia del Quindío –que en 2003 comenzó una campaña para que las joyas regresaran a Colombia–, cuenta que el gobierno compró las 122 piezas de oro por unos 70.000 pesos. Gamboa señala que la persona que halló el tesoro vendió inicialmente las piezas de cerámica y conservó las de oro, y tiempo después empezó a ofrecer las joyas a compradores en Pereira, entre ellos al coleccionista italiano Carlos Bedobelli, quien se hizo a buena parte del tesoro para luego venderlo en Europa y Estados Unidos. El destino de esas joyas bien pudo ser el que sufrieron innumerables piezas desenterradas por esos mismos años, que eran adquiridas por las casas de fundición de Medellín para luego terminar en el mercado europeo en forma de lingotes. de oro.

Las piezas que compró Holguín con dineros públicos sumaban 42 libras de oro (casi 20 kilogramos) de un total de 200 libras extraídas por los guaqueros. Holguín las adquirió inicialmente con la idea de atender en 1892 la convocatoria que el gobierno español hizo a los países hispanoamericanos para que enviaran objetos representativos de sus culturas a una gran exposición universal. Un año después el tesoro quimbaya volvió a aparecer en Madrid en una exposición y en ese momento Holguín se lo regaló a la reina.

Gamboa sostiene que el valor de este tesoro radica en su “perfección formal” y en su “depurado sentido estético”. Los quimbaya –que resistieron férreamente a la colonización y se extinguieron como pueblo hacia 1700– desarrollaron la orfebrería con el detalle, la perfección y el gusto estético que no logró ningún otro pueblo prehispánico. Los conocedores resaltan su simetría, la elegancia, la sencillez, la discreción, la sobriedad, la exactitud de sus trazos, el empeño en la línea perfecta.

Los adornos de oro se convirtieron en el distintivo de este pueblo. Los más poderosos lucían coronas y cascos –símbolo de prestigio y poder espiritual–, collares, varios pares de orejeras y nariguera. Los ajuares iban con ellos hasta la tumba. Y gracias a esa tradición hoy se puede hablar del quimbaya, “uno de los tesoros de orfebrería prehispánicos más alucinantes de que se tenga noticia histórica”, como escribió Gonzalo Castellanos en su columna de El Tiempo.

Lopera dice que recuperar el tesoro le permitiría al país “garantizar un poco de dignidad y de identidad nacional muy necesarias”. El retorno de esas 122 piezas reivindicaría además el legado de este pueblo arrasado en la Colonia y, al mismo tiempo, un ejercicio de memoria, también muy necesario cuando se está negociando la paz.