Home

Cultura

Artículo

Y TODO POR BORGES

Por cuenta de "Cara y Cruz", Colombia descubrió que para ser una potencia editorial hay que mirar más allá de las toneladas de papel que se exportan.

12 de abril de 1993

EN UN PAIS EN EL que hasta hace poco el promedio de lectura era de apenas un libro por persona cada año, que una colección de clásicos de la literatura llegue al número 50 es un hecho que se convierte en noticia. "Cara y Cruz", de la Editorial Norma, acaba de lograrlo. En desarrollo de la I Feria del Libro de Medellín, que actualmente se lleva a cabo, se hará el lanzamiento de El Gran Gatsby, de Scott Fitzgerald, el libro que completa el medio centenar de publicaciones de la serie.
Sin embargo. Io menos interesante de la noticia es el hecho en sí de haber llegado al número 50. Hay algo trascendental detrás de estos libros de doble portada: "Cara y Cruz" constituye uno de los mayores esfuerzos de un país que en los últimos años -a pesar de lo poco lectores que son los colombianos- se ufana de ser una potencia editorial. O, dicho de otra manera, "Cara y Cruz" es un buen ejemplo de que Colombia sí puede llegar a ser la tal potencia que pretende, siempre y cuando se preocupe por fomentar actividades como las de la traducción y la crítica.
El estímulo a la crítica está encaminado a tener en el futuro un público más calificado y, así mismo, más exigente frente a las editoriales. Los libros de esta colección presentan, en la "cara", un clásico de la literatura universal; en la "cruz", un comentario crítico elaborado por alguien de renombre a nivel mundial, y otro realizado por un escritor o un crítico nacional, además de un compendio de citas a propósito de la obra y una cronología del autor. Y, aunque suene a cuña, el precio de estos libros oscila entre dos mil y tres mil pesos. Hay que decirlo, pues una de las disculpas recurrentes a la hora de explicar por qué en Colombia se lee tampoco, es que en el país el precio de los libros es muy elevado.
De otro lado, el fomento de traducciones criollas constituye uno de los mayores aciertos de Norma desde que decidió ingresar al campo de la liíeratura. Es sencillo: sin traductores nacionales, la oferta de libros escritos originalmente en una lengua dife rente al español está supeditada a lo que les interese traducir a otros -y en especial a los españoles-, y con una versión a la medida de sus tics regionales. Y significa, por tanto, estar a un año de distancia de las grandes, novedades mundiales, pues no sólo hay que esperar que otros las traduzcan sino que además hay que aguardar un buen tiempo mientras se negocian los derechos y finalmente se imprime y se distribuye en Colombia .
Curiosamente, en "Cara y Cruz la labor de traducción comenzó gracias a Borges, quien combinó "el vago ejercicio de las letras" -como él mismo lo llamaba- con el propósito de ampliar para los latinos las fronteras de su lectura, sumiéndose en el tantas veces estresante oficio de traducir. Pero él nunca lo supo. Ya no era éste de este mundo cuando Norma quiso llevar al papel una de sus traducciones magistrales: Bartleby, de Herman Melville. Ese fue el problema, que ya no estaba acá, y sus herederos andaban, como andan todavía, negándose a ceder sus derechos porque aún no saben a quién le pertenecen.
Ante la imposibilidad de tener la traducción más bella que existe de un texto de Melville, el editor de "Cara y Cruz", Iván Hernández, prefirió darse al trabajo de conseguir una nueva versión, realizada por un colombiano, antes que publicar otra que no fuera del todo satisfactoria. Ahí arrancó todo, y el resultado fue tan bueno que Norma se fijó una meta que parecía una locura: traducir en Colombia todos los títulos que figuraban en sus planes. Y parecía absurdo, entre otras razones, porque resulta más costoso encargar una traducción que comprar una ya hecha. Pero el costo no era lo más grave. Lo peor es que aunque abundan los traductores técnicos, se necesita una lupa para encontrar los de literatura. "Para traducir una obra literaria -asegura Iván Hernández- no sólo se requiere comocer las dos lenguas: es indispensable que haya compenetración con la obra, con el autor, y un conocimiento muy profundo del español, además de un aura de sensibilidad artística".
La lupa funcionó. Y fue en medio de la bohemia donde Norma encontró su as debajo de la manga. Un caricaturista, Elkin Obre gón, bajo el encanto de la fonética portuguesa, fue capaz de convertir una afición que esporádicamente llegaba a los suplementos literarios, en una forma de vida. No fue fácil encontrarlo, como tampoco lo fue descubrir el talento del traductor entre ginecólogos, economistas e incluso amas de casa.
Ellos llegaron a convertirse, al lado de los filósofos y de los profesores de idiomas, en el soporte de una nueva era en la historia de la literatura en Colombia. "Cara y Cruz" encontró el lado de la moneda que ahora sí puso a leer a los colombianos, y les reveló la diferencia entre los libros que se compran para decorar y los que son capaces de prolongar la vigilia.