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El abogado retirado Manel Loureiro explica los motivos de su éxito y cómo fue su transición de la jurisprudencia a la literatura.
El abogado retirado Manel Loureiro explica los motivos de su éxito y cómo fue su transición de la jurisprudencia a la literatura. | Foto: Camila Salas Rodríguez

Entrevista

“Los abogados tenemos una mente calenturienta y maquiavélica”: Manel Loureiro

Manel Loureiro, autor de La ladrona de huesos, habla con SEMANA de su novela, del amor, del desamor y de por qué los juristas suelen terminar en las letras de ficción. Supera el millón de ventas en Estados Unidos.

13 de agosto de 2022

SEMANA: La ladrona de huesos es una historia llena de vericuetos. ¿Cómo llegó a ese enredo?

Manel Loureiro: La ladrona de huesos empieza una fría noche de mayo. Una pareja, Laura y Carlos, están cenando en un restaurante cuando, de repente, ella se ausenta un momento de la mesa y al volver descubre que Carlos ha desaparecido. Minutos después, recibe una llamada de teléfono. Una voz de hombre le dice que, si quiere volver a ver a Carlos con vida, solo tiene que hacer una cosa. Tiene que entrar en la Catedral de Santiago de Compostela, uno de los templos más vigilados, más venerados y más conocidos de toda la cristiandad. Luego, bajar a la cripta y robar los huesos del apóstol Santiago. Además, solo tiene siete días para hacerlo. Es una historia de mentiras, de atracos, de descubrimientos, de amor y desamor.

Semana: ¿Cómo es su proceso creativo?

M.L.: A mí también me parece muy intrigante mi proceso creativo. Nos daría para hablar mucho, sería casi una psicoterapia. Normalmente, hay que diferenciar entre una idea y una historia. No todas las ideas son historias. ¿Cuándo una idea se convierte en historia? Es cuando es capaz de responder a las preguntas que le formulen y encima genera más preguntas. Sabes que ahí hay algo. Las ideas generalmente surgen de pequeñas experiencias personales, de cosas que acumulas.

Semana: Usted es abogado y ejerció en el pasado. ¿Ha repercutido eso en su escritura?

M.L.: Lo más importante que he heredado de la época que trabajé como abogado es la necesidad de saber organizar bien las cosas. Cuando trabajaba como abogado, yo tenía que preparar un escrito para que lo leyera un juez, la otra parte iba a hacer lo mismo. Su señoría no tenía idea de cuál de los dos estaba diciendo la verdad. Era muy importante que la explicación que yo le diera fuera razonable, fácil de entender, sencilla de leer y, en definitiva, mucho más coherente que la que pudiese presentar la parte contraria. La claridad expositiva era fundamental, eso sí que lo he heredado de mi época como abogado. Es hoy la capacidad de encontrar excusas absurdas para cuestiones de lo más incoherentes.

Semana: En cuestiones de argumentación…

M.L.: La gente tiene un concepto muy equivocado del mundo jurídico. Es bastante más aburrido y prosaico de lo que la gente se puede imaginar. Por cada caso escabroso y lleno de recovecos, misterios y sombras, hay 25 divorcios, 17 decisiones mercantiles, 47 apelaciones y un señor que está enojado con otro por un lindero.

Semana: Muchos abogados triunfan cuando pasan a ser escritores...

M.L.: Nos escapamos, precisamente, por eso que te he explicado. Porque necesitamos aprender a escribir bien para poder prosperar en ese complicado mundo. Una vez que estamos escribiendo aprovechamos esas lecciones y en el fondo tenemos una mente un tanto calenturienta y maquiavélica.

Semana: Hablemos nuevamente de sus libros. ¿De dónde el gusto por la literatura?

M.L.: He sido lector compulsivo. Yo tengo una colección de más de 4.000 volúmenes y creciendo. Soy acaparador de libros. Soy bibliófilo. Yo he leído desde muy crío, pero jamás habría pensado que iba a dedicarme a escribir, era algo que ni se me pasaba por la cabeza. Yo empecé a escribir por accidente. Pero sí que es cierto que yo de niño tuve un momento que para mí fue de cristalización. Hubo dos momentos: el primer momento fue el primer libro que yo leí.

Semana: ¿Cuál fue ese primer libro?

