Precios
Por las nubes: el encarecimiento del costo de vida no da tregua
La inflación está desbordada no solo para los hogares, sino también para los empresarios. ¿Cuál es su impacto y hasta dónde puede llegar?
El aumento de los precios es, tal vez, el mayor dolor de cabeza de los colombianos. Pero no solo lo están viviendo los hogares, sino también miles de empresarios, cuyos costos tienen en jaque su rentabilidad y hasta sus operaciones.
Esta semana, el Dane entregó los resultados tanto del índice de precios al consumidor (IPC) como del índice de precios al productor (IPP) al mes de marzo y la inflación no cede. En el IPC, la cifra llegó a 8,53 por ciento anual, mientras que en el IPP, a 32,84 por ciento.
La preocupación es cada vez mayor. La inflación golpea con fuerza a los hogares más pobres y vulnerables, y, además, se convierte en un tsunami para los empresarios, en especial los pequeños, pues no tienen una escala eficiente para amortiguar el incremento en los costos, y tampoco pueden transmitirlos completamente al consumidor.
Si por acá llueve…
Cinco productos protagonizan el incremento del IPC, como explica el director del Dane, Juan Daniel Oviedo: el corrientazo, como la comida servida en restaurantes, la carne de res, la electricidad, la papa y el pollo, que representan una tercera parte de la inflación. En el análisis de las cifras mensuales, aparecen nuevos productos que acompañan a algunos de los protagonistas del aumento anual. Sigue predominando el corrientazo como el principal factor que afecta el comportamiento de la inflación y también el servicio de energía; igualmente, el arroz, las frutas frescas y ahora los productos de aseo para el hogar y el aseo personal, que explican el 12 por ciento de la inflación mensual entre febrero y marzo, que fue del 1 por ciento.
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El aumento de los insumos, los problemas en la producción global, el suministro de fertilizantes, la demanda y ahora las tensiones por el conflicto entre Rusia y Ucrania, dos de los principales productores de trigo, maíz, aceite y fertilizantes, aumentaron los precios. Y, por si fuera poco, en Colombia a ese incremento ha ayudado también el invierno, que está afectando algunas cosechas.
¿Cómo les está pegando esta inflación a los más pobres? Hay un dato demoledor: mientras que para los hogares de mayores ingresos la inflación anual a marzo es de 6,72 por ciento, para los más pobres y vulnerables supera el 10 por ciento. Es decir, en cifras gruesas, los pobres tienen una inflación de dos puntos por encima del promedio nacional, y los más ricos, de dos puntos por debajo. La principal radiografía de ese impacto la obtiene también el Dane a través de Pulso Social: casi el 62 por ciento de los hogares ve menos posibilidades para adquirir artículos de primera necesidad porque precisamente son los alimentos, el vestuario y los artículos de aseo para el hogar los que más se están encareciendo.
Y eso afecta las perspectivas de las familias. Pese al ingreso que se ha recuperado por el crecimiento de la economía, “en muchas ciudades ese ingreso aún es inferior en términos nominales al de 2019, pues ya no están alcanzando para satisfacer las necesidades básicas con esos artículos de primera necesidad. Vemos una reactivación de la economía, pero seguramente va a ser difícil que eso se traduzca rápido en menores incidencias en materia de pobreza monetaria y pobreza monetaria extrema”, advierte Oviedo.
Además, antes de la pandemia el 90 por ciento de los hogares urbanos en promedio consumían tres comidas diarias. El impacto de la covid llevó esa cifra a cerca del 67 por ciento. Desde agosto del año pasado hasta febrero, cuando se realizó la más reciente medición, el dato se recuperó al 70 por ciento de los hogares que hoy pueden consumir tres comidas al día o más. A juicio de Oviedo, esta rigidez demuestra