Home

Cultura

Artículo

UN PESIMISTA ESPERANZADOR

PARA EL ESCRITOR MEXICANO JOSE EMILIO PACHECO, RECIENTE GANADOR DEL PREMIO DE POESIA JOSE ASUNCION SILVA, A LA POESIA ACTUAL HAY QUE LIBERARLA DE LA LIBERALIDAD, 29219

1 de julio de 1996

Con su libro de versos El silencio de la luna, el escritor mexicano José Emilio Pacheco se convirtió la semana pasada en el ganador del primer Premio de Poesía José Asunción Silva, organizado por la Casa de Poesía Silva. Pacheco compitió junto con 955 escritores más y, de paso por Bogotá para recibir el premio, dialogó con SEMANA sobre su libro, sobre su poesía, sobre Silva a propósito de su centenario y sobre la posición de la literatura latinoamericana en la actualidad.
Semana: Aparte de algunos versos esperanzadores, la poesía de su libro El silencio de la luna es bastante pesimista.
José Emilio Pacheco: Es difícil ser optimista en este fin de siglo y en la situación actual de nuestros países. No creo ser pesimista sino 'realista' entre comillas. Ahora, la literatura siempre ha vivido de una curiosa paradoja y es que existe en la medida en que se ocupa de las calamidades, aunque prevenir las catástrofes humanas sea imposible desde el punto de vista literario.
Semana: En su libro usted parece bajar a la poesía de su pedestal intelectual y la ubica en la cotidianidad más simple...
J.E.P.: Es un intento de ser claro. Es una cortesía con el lector. Esa es la ventaja de los versos. Lo que se puede decir en muchas páginas en prosa, se dice en pocas líneas en verso.
Semana: ¿Qué opina de la liberalidad a la que ha llegado la poesía contemporánea?
J.E.P.: Hay que liberar a la poesía de esas liberaciones. De repente se volvió fácil y a la vez imposible escribir versos. Hasta hace poco cualquier cosa era poema y entonces no valía la pena escribir poemas. Por fortuna muchos jóvenes de hoy están escribiendo poesía rimada. En Estados Unidos y Latinoamérica están resurgiendo los sonetos y yo creo que eso es un buen síntoma.
Semana: Hay evidencias de que en México existe una división marcada entre los escritores que están con Octavio Paz y los que están contra él, y que la cabeza de este último grupo es Carlos Fuentes. ¿Qué piensa al respecto?
J.E.P.: Carlos Fuentes nunca ha tomado una actitud hostil frente a Paz. No es una rivalidad poética, es más una consecuencia política, después de una amistad de muchos años que se rompió violentamente. De todas formas no veo a Fuentes como caudillo de un grupo literario contra Paz. Fuentes es un hombre generoso, exento de envidia. A Paz lo conozco desde que tenía 17 años y a pesar de todas las objeciones que se le pongan, es el gran escritor de Latinoamérica. En cuanto a mí, nunca fui protegido de Octavio Paz. Por eso mi juicio es independiente del que Paz tenga sobre mí. El tiene derecho a sus gustos.
Semana: Usted ha venido a recibir el premio de poesía José Asunción Silva. ¿Cuándo descubrió al poeta colombiano?
J.E.P.: Comencé una larga relación con Silva desde que descubrí poemas como Nocturno y Los maderos de San Juan en los libros de lectura para niños. Luego en los 60 descubrí el Silva de Gotas amargas, que coincidió con ese intento de poesía directa y prosaica del momento y del cual Silva es un buen antecedente. Y ahora, finalmente, descubrí De Sobremesa, en 1996.
Semana: ¿Qué lugar se merece Silva en la historia de la poesía latinoamericana?