M.L.: Fue el primer libro que leí que no tenía dibujos. Con 9 años leí Rebelión en la granja, de George Orwell. Para mí, en aquel momento, era un cuento de animalitos que se revelaban en una granja. Ese cuento se transforma en algo terrible cuando los cerdos se empiezan a comportar como los dueños humanos de la granja. Las gallinas son tontas, acríticas y aplauden todas las decisiones. Hay un caballo que se mata a sí mismo porque cree en esa revolución. Entonces, imagínate un niño que lee un texto que espera que termine con un final feliz y, de repente, se transforma en una historia horrorosa. Eso para mí fue la primera luz.

Semana: ¿Y el segundo momento?

M.L.: Tropecé con Julio Verne y, claro, un señor francés que llevaba 100 años muerto, me volvió loco. Estaban las obras completas en casa de mis abuelos, encuadernadas en cuero, en papel biblia y me fui robando los ejemplares. Yo pensaba que me los robaba, mis abuelos fingían no darse cuenta. Hice 20 leguas de viaje submarino con Julio Verne, fui de la Tierra a la luna y ahí me enamoré. Me enamoré perdidamente de la literatura. Descubrí que eso iba a estar presente en mi vida, siempre. Que yo podría hacer mil cosas, pero que siempre habría un libro cerca, seguro. Así ha sido y así va a ser. Lo que no sabía era que me iba a acabar pasando al otro lado. Que me iba a acabar transformando en el creador de historias.

Semana: Con más de un millón de copias en Estados Unidos, ¿esperaba ese éxito?

M.L.: Estas cosas te dan mucho vértigo. Es como el libro La ladrona de huesos. La primera edición salió en España hace tres meses. Salió con 50.000 ejemplares, ya vamos por la tercera edición. Yo voy como subido en un tsunami, soy un barquito subido en ese tsunami. Lo disfruto mucho.

Semana: Es muy interesante el rol de la fe en la novela. ¿Por qué podría ser cautivador para los católicos La ladrona de huesos?

M.L.: Porque habla de la importancia de los símbolos. Las reliquias fueron fundamentales para la fe durante la Edad Media. Era la medida que tenían los hombres de poder tocar físicamente lo espiritual. Era la manera de ponerse en contacto con Dios. Sí que es verdad que los siglos pasan y nos damos cuenta de que muchas de esas reliquias no eran auténticas. Hay seis prepucios del niño Jesús en seis iglesias distintas. Lo cual es biológicamente imposible. Ni siquiera se sabe si los huesos del apóstol san Pablo son genuinamente los de él. Pero eso no es lo importante, lo importante de las reliquias es su labor como símbolo, que representa lo que somos. La conexión espiritual que para la gente creyente supone con su fe.

Semana: Hay quienes piensan que los personajes a los que les pasan cosas malas ayudan a las personas a hacer catarsis, a sanar las heridas. ¿Ayuda Laura a las personas a reconciliarse con el pasado?

M.L.: La ladrona de huesos es una historia de empoderamiento femenino. Me apetecía mucho contar la historia de una mujer que empezara a tomar las riendas de su vida. Una persona que ha sido manipulada, que ha pasado toda su existencia haciendo cosas para los demás y tratando de satisfacer a otros en relaciones muy tóxicas emocionalmente. Laura le va a dar una lección a mucha gente.

Semana: Dicen que los artistas ven cosas que otros no pueden y que son adelantados a su época. Hace cuatro años usted dijo que habría una pandemia. ¿Cómo fue eso?

M.L.: No sé si es una bendición o una maldición. En el año 2017 se publica una novela, que se titula Veinte, y habla sobre una pandemia que afecta, sobre todo, a los más mayores. Dos años después, ataca el covid-19, pandemia. Luego, en el año 2022, se publicó La ladrona de huesos, en la que hay una historia de espías rusos esparcidos por toda Europa cuya finalidad es desestabilizar, desinformar. Entonces, estalló la guerra de Rusia contra Ucrania. Me obliga a pensar mucho qué escribiré en la siguiente novela.

Semana: ¿Tiene alguna tentación por escribir sobre los misterios colombianos?

M.L.: Es un país que tiene historias muy potentes por contar. Hay varias cosas que me llaman la atención. Por conexión emocional, me gustaría contar sobre esos primeros españoles en Colombia y de cómo ellos acabaron transformando a esos primeros colombianos. En el fondo somos primos terceros. Eso me parece maravilloso, porque ese eslabón perdido, que ha sido obviado, es una gran historia. Ni la historia de España acaba con la independencia, ni la historia de Colombia empieza en la independencia.