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La de Ocampo, una victoria moral

Nunca antes el proceso de selección del presidente del Banco Mundial había despertado tanto entusiasmo entre la comunidad de académicos y economistas como en esta ocasión para suceder al norteamericano Robert Zoellick.

14 de abril de 2012

Nunca antes el proceso de selección del presidente del Banco Mundial había despertado tanto entusiasmo entre la comunidad de académicos y economistas como en esta ocasión para suceder al norteamericano Robert Zoellick.
 
La aspiración de los dos candidatos de los países emergentes, la ministra de Finanzas de Nigeria, Ngozi Okonjo-Iweala, y el exministro colombiano, José Antonio Ocampo, no solo rompió una tradición de más de 60 años -pues siempre se llegaba con un solo nombre, designado por Estados Unidos- sino que sorprendió porque fueron duros contendores para el médico coreano nacionalizado estadounidense Jim Yong Kim, postulado por el gobierno Obama. Pero sin duda, si alguien agitó el cotarro de los economistas fue Ocampo.
 
Destacados analistas y prestigiosos diarios económicos del mundo comentaron su candidatura y en la mayoría de los casos a su favor. Joseph Stiglitz, el premio Nobel de Economía resaltó su postulación como un gran candidato.
 
El blog Worldbankpresident.org, sitio que le hizo seguimiento a la cobertura de los medios sobre el proceso de selección, afirma que más de 100 economistas del mundo expresaron su apoyo a Ocampo. En este sitio se abrió votación para el público y, hasta el viernes pasado, el colombiano iba ganando con el 50 por ciento.
 
Artículos aparecidos en los diarios británicos Financial Times y The Guardian destacaron su nombre, algunos columnistas señalaron que Ocampo era de lejos el mejor candidato de los tres aspirantes.
 
La revista The Economist, si bien tomó partido por la candidata nigeriana, señaló que Ocampo tenía un par de atributos para el cargo, aun por encima del norteamericano. En Colombia la élite económica se dividió en torno a su candidatura.
 
La corriente considerada de corte social respaldó abiertamente su postulación, pero la línea neoliberal, al igual que el gobierno, no cerró filas para apoyarlo. Lo cierto es que el proceso pasó de los méritos de los candidatos - en donde había consenso en que el colombiano era el mejor- a los votos. Pero sin importar que haya renunciado, para José Antonio Ocampo este proceso fue un triunfo moral y también lo fue para Colombia, que tuvo un candidato del más alto nivel.