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Conversación entre Marta Orrantia y Vera Grabe. | Foto: León Darío Peláez

LITERATURA

La ex guerrillera Vera Grabe habla de la toma del Palacio de Justicia

La escritora Marta Orrantia conversó con la líder del M-19 sobre el tema de su última novela: los hechos ocurridos el 6 de noviembre de 1985 que partieron la historia de Colombia. Las dos destapan sus cartas frente al actual proceso de paz.

19 de septiembre de 2016

‘Mañana no te presentes‘, la última novela de la escritora y periodista Marta Orrantia, es la voz de una joven guerrillera del M-19 (Yolanda) narrando el minuto a minuto de la toma de ese grupo insurgente al Palacio de Justicia, y la retoma de la fuerza pública. Este libro es una versión novelada de lo sucedido ese 6 de noviembre de 1985 –que dejó por lo menos 98 muertos y 11 desparecidos– desde los ojos de una mujer ingenua, enamorada, desengañada y torturada.

Semana.com invitó a Marta Orrantia a conversar sobre su libro y su mirada sobre lo ocurrido, con una de las guerrilleras más emblemáticas del M-19: Vera Grabe, quien a pesar de no haber estado en la toma ni tener conocimiento de los planes del M-19, prefirió no tocar el tema durante muchos años.

Aunque estan en orillas diferentes, ambas coinciden en que ese día de noviembre despertó a un país hastiado de la lucha armada y significó el comienzo de la paz.

Semana.com: ¿Qué representaba ser mujer en el M-19?

Marta Orrantia (M.O.): En el M-19, a diferencia de otras guerrillas, las mujeres tenían una voz. Eran mucho más fuertes, empoderadas, dueñas de su cuerpo y su feminidad, que en otras guerrillas. El personaje de mi libro quizá no es tan típica del M-19, porque es una niña ingenua que todo lo ve en blancos y negros. Es una mujer sin mucha estructura intelectual sino más bien idealista. Ve la guerrilla como yo la veía cuando tenía 15 años.

Vera Grabe (V.G.): Quienes entramos al Eme obviamente teníamos un nivel de ingenuidad, pero yo no lo veo como un defecto. Era más bien una apertura, una disposición a participar de una idea, a aportar sin malicia. En el Eme la mujer y lo femenino siempre fue muy importante, y eso no quiere decir que no hubiese machismo. Pero cabían muchas formas de ser mujer: la ingenua, la más recorrida, la maternal, la guerrera. El Eme permitía muchas formas de ser.

M.O.: Y la maternidad era muy importante para muchas. A diferencia de las FARC, el M-19 no lo prohibía. Eso era parte de ser mujer…

V.G.: Para las que teníamos niveles de responsabilidad no era tan fácil, pero si sucedía era admitido.

Semana.com: ¿Y cómo se vivía el amor dentro de esa guerrilla? Porque precisamente el amor es uno de los centros de ‘Mañana no te presentes’…

M.O.: Yolanda vive el amor de una manera muy distinta a cómo me decían en las entrevistas que se vivía dentro del M-19. El ‘Comandante Hipólito’ (Fabio Mariño) me decía que en el Eme no creían en el mañana pero sí en el futuro. Para Yolanda no era así. Estaba perdidamente enamorada. Sentía el amor como una cosa eterna.

V.G.: Yo viví el amor de muchas maneras. En el Eme el amor de pareja se unía al amor a una idea. Lo viví con la conciencia de que allí no había eternidad, ni compromisos de por vida. Pero sí se vivía con mucha intensidad porque no se sabía qué podía pasar mañana.

M.O.: En el Eme había una cadena de afectos que los protegía de la muerte, de todo. Era una especie de halo protector, que tenía algo de mágico. Por eso cuando Yolanda lo pierde, siente que se cayó al vacío, que perdió todo.

V.G.: Yo nunca sentí eso.

Vera Grabe militó en la guerrilla del M-19 desde sus inicios en 1974 y se convirtió en una de sus máximas líderes. Foto: León Darío Peláez

Semana.com: La tortura es uno de los capítulos más crudos y reales de este libro. ¿Qué representaba la tortura para un miembro del Eme?

M.O.: Hablar de las torturas fue uno de los momentos más difíciles de las entrevistas que hice. A mí me reventaba oír los testimonios. Y lo más increíble es que en medio del pentotal (droga conocida como “el suero de la verdad”) y de todas las torturas, ellos lo único que pensaban era “no puedo traicionar a los que quiero”.

V.G.: Aunque yo narro las torturas en mi autobiografía como algo duro y difícil, no lo asumo como una tragedia. Uno sabía que eso podía pasar si lo cogían los militares. Y pasó. A mí me tuvieron diez días. Algún día volví a cruzarme con alguien que me torturó y me di cuenta de que no sentía odio. No cargo eso. Yo salí incólume: no hablé, no delaté a nadie, fui leal, salí fuerte y muy limpia. Fue como una batalla ganada. Además en el Eme pasó una cosa muy bella: no hubo juicios para la gente que habló.

