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Leonardo DiCaprio se reencuentra con Kate Winslet, su coprotagonista en ‘Titanic’, para contar, esta vez, la decadencia de una historia de amor

CINE

Sólo un sueño

A los Wheeler, los nuevos personajes del director de 'Belleza americana', sólo les queda una oportunidad para salvarse de sí mismos. ***1/2

Ricardo Silva Romero
31 de enero de 2009

Título original: Revolutionary Road.
Año de estreno: 2008.
Dirección: Sam Mendes.
Actores: Leonardo DiCaprio, Kate Winslet, Michael Shannon, Kathy Bates, Kathryn Hahn, David Harbour, Zoe Kazan.

Ya que está claro que es un buen director, porque sólo un cineasta talentoso podría decir que Belleza americana (1999), Camino a la perdición (2002) y Soldado anónimo (2005) son sus tres primeras películas, y sólo un artista serio podría estar detrás de cada una de las imágenes de la devastadora Sólo un sueño (2008), quizá sea interesante sentarse a descubrir qué tipo de personajes le preocupan a Sam Mendes. Una primera mirada a los cuatro títulos citados trae a la memoria a un oficinista cincuentón que un día decide hacer lo que le da la gana, a un asesino profesional que se ve obligado a escapar de la mafia y a un soldado que se ríe de la llamada ‘Guerra del Golfo‘. Y nos deja, ahora mismo, frente a una joven pareja norteamericana anestesiada por la supuesta felicidad de los años 50.

Son los protagonistas de Sólo un sueño: los Wheeler. Ella, April, se ha enamorado de él, Frank, porque se ha atrevido a confesarle que quiere "sentir las cosas de verdad". Se han mudado a una casa perfecta en Revolutionary Road (la calle que le da el título original a la película) con la esperanza de vivir una vida extraordinaria. Han hecho juntos una familia. Y siete años más tarde, conscientes de que han caído en la mediocre rutina de los suburbios, dispuestos a probar que ella no es una simple ama de casa y cansados de que él sea otro oficinista de sombrero gris en las marchas de oficinistas neoyorquinos, han tomado la decisión de irse a vivir lo más lejos posible de la pesadilla americana. El lugar elegido es París. Sólo les falta superar una tentadora oferta de negocios, algunos secretos que podrían acabar con varias vidas y el encuentro con un demente genial que entiende lo que es "la vacuidad desesperanzada".

Debo decir que no he leído la novela de Richard Yates de la que parte esta producción. Pero que, según los que lo han hecho, se trata de un informe devastador sobre el infierno que puede llegar a ser un matrimonio. Sé, mejor dicho, que conviene a los espectadores cómodos, que no reciben bien los relatos demoledores sobre la vida en pareja, quedarse en casa haciendo cualquier otra cosa: porque todo, desde las actuaciones estupendas de sus dos protagonistas hasta la bellísima fotografía de Roger Deakins, desde los giros de un guión que sabe lo que quiere hasta los encuadres de una cámara que parece recrear los trabajos sombríos del pintor realista Edward Hopper, convierte la trágica Sólo un sueño en una experiencia de la que se regresa sin palabras. Todas las películas buenas son, en el fondo, películas de horror. Y esta, que advierte que a todos nos posee un hombre que no somos, no es la excepción.

Y prueba, claro que sí, que Sam Mendes vive pensando en esos personajes que tratan de dejar atrás, cueste lo que cueste, una rutina que los ha ido volviendo un poco menos humanos. Aunque sea demasiado tarde.