J.E.P.: Fue el más adelantado de los poetas modernistas. Hizo tanto como lo que había hecho Darío en la prosa. Pero creo que hay que rectificar algunas cosas. Es ligero decir, por ejemplo, que Rubén Darío fue mezquino con Silva, cuando Darío no alcanzó a leer al Silva que nosotros conocemos. Hay que pensar que Silva es un autor de publicación póstuma. Hoy hay una inmediatez entre el momento de escribir el libro y su publicación que en ese momento no existía. Igualmente, decir que Silva estaba contra Darío también es osado. Silva no pudo leer Prosas Profanas porque apareció a fines de 1896 y no circuló hasta el 97. O sea que la Sinfonía de color de fresa con leche es contra los imitadores de Azul, no contra Darío. Es más, parece que le gustó mucho porque Darío estaba harto de sus imitadores.
Semana: A manera de divertimento usted le propuso a Ricardo Cano Gaviria escribir sobre Silva una biografía que nadie ha escrito. ¿Cuál es?
J.E.P.: La que no fue. Aquella en la que el presidente Rafael Núñez firma un documento que invierte los nombramientos diplomáticos de Rubén Darío y José Asunción Silva. En nuestra biografía, Rubén Darío es mandado como secretario de la delegación colombiana en Caracas y Silva como cónsul de Colombia en Buenos Aires. Esta suposición habría cambiado para siempre la historia de la literatura. Rubén Darío habría muerto ahogado en el naufragio del Amerique, y habría quedado para la historia como una promesa. En cambio Silva habría vivido hasta los 40. Pasada la primera guerra mundial, se habría refugiado en la isla de Mayorca acompañado de un joven secretario chileno de nombre Vicente Huidobro. Entonces Silva habría pasado por una etapa vanguardista y después por otra de poeta social contra el imperialismo norteamericano y, finalmente, en 1945 habría ganado el premio Nobel antes de casarse con su secretaria: Gabriela Mistral. Esto puede sonar ridículo, pero habría sido factible, pues era más lógico enviar a Silva a Buenos Aires. Qué tal Silva encontrándose con Lugones y sus secuaces...
Semana: Usted ha lanzado la propuesta de organizar una expedición para rescatar el barco en el que naufragó Silva. ¿Cómo es eso?
J.E.P.: Yo pensaba, sabiendo que es una ingenuidad de mi parte, que se destinara parte del dinero del centenario a explorar los restos del naufragio. A lo mejor aparecen los cofres, aunque claro, los manuscritos deben estar destruidos por la humedad. Pero Silva era cuidadoso y si los guardó en un cofre hermético y bien protegido... qué descubrimiento hallar los Cuentos negros y Las almas muertas . Creo que no se pierde nada con contratar unos cuantos buzos.
Semana: Todo el mundo habla de la crisis de la literatura...
J.E.P.: Creo que hay crisis en todo menos en la literatura. Nunca se había escrito tanto como ahora y quizás sea esta una respuesta a la misma crisis. De otra forma no me explico cómo en la situación tan difícil como la que atraviesan nuestros países haya tanta gente escribiendo.
Semana: Pero la sensación general es que se lee menos...
J.E.P.: Por lo menos en el caso de la literatura latinoamericana no. Cada vez se leen más obras nuestras y eso es algo que tenemos que agradecerle al boom. Cuando yo era adolescente, para leer un libro mexicano en México tenía que esconderlo porque la gente se burlaba. Eso ha cambiado. Antes a nadie le interesaba lo que podía ocurrir en la carrera séptima sino en el boulevar Montparnasse. Es todo lo contrario de lo que ocurre ahora, desde Cien años de soledad. La gente se interesa en lo que sucede en la séptima, en Bogotá, o en el paseo La Reforma, en México. Además, de estar acostumbrada a ser influida, Latinoamérica está empezando a influir en otras literaturas. Un libro reciente de crítica asegura que la literatura árabe se divide en dos: antes y después de Cien años de soledad.
Semana: En su concepto ¿cuál será el próximo escritor latinoamericano en ganar el premio Nobel?
J.E.P.: Los designios de la academia sueca son inescrutables. Sin embargo, antes de que termine el siglo creo que lo serán Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y quizás Fernando del Paso. Pero eso nunca se sabe.