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LA COLECTIVIZACION DE LA ADOLESCENCIA

"El último americano virgen" demuestra que el público sigue respondiendole al humor prefabricado.

18 de julio de 1983

"El último americano virgen" es otro caso de película que parece no resistir un análisis serio y que, por el contrario, el público acoge favorablemente con risas y aplausos. De ahí, una vez más, la tentación de decir "que desperdicio de tiempo y de dólares", de gritarle a los que están comprando boleta para entrar a nocturna que se vayan a ver algo mejor o que regresen a sus casas. De nuevo el impulso a descalificar al público. ¿De qué se ríe? ¿Qué es lo que le gusta de esa película?
Tentaciones e impulsos plenamente justificados y ustedes estarán de acuerdo si les sintetizo o recuerdo algo de la película: el trío de adolescentes en el suspenso de la primera experiencia sexual, uno es tímido (Gary, se llama esta vez), el otro es un gordo más lanzado (David) y, no podía faltar, Rick, el más atractivo para las mujeres y el más seguro. A Gary siempre le toca la más fea, es el único que siente amor, que no se quiere simplemente divertir con las muchachas, que por amor hace cosas increibles y que al final ve que sus ideales era utópicos. Es el último americano virgen.
Parece que los comentaristas de cine pertenecemos a una generación que busca más densidad sicológica en los personajes. Nos gusta la película que sitúa a los seres en un contexto que los haga aparecer como resultado de una situación compleja, nos atrae la coherencia interna de la obra. Por eso nos molestan escenas como esa en que la muchacha manda al gordo David a contar hasta cien mientras ella se desnuda únicamente porque se necesita que en ese rato lleguen los dueños de la casa, saquen al grupo de jóvenes, la señora se acueste y David, al entrar, la confunda con su pareja que ya lo debía estar esperando en la cama. Un chiste armado a la fuerza.
Cada día se ven más películas así, con personajes no justificados, que se arman uniendo una serie de chistes prefabricados (el botar a la piscina un muchacho vestido, la llegada imprevista, la pelea a gritos en la biblioteca) Y el público les sigue respondiendo en la taquilla.
Y al oir las risas uno piensa que definitivamente es de otra generación y que los otros se satisfacen con poco. Sería fantástico que las cosas fueran así de simples. Todo quedaría solucionado tan fácilmente (¡y de paso uno quedaría tan bien!).
Lo criticable de estas películas no es que se construyan con esquemas, que los tienen en abundancia, ni la falta de densidad psicológica en los personajes. Estos son elementos que de hecho estimulan eso que podríamos llamar la memoria colectiva de la adolescencia: el despertar a la sexualidad, las inquietudes por el cuerpo del otro sexo y, en el hombre, por la "dotación" genital, la dualidad entre atracción y miedo ante lo que tanto tiempo se ha deseado, el sueño de una gran aventura en la cual uno es el héroe que lo sacrifica todo, hasta el orgullo, por el amor, sueño que termina en el fracaso o derrota autorrepresiva o autopunitiva.
Porque existen estos elementos con capacidad de pulsar esa memoria del adolescente que permanece en nosotros, la película tiene fuerza para hacernos responder. Esto puede explicar, al menos como hipótesis, el éxito de la película. Aunque todavía quedaría por preguntarnos e investigar si se puede hablar tan genéricamente de "memoria colectiva de la adolescencia" o si habría que matizar un poco para hablar de una memoria, la de un sector social, el que vive así su adolescencia.
Pero, prescindiendo de este problema que queda abierto, lo que me parece criticable en la película es que inserte esos elementos de referencia a la adolescencia en el mito del "pasadoamor" y del "último", mitos que impiden pensar tanto en el pasado como en el presente. Ni siquiera dejan pensar la dimensión amor del presente.
Quedaría por fuera toda posibilidad de pensarla como otra forma de amar, distinta de la del Pasado.