¿QUE FUE PRIMERO?
Sobran dibujos y faltan ideas en el libro "Aventuras y desventuras de Pánfila con los números".
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Si fue primero el huevo o la gallina es la pregunta que el lector se hace tras abordar los textos y dibujos de "Aventuras y desventuras de Pánfila con los números", otro ejemplar de la serie educativa de Cartón de Colombia, entidad que hace una década edita y regala en diciembre libros-objeto para niños. El ejemplar de este año con textos de Darío Jaramillo Agudelo y el diseño de Uldarico Minotta Rojas a primera vista es un artefacto atractivo. En un tamaño cuadrado de 17 cms, a todo color, con páginas dobles que se despliegan en cuatro módulos, constituye un juguete de imaginación y desborde. Sin embargo, la pregunta sigue vigente: ¿fueron primero los textos o los dibujos? Da la impresión que el poeta Jaramillo los haya escrito sobre una base previa, con lo cual una rigidez de diseño se impone. Es más: pareciera que los textos-poemas sobran. Cuando se abre la página doble a mano izquierda aparece el dibujo, por ejemplo, de un colado entre frutas. Es el nueve. A mano derecha entre recuadros de color se repite el colador aislado, la escritura del número en letras y dibujado. Pareciera que lo didáctico prima sobre lo gráfico. Primer error. El libro debe entrar por el dibujo. Por algo Goethe solía decir "el artista debe llevar a su fin las ideas del poeta". La caligrafía que imita la mano del niño es confusa. Las eses, las eres, las uves son enredadas. La repetición del número anterior en cada nueva página crea una secuencia más caótica que ejemplar. La párodia de doña Pánfila sobre el veterano Pombo apenas logra destacarse en un conjunto donde lo textual, lo narrativo y el eje de cómo aprender los números se disuelven en un collage de ingredientes gráficos, un poco convencionales, un poco preestablecidos. Aún así, la ingeniería del libro es mágica y funcional. La imagen se conoce antes que la palabra escrita. Mil trescientos años antes de Cristo los egipcios dibujaron en papiros sus primeros libros ilustrados. En doña Pánfila sobraron dibujos y faltaron las ideas. Sin embargo llegará a las manos de muchísimos niños que lo podrán jugar, y, con paciencia, aprender.
DIOS SALVE A ADPOSTAL
Si la languidez y el desgano no acaban con nuestra administradora de correos tal vez la carencia de ideas si lo logre. Si el diseño y escasez de emisiones postales colombianas forman parte ya de una costra burocrática, anquilosada y desinteresada, su reciente decreto 655, mediante el cual se adoptan como distintivo nacional las enseñas patrias del escudo y la bandera colombiana para los sobres de correo, es la medida que terminó por convertir en un confetí nuestra imagen postal. A partir de un espantoso diseño conformado por el tricolor, se ensambla en su punta el mapa patrio con San Andrés y Providencia en un recuadro al costado. La longitud que adquiere la franja y el remate no solamente obstaculizan un espacio del sobre que el remitente suele utilizar. También ocasiona un problema de impresión: ¡el empleo de cuatro tintas en un sobre! Y si el color del logotipo o emblema del remitente es verde o marrón pues que sean cinco tintas y los costos de fabricación y los desmanes de diseño se darán la mano. Muchísimas empresas privadas se han acogido al decreto y lógicamente, todas las entidades oficiales. La nacionalidad es un problema de dignidad, de educación, de recursos. No de policromías chauvinistas. Ni de islotes. Con dos colores bordeando el sobre, como lo hacen todos los países del mundo, el asunto estaba resuelto. Nuestra enjundia da para todo. No sabemos diseñar estampillas y ya queremos hasta diseñar los sobres. Dios salve a Adpostal.
BASTA DE BUENAS INTENCIONES
En el batiburrillo editorial de fin de año siempre se observa una lucha feroz de las imprentas por sacar a flote esos libros lujosos de entidades oficiales y privadas, que muchas veces ni llegan a librerías ni a bibliotecas. Son las dádivas de los gerentes. También son esos libros hechos en un estilo tropical: mucha foto, poco contenido. Si dentro de esta categoría no alcanza a inscribirse totalmente "La Sierra Nevada de Santa Marta" (24 x 32 cms, 156 páginas) de Juan Mayr, patrocinado por la Corporación Nacional de Turismo y el Banco de Occidente con Credencial, el libro resaltado por el Presidente por su "carácter ecuménico", es un esfuerzo editorial incómodo. No hay índice de capítulos, los gráficos y mapas son bastante ilegibles, las secuencias fotográficas de una absoluta belleza pero arbitrario orden, con unos brevísimos pies de foto al final del libro, con una bibliografía pésimamente elaborada (las referencias a los cronistas Simón y Castellanos desaparecidas) y peor corregida. Apenas hay 30 páginas de texto para un libro demasiado costoso y lujoso. Uno desearía un libro más integral en texto y diseño, más definido en su contenido editorial. Un proyecto de esta naturaleza requiere, para empezar, más tiempo. Con el producto a la mano las intenciones se quedaron en manifiesta bondad. En un catálogo de buenas fotos, en un documento por completarse.