ARCHIVO- Esta foto de septiembre 8 de 2008 muestra a tres ejecutivos de la firma de especialistas financieros Spear, Leeds, & Kellogg, Anthony Campagna, left, Donald Himpele Jr., reunidos alrededor del sitio donde su firma comerciaba con Fannie Mae, antes del cierre del día en la Bolsa de Nueva York. Un año después de la aguda crisis financiera que llevó a varios en Wall Street a la bancarrota, hay signos de recuperación económica. | Foto: (AP Foto/Henny Ray Abrams, Archivo)

ECONOMÍA

En el primer aniversario de la crisis mundial, aún hay incertidumbre

Por esta semana de 2008 estallaba una tormenta financiera en Wall Street que sumió a casi todos los paises en una gravísima crisis. Ahora la recuperción es lenta y los consumidores aún le temen al futuro.

Por Adam Geller, de Associated Press
11 de septiembre de 2009

Nueva York- AP Un año después de que la economía mundial cayó en picada, hay ciertas señales de recuperación. Pero los estadounidenses han perdido la sensación de seguridad financiera y el país enfrenta interrogantes que requieren de respuestas rápidas o tranquilizadoras.

Sin crédito fácil, ¿qué depara la vida a un país de consumidores?

Ante la evaporación de los ahorros, ¿tendrán los trabajadores más viejos que pensarlo dos veces antes de jubilarse?

Tras la desaparición de viejas instituciones, y mientras el gobierno apuntala las nuevas, ¿qué reemplazará a las organizaciones caídas?

El nerviosismo es más profundo que el generado por otras recesiones posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando las empresas, trabajadores y consumidores se mostraban más optimistas a partir de las señales de que la vida económica volvía a la normalidad. Ahora, Estados Unidos está en un momento económico preocupante y enfrenta la posibilidad de que algunas viejas expectativas no sean ya vigentes.

Después de más de una década de construir castillos en el aire --primero con las acciones de empresas de alta tecnología y luego con los créditos hipotecarios de alto riesgo--, no hay un camino claro para salir de esta crisis. En adelante, según los economistas, la nación tendrá que redefinir sus expectativas, aceptar que el crecimiento generado por las llamadas "burbujas", al que se acostumbraron los estadounidenses, no es algo que se debe buscar ni en lo que pueda contarse, sino una evidencia de una economía desequilibrada.

"El problema es que estamos añorando algo que jamás debimos desear", dijo Joel Naroff, de Naroff Economic Advisors en Holland, Pensilvania.

Muchos economistas consideran que la salida de la recesión será lenta. Si ello resulta cierto, muchas preguntas sobre el futuro tardarían años en tener respuestas. Hasta entonces, el único consuelo será saber que muchos compartirán las mismas dudas.

Ello se aplica a Stephen Sullivan, contador de Metuchen, Nueva Jersey, quien perdió su empleo a finales del año pasado y, a los 62 años, sigue buscando trabajo. Sullivan percibe la misma preocupación en las caras de otros como él, quienes se reúnen cada miércoles por la noche en un ministerio para desempleados, organizado por su iglesia.

"Compartimos el mismo dolor, así es", dijo Sullivan. "Hay aquí algo grande y desconocido, y nadie sabe qué pasará con sólo tratar de analizarlo... ¿Qué sigue?"

La Gran Recesión tardó años en estallar. Aunque el frenazo comenzó a finales del 2007, la economía había evitado la catástrofe, hasta finales del año pasado.

Pese a ocho meses de esfuerzos por parte de los encargados de la política económica federal, el desplome en los precios de las viviendas siguió afectando el sistema financiero. Los mercados de crédito, motor para muchas empresas y consumidores, se congelaban. A comienzos de septiembre, el gobierno tomó el control de Fannie Mae y de Freddie Mac, las empresas en el corazón de los créditos inmobiliarios.

Luego, vino el derrumbe.

En un fin de semana de acuerdos apresurados, Merrill Lynch, la mayor empresa de corredores de bolsa del país, abatida por miles de millones de dólares en pérdidas por sus inversiones inmobiliarias de alto riesgo, fue vendida a Bank of America. Para el amanecer del lunes 15 de septiembre, otra de las firmas históricas de Wall Street, Lehman Brothers, se había hundido en la bancarrota.

El promedio industrial Dow Jones perdió 504 puntos en la peor caída observada en un solo día desde los atentados del 11 de septiembre del 2001.

En los meses recientes, las acciones han recuperado más de un tercio del terreno perdido. Pero el desempleo ha crecido, costando 6,7 millones de plazas desde el comienzo de la recesión. Hay casi 14,5 millones de desocupados.

El golpe a las ganancias empresariales ha sido también un impacto doloroso sobre la riqueza de los estadounidenses, no sólo por los precios de las acciones sino por el valor de las casas. Mientras que la "burbuja de las empresas punto com" fue en cierta forma más grande en términos de dólares, el colapso de la "burbuja inmobiliaria" ha tenido alcances más extensos, y no sólo ha acabado con los recursos de la gente, sino con su confianza.

La crisis ha tenido un impacto pronunciado en la "psicología económica" nacional. Los consumidores han hecho profundos recortes en los gastos, han aumentado sus ahorros y han comenzado a reexaminar su forma de vida, otrora financiada con dinero prestado.

Pero se desconoce si esa mentalidad perdurará y qué podría significar para los negocios.

"Estamos en una encrucijada", dijo Keith Campbell, quien estudia la psicología del consumidor estadounidense y es autor del libro "The Narcissism Epidemic: Living in the Age of Entitlement".

"Este es un ambiente inestable y resulta realmente difícil predecir qué va a pasar".

La respuesta es crucial. Mientras que la industria de las manufacturas ha seguido mudándose a otros países en las décadas recientes, el gasto del consumidor ha sostenido a la economía, representando más de 70% del producto interno bruto.

Ese gasto creció pese a que la paga se estancó, debido a la disponibilidad de créditos. Simultáneamente, las casas no eran consideradas sólo como lugares para vivir, sino inversiones que se valorizarían.

Ese mito económico conserva buena parte de su poder.

"Estamos descubriendo que la mayoría de los dueños de viviendas piensa que esto (el colapso en la burbuja inmobiliaria) es un problema temporal", dijo Robert Shiller, economista de la Universidad de Yale y experto en el mercado de la vivienda y en la dinámica de la toma de decisiones en ese sector. "Ellos parecen pensar que esto repuntará. Esta idea de que nos estamos quedando sin terrenos para bienes raíces y que éstas son una buena inversión sigue siendo popular".

Pero esos puntos de vista están evolucionando. Algunos consumidores estarán tan resentidos por lo que ocurrió que incluso si logran regresar a las antiguas conductas, continuarán sus nuevos patrones de gasto y ahorro. Otros no tendrían opción".

"La economía nunca recuperará realmente la forma que tenía antes, y eso no es necesariamente malo", dijo Robert Manning, experto en crédito y deuda del consumidor. "Esto se basaba en que los consumidores se metieran en gastos cada vez mayores... y eso es un desastre".