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PRIMERO FIESTA, DESPUES CINE

En el XXIII Festival de Cartagena, una organización improvisada obliga a cuestionar la supervivencia del evento.

18 de julio de 1983

Hace una semana, cuando el Jurado del XXIII Festival Internacional de Cine de Cartagena decidió premiar a "Plata dulce", alguien entre el público exclamó, en broma e improvisando, que no sabía si se trataba de un homenaje a los ahorradores estafados por el grupo financiero de Félix Correa o a los estafados asistentes al festival. Pocos oyeron esa manifestación de descontento, pero es seguro que el mismo jurado, tambien cansado entonces por la desorganización, por la calidad de las películas y por tanto cambio de última hora (hasta se cambiaron miembros del jurado), olvidará rápidamente esta experiencia, pobre en cuanto al cine se refiere pero rica en agasajos, recepciones, fiestas y paseos a las Islas del Rosario.
De todos modos, una semana después de la clausura de aquel evento, ha quedado la sensación de haber asistido a un Festival donde si bien las fallas organizativas pueden ser justificadas de múltiples maneras, no lo es así la muestra de un pobre criterio cinematográfico, por parte de sus directivas, a la hora de seleccionar las películas participantes. Mientras que en la sección informativa muchas de las películas que aparecían en el programa nunca se presentaron, en la sección oficial (cine ibero-latinoamericano) sólo Brasil presentó un grupo de buenas películas. Daba la impresión de que si todos los contactos internacionales con directores y distribuidores hubieran sido realizados a última hora, o que simplemente nunca se realizaron. De ahí que Dieter Schidor miembro del jurado, opinara: "Honestamente, este es un festival amistoso, amable, pero desorganizado. En mi vida no he conocido alguno que, en este sentido, se le pueda comparar. Es un festival para hacer fiestas y nadel más. Quienes lo preparan no aman el cine. Y es una lástima, porque Cartagena es la ciudad perfecta para realizar un evento latinoamericano de esta clase".
A continuación presentamos un balance final de las películas premiadas. Sólo resta esperar que el año entrante, porque a pesar de todo éste es un festival que hay que apoyar, los cartageneros logren superar la excesiva improvisación con que convocaron esta vez, y puedan reunir unas cuantas películas de interés, algunas "estrellas" internacionales y suficientes intelectuales hispanoamericanos que alternen la fórmula cultural con la del espectáculo mundano. Todo ello, para que, de una vez por todas, la todavía balbuceante cinematografía colombiana tenga un portavoz digno.
"PLATA DULCE"
Fue la película ganadora del XXIII Festival de Cine, con un tema de mucha actualidad para los colombianos: la crisis financiera. Argentina acababa de ganar el campeonato Mundial de Fútbol realizado en su propio país. Pasado el jolgorio y la celebración por la victoria, los argentinos se reintegran a sus trabajos y su cotidianidad vuelve a tomar el carácter dramático de quienes viven en un país que atraviesa por difíciles momentos en su economía. Sobre todo la clase media y los pequeños industriales comienzan a sentir el peso de la quiebra de sus negocios y el desempleo. Sin embargo, en los bancos y en las corporaciones de ahorro se atraviesa por un período aparente de bonanza económica, producto de una serie de transacciones hábiles y dudosas que iban dejando sin fondos los bolsillos de miles de ahorradores atraídos por los jugosos intereses prometidos. Pero pronto estalla la crisis, muchos pierden el dinero invertido mientras los directos responsables huyen hacia el exterior. Dentro de esa atmósfera transcurre el argumento de la película de Fernando Ayala, quien lo centra en la situación de dos familias argentinas propietarias de una fábrica de botiquines que está abocada a la quiebra.
La actualidad del tema, un buen guión y la sólida actuación de Federico Luppi, quien ha participado en más de 24 películas,hacen de "Plata dulce" una buena película. Con ella, el cine argentino, que también ganó en el Festival de Cartagena el año pasado con la película "Tiempo de revancha" de Adolfo Aristaraín, intenta recobrar el público latinoamericano que, contrariamente a lo que ocurría en los tiempos de oro de Luis Sandrini, Hugo del Carril, las mellizas Legrand o la misma Libertad Lamarque, había perdido desde hace algunos años. "Plata dulce" también se hizo acreedora del premio al mejor guión
"PARAHYBA MUJER-MACHO"
"Parahyba mujer-macho", la segunda película de Tizuka Yamazaki, le valió el premio al mejor director en el recientemente finalizado Festival de Cine de Cartagena. Desde su primera película, "Gaijin, caminos de libertad" presentada fuera de concurso el año pasado también en Cartagena, la directora brasilera demostró su buen conocimiento del oficio, aprendido en la Universidad Federal de Río de Janeiro y en su trabajo como asistente de dirección de Nelson Pereira dos Santos en "Amuleto de Ogun" y del desaparecido Glauber Rocha en "La edad de la tierra". Según Yamasaki, "Parahyba mujer-macho" es "un ensayo sobre una mujer especial: Anayde Beiriz, la poetisa que vivió unos veinte años haciendo valer sus ideas y ganando un espacio entonces apenas permitido para un hombre; era una mujer corajuda, arrojada, moderna sobremanera para su tiempo y su sociedad ".
