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Un momento de amor

Esta película de Nicole García, seleccionada en el Festival de Cannes, hace el retrato de una mujer apasionada y angustiada en la Francia de los años cincuenta. **1/2

Manuel Kalmanovitz G.
15 de abril de 2017

Título original: Mal de pierres

País: Francia

Año: 2016

Directora: Nicole García

Guion: Nicole García, Natalie Carter y Jacques Fieschi, a partir de la novela de Milena Agus

Actores: Marion Cotillard, Louis Garrel y Álex Brendemühl

Duración: 120 min

El título original en francés de esta película es Mal de pierres y es uno de esos casos en los que traducirlo tal cual en español (algo así como Mal de cálculos renales) no le haría ningún bien. Pero sí es importante porque filme sigue el desarrollo y disolución de una especie de cálculos en el alma de su protagonista, unas molestias agudas que eventualmente se disuelven sin necesidad de que nadie haga nada.

Es la historia de una mujer que parece ir en contravía de su época. Tiene lugar en los años cincuenta y sigue a Gabrielle (Marion Cotillard), una muchacha apasionada y desubicada (desubicada por lo apasionada, quizás), aunque estamos ante una versión de la pasión algo extraña, como si fuera una fuerza angustiante volcada más hacia adentro que hacia fuera.

A lo largo de estas dos horas, vemos varios momentos en la historia de esta mujer. Comienza en una granja familiar donde la inestabilidad de la Gabrielle adolescente resulta preocupante para su familia, sigue con un matrimonio con un albañil silencioso que se vio forzado a emigrar de España tras la Guerra Civil (Álex Brendemühl) y luego con unas curas en un balneario suizo para remover unos cálculos renales que, según los doctores, le impiden tener hijos.

Lo que une estos momentos es la expresión tercamente angustiada de la mujer, su horror y desconcierto general que, como la película no localiza claramente, termina por convertirse en una especie de abstracción sin origen ni remedio. ¿Será que el problema eran las expectativas que debían llenar las mujeres de los cincuenta? ¿Algún trastorno físico? ¿Un rasgo de la personalidad? La película lo observa de lejos.

Cuando su pasión encuentra una válvula de escape en un soldado que se recupera en este mismo hospital en las montañas tras haber sido herido en Indochina (Louis Garrel, Ceñudo y lánguido), se da un giro incomprensible: ¿esta mujer incapaz de mirar a nadie que no sea ella siente algo por este soldado ojeroso?

La química entre los actores alcanza a reparar hasta cierto punto esta inconsistencia. Cotillard se ve convincentemente angustiada con sus ojos tan grandes y azules medio desorbitados, Brendemühl tiene algo básico en su perseverancia como esposo, y Garrel es excelente en sus postraciones y desmayos.

Pero el problema está en otro lado. Aunque uno podría entender esa parquedad de información y esa angustia muda e internalizada como una herencia del cine existencialista de los sesenta (por decir algo, de las películas de Antonioni y Bergman que retrataron tan perturbadoramente el sufrimiento femenino), en este caso las imágenes y la música son demasiado convencionales como para producir una verdadera incomodidad o para profundizar en el sufrimiento de su protagonista.

La angustia muda de esta mujer en medio de unas montañas majestuosas o de los salones de su sanatorio suizo no produce compasión ni piedad ni curiosidad, sino un tedio menor, tolerable, que no cuestiona mucho ni ilumina su estado y que, cuando se termina, ofrece también un alivio leve que no tiene nada de memorable. 

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CARTELERA

Vigilante del futuro

**1/2

Recreación en clave de Hollywood de la animación japonesa clásica de 1996 con más efectos especiales y menos angustia existencial.

Un hombre llamado Ove

**1/2

Nominada al Óscar como mejor película extranjera, esta película sigue a un personaje malhumorado y su relación con sus vecinos.

El cielo esperará

**1/2
A partir de historias periodísticas, esta película francesa muestra cómo muchachas adolescentes son seducidas por ideologías extremistas.

Silencio

***

El maestro Martin Scorsese retrata las dudas espirituales de unos misioneros jesuitas en el Japón del siglo XVII.