Semana.com: ¿Qué significa para ustedes los hechos del Palacio de Justicia?

M.O.: Yo tenía 15 años. Hasta ese momento quería crecer rápido para entrar al M-19. Mis papás, que eran ultra católicos y de ultra derecha, me castigaban cada vez que hablaba del Eme. Ese día de alguna manera se rompió lo que yo creía, no del M-19 como ideología sino de la lucha armada como opción. Y duré mucho tiempo molesta porque me sentía traicionada. Me preguntaba “cómo es posible que una gente que piense tan bonito haga una cosa tan fea”. Después hice las paces con el asunto porque entendí el contexto y la historia. Creo que ahí empezó el camino hacia la paz.

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V.G.: Nosotros estábamos en las montañas de Antioquia, armando una fuerza conjunta con EPL para tomarnos Urrao, y nos enteramos por la radio. Al principio todo el mundo celebró porque revivió la toma de la embajada (de República Dominicana en 1980), pensamos que era un acto para reivindicar el proceso de paz y hacerle un juicio a Belisario (Betancur, presidente en ese entonces). Luego empezó la confusión. A mí me dieron por muerta. Llegaron unos periodistas al monte con los periódicos. Entramos como en una burbuja extrañísima, no entendíamos lo que había pasado. Siempre lo he dicho: en el Palacio nos morimos todos, se murieron muchas cosas. No se pensó que iba a haber esa reacción.

Para nosotros vino una travesía al desierto tenaz. Mucha gente nos decía “así no es, la guerra así no”. Ahí se vieron las dimensiones de lo que era esta guerra, fue como un anuncio. La simpatía bajó muchísimo. Ahí empezó el quiebre. El Eme tenía una gran capacidad de escuchar, de pronto se demoraba pero escuchaba. Además había un contexto de guerras cruzadas, ya nadie sabía contra quién estaba peleando, y a eso se sumó la afectación a la población civil. En ese punto de saturación empezó a surgir una conciencia de paz, o de vida.

M.O.: El Eme tenía una causa con la que mucha gente se identificaba, pero con las FARC y el ELN ha sido muy distinto ese proceso. Me pregunto si esa paz que nació en ese momento, es la misma paz de ahora…

V.G.: Es distinto porque esa paz se dio por una decisión. La negociación no es lo definitivo. Lo definitivo en el proceso con el Eme fue la decisión de paz que estaba presente desde el comienzo. Por eso Pizarro hablaba de un salto al vacío, de una apuesta. Él creía que sólo se podía romper el círculo vicioso de la guerra saliéndonos, quitándole un actor a la guerra. Muchos teníamos dudas. Pero cuando Pizarro, que era el más guerrero, empezó a hablar de paz, le creímos. Esta paz es distinta porque es otro momento, otro contexto, otro actor, pero hay una historia de paz en este país.

‘Mañana no te presentes‘ es el segundo libro de la escritora y periodista Marta Orrantia. Foto: León Darío Peláez

Semana.com: ¿Creen en este proceso de paz con las FARC?

V.G.: Yo creo que es un acuerdo muy bien elaborado, muy bien pensado.

M.O.: Sí, yo también. Pero además creo que se necesita un componente de fe. Es un camino muy duro, toca trabajar una cantidad de cosas, pero no sólo en los temas técnicos del acuerdo sino en el interior de cada uno. Cada persona tiene que trabajar su propia idea de paz. Si no hacemos esto, no lo vamos a lograr nunca. Si hemos tenido un No durante tantos años, ahora apostemos por un Sí a ver si pasa algo. Yo sí tengo fe.

V.G.: Creo que hay mucho miedo a la paz. ¿Por qué no vemos las posibilidades que nos abre? No sólo el acuerdo, si no este momento que nos permite pensar en nuestra paz, en nuestras violencias cotidianas, en nuestra manera de ver la historia. La gente dice “qué susto la paz”, como si la violencia no causara miedo porque ya la manejamos, la conocemos y convivimos con ella. Yo digo que es mejor la incertidumbre de la paz, que la supuesta certeza de la guerra. ¿A dónde nos lleva la guerra? Eso ya lo sabemos. Seguramente se vienen muchos imprevistos pero yo sí creo que es mejor un actor menos en la guerra. Esta polarización que se está viviendo me parece absurda. ¿Cómo es que la paz polariza, en vez de convocar? Fácil no va a ser ¿pero es que la guerra es fácil?

Semana.com: ¿Para usted fue muy difícil ese paso?

V.G.: Para mí fue fácil. Fui muy feliz. Volver a salir a la calle, dar la cara, quitarme la peluca y las gafas, saludar a la gente, reencontrarme. Yo viví clandestina 13 años en Bogotá y era muy duro. Cuando la gente habla de las frustraciones, de que no se logra todo lo que se quiere, sí, es así. Pero en términos de vida fue muy liberador.