Anayde Beiriz fue interpretada por Tania Alves, quien obtuvo el premio a la mejor actriz en el mismo Festival de Cartagena. Tizuka Yamazaki centra en la actuación de Tania Alves la recreación de los conflictos que desataron la "Revolución del 30" en Brasil, a la vez que presenta un rompimiento con los estereotipos de belleza impuestos por el cine europeo y norteamericano, eligiendo a una mulata como protagonista del amor y la seducción.
"Parahyba mujer-macho" es una película cuidadosamente elaborada. La composición de los planos es minuciosa y de gran fuerza estética, todo ello unido a un montaje ágil, un buen manejo de actores y una precisa utilización de la música. Para muchos, de no haber sido por la actualidad del tema de "Plata dulce", "Parahyba mujer-macho" hubiera ganado, ya que en muchos aspectos, su calidad cinematográfica supera a la argentina.
"MI SOCIO"
Ganadora del Premio Especial del Jurado, "Mi socio" de Paolo Agazzi es una película auténticamente boliviana. Esto quiere decir, hecha con escaso presupuesto, con actores no profesionales, con errores técnicos, pero también, y esto es lo más importante, con un gran sentido de identidad nacional. Con esta película el espectador siente que los hechos transcurren en el ámbito social propio de los bolivianos, que existe un compromiso entre los realizadores de la película y su búsqueda de una auténtica cultura nacional, sin alardes, sin grandes pretensiones cinematográficas.
La película toma como pretexto narrativo el viaje de un camionero y su joven ayudante, un niño de once años, desde la provincia boliviana hasta La Paz, con el fin de ir mostrando aspectos de la situación social del país; la pobreza de los cortadores de caña, de las vendedoras de mate, la celebración popular de una boda, las apuestas, el machismo, la situación de la mujer, etc. Por otra parte, el niño Gerardo Suárez obtuvo el premio al mejor actor en el Festival de Cartagena.
"LUNA DE SANGRE"
La película de Luis López Antunez, "Luna de sangre", ganadora del premio a la mejor fotografía, es sencillamente una mala película, poseedora de la misma estructura narrativa de cualquier fotonovela de consumo popular. Esta cinta, junto con "Las apariencias engañan" de Jaime Humberto Hermosillo, que rayaba en lo pornográfico -esto produjo una airada protesta por parte de uno de los miembros del jurado, quien acusó a los organizadores de no asumir un mínimo criterio de selectividad para las películas participantes- conformaban la representación mexicana en el certamen, confirmando, una vez más, el estado lamentable de una cinematografía nacional preocupada más que todo por seguir vendiendo sus películas entre las capas más bajas de los países latinoamericanos.
"ELLOS NO USAN BLACK-TIE"
Por la forma como trata el tema, el director brasilero León Hirszman logra una puesta en escena de gran credibilidad, a la vez que se siente su compromiso con la realidad brasilera del momento. "Ellos no usan black-tie" recibió el premio especial de la crítica de cine colombiana por sus valores estéticos, humanos y cinematográficos. La historia que se cuenta es bastante reciente. Ocurre en Sao Paulo en 1981. A través de los personajes, centralizados en la familia obrera de Octavio y Romana, son reflejados los problemas de la sociedad brasilera.
Octavio es un líder sindical dedicado de tiempo completo a la actividad política. Sin embargo,su hijo, nacido bajo los años del Brasil desarrollista, está en desacuerdo con los valores defendidos por su padre, por causa de los cuales, según él, su familia se encuentra en la miseria. Mientras tanto, Romana, mujer de Octavio, cuida de la casa, a la vez que es consciente de las penurias que tienen que soportar las esposas de los obreros en el Brasil.
