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PELIGRO EN EL POLO SUR

En la última película de John Carpenter, un extraterrestre que puede asumir la forma humana se infiltra en comisión de científicos en la Antártida.

27 de diciembre de 1982

En 1952 el prolífico director norteamericano Howard Hawks filmó "El enigma de otro mundo" basándose en una novela de ciencia ficción de los años treinta. En esa película se reafirmaba una vez más la concepción que del hombre tenía Hawks.
Aquel no era más que un ser solitario, aislado, insignificante, sólo capaz de una satisfacción momentánea que le proporciona la camaradería de un grupo autosuficiente y por lo general totalmente masculino. De ahí que los temas del compañerismo y el heroísmo sencillo se repitan a lo largo de su obra, en la que habría que destacar "El Gran Sueño" (1946) y "Río Bravo" (1959). Hoy, una nueva versión de "El enigma de otro mundo" (un "remake" en el argot cinematográfico) ha aparecido en los teatros, dirigida por un gran admirador de las cintas de Hawks: el también norteamericano John Carpenter.
Sobre Carpenter se comenzó a hablar durante la década pasada, pues forma parte de la joven generación de directores norteamericanos formados en las aulas universitarias, poseedores de un gran dominio técnico, con buen sentido del espectáculo, pero que hasta ahora, en el plano temático, han dejado mucho que desear. Piénsese en Spielberg o en Lucas.
El estoicismo de Carpenter, su sencilla pero bien estructurada narración y su estilo del montaje en el que predominan los cortes en vez de los fundidos con el fin de crear suspenso, son ampliamente conocidos por quienes hayan seguido la trayectoria de su trabajo. Primero fue "Dark Star" (1974) película de ciencia ficción en la que ponía a prueba los conocimientos adquiridos en la academia. Le siguió "Asalto a la celda 13" (1976) en la cual su obsesión por el ataque de un elemento extraño a un grupo solitario comienza a perfilarse. Llegó entonces "Halloween" (1978), película que desempolva los viejos trucos de Hollywood y que desata la asfixiante serie de malas películas sobre asesinos psicópatas. Más tarde dirige "La Niebla" (1980) en la que también los protagonistas se ven amenazados por un cuerpo extraño, y finalmente, "Escape en Nueva York" (1981), donde el presidente de los Estados Unidos junto con un héroe imperturbable ante la desgracia y la aventura, se encuentran amenazados de muerte por cientos de delincuentes. En todas estas películas la muerte, el ataque y la defensa, se convierten en el hilo conductor de las historias. Ahora, con su versión de "El enigma de otro mundo" no hace más que confirmarlo.
En esta última, la historia que se narra es bastante simple. En el invierno de 1982 un grupo de científicos, todos hombres, son comisionados por la Fundación Nacional de la Ciencia en los Estados Unidos para realizar investigaciones en la Antártida. Los impactos visuales de la cámara reflejan la vida en el campamento de los protagonistas y crean en el espectador la atmósfera de aislamiento, soledad, en un paisaje lleno de nieve como un testigo mudo del drama que se va a desarrollar. De súbito se ven amenazados por un ser extraño, venido de otro planeta, y que tiene la particularidad de asumir la forma de cualquier ser viviente. Pronto el extraterrestre asume el cuerpo de uno de los miembros de la expedición sin que los restantes sepan cuál de ellos es. Toca descubrir pronto quién es y eliminarlo antes de que acabe con todos. Reina entonces la desconfianza mutua. Al llegar a este punto de la narración, Carpenter ha creado el clima de tensión e intriga que necesita para la captación del interés del público. Los cortes son cada vez más rápidos, lo cual es lógico, ya que aumenta el peligro. Los rostros de los protagonistas adquieren importancia.
Se ven siempre en gran detalle, tensos, con amargo rictus, cada línea, cada arruga de la cara es bien visible. Da la imprensión de que la cámara intentara violar la intimidad de cada participante en la historia, como obligándole a responder ante algo de lo que quiere evadirse. Pronto los efectos especiales hacen su aparición, logrando así un conjunto visual que aúna en sí toda la tensión y toda la violencia que domina la película.
Con ello Carpenter ha demostrado que es un director que solamente posee la técnica pero nada más. Sabe cuánto debe durar una toma y qué lógica hay que seguir para pasar a la siguiente. No es más que, como afirma Ricardo Bedoya en un estudio aparecido en "Hablemos de Cine" No. 73 "Un narrador que se divierte en cautivar la atención de su auditorio con la irrealidad de su historia, con las pausas hechas en medio del relato para acrecentar las expectativas, con la dosificación de las sorpresas, con el juego sádico de hacer creer que todo puede acabar mal y, por fin, con el recompensar al absorto espectador con un desenlace más gratificante que el esperado...".
Rafael Parra Grondona