La represión y la violencia explosiva que se vive en la calle, la lucha por mejores condiciones de vida, las discusiones y divisiones al interior del movimiento obrero, repercuten al interior de la familia de Octavio. Con todo ello, el director, utilizando la herencia del "Cine Novo Brasilero" y del "Neorrealismo italiano", logra crear una película de gran fuerza expresiva.
"UNOS DIAS EN LA VIDA DE OBLOMOV"
Esta fue una de las películas más destacadas de la sección informativa. El protagonista del relato, Oblomov, es un hombre que representa claramente a un sector de la sociedad rusa durante el siglo pasado: culto, de holgada situación económica que cree a su manera en la felicidad, concebida a partir de un individualismo que termina condenándolo a la soledad. Su existencia sólo se justifica en una presencia física que abandona por miedo o inacción todo lo que podría conmoverlo.
Sometido a sus propias divagacione sobre la vida y el mundo que lo rodea va poco a poco siendo aniquilado por un conformismo que frustra sus ocultas pasiones y quiebra sus proyectos.
El director, Nikita Mijalkov, recrea magistralmente el mundo interior de su personaje en un clima intimista, enriquecido por una escenografía vinculada con la Rusia del siglo XIX y la decadencia de una burguesía estancada. Mijalkov siempre ha demostrado una llamativa coherencia en toda su filmografía. Con "Asalto en el tren blindado", "Pieza inconclusa para piano mecánico" "cinco tardes" y "La esclava del amor", este director soviético demuestra sus virtudes como narrador que maneja las variantes de un lenguaje cinematográfico que subordina la hondura del texto a la imagen. Interpretativamente se destacan los trabajos de Oleg Tabakov y Elena Solovei, tan hermosa como buena actriz. Técnicamente, sorprende el preciosismo de una fotografía con mucho de pintura.
"LA EDAD DE LA TIERRA"
Fue la última película que filmó Glauber Rocha antes de su muerte. Triturada por los críticos de muchas partes del mundo, esta es una de esas películas en la que no basta decir simplemente que es buena o mala porque para un director como Rocha lo más importante era que su credo cinematográfico se abriera paso entre la admiración y las diatribas de quienes, en torno a sus películas, demostraban sus casi siempre exasperantes reacciones.
Con "La Edad de la Tierra" se confirma que Glauber Rocha, hijo de una familia presbiteriana y con una obsesión religiosa adherida a su mente desde niño, era en realidad un personaje que pertenecía más al mundo de los profetas que al de los racionalistas. Su ideología constituia de por sí un magma en el que las otras religiones, hasta las más esotéricas del devorador Brasil, ocupaban un lugar destacado.
En "La Edad de la Tierra", toda la magia religiosa -occidental, oriental y sobre todo, africana- la estremezcló Glauber Rocha en su afán revoluciario, con su obsesión por dotar al hombre de unas imágenes cinematográficas en las que la verdad y la justicia debían prevalecer sobre las injusticias, las miserias y las mentiras de los dominadores de la tierra, de los detentadores del poder, de los colonia listas del Tercer Mundo. Aunque ciertamente, ya sólo era una sombra de director que en la década de los año sesenta asombró en los festivales internacionales con la fuerza de sus películas, en las que un Brasil contradictorio era reflejado con inteligencia, con rabia y con una mirada infantil llena de ensueño y mesianismo.
"EL ESCARABAJO"
Mientras el productor Marcos Jara llegaba a última hora con "El escarabajo" afirmando que habían "oscuras maniobras por parte de la viceministra de Comunicaciones en contra del Festival de Cartagena y que por eso la película no había llegado a tiempo", el director de la misma, Lisandro Duque, afirmaba que él se había negado a participar por el trato que los organizadores del Festival le daban a las películas colombianas, invitándolas a último momento y dándoles horarios de exhibición bastantes malos. Finalmente, la película fue proyectada en la noche del domingo después de un improvisado y acalorado discurso de Marcos Jara, donde defendía a la junta organizadora del festival. En reconocimiento, ésta le adjudicó un premio especial.
"El escarabajo" cuenta la historia de un joven ciclista y de su entrenador, que ven frustrados sus deseos de participar en la Vuelta a Colombia después de haberle ganado, en un circuito local, al campeón José Patrocinio Jiménez. Duque logra narrar una historia coherente, llena de alusiones a su Sevilla natal, con un tema muy popular entre los colombianos del interior como lo es el ciclismo. Muy probablemente tendrá una buena acogida por el público cuando le llegue el momento de la exhibición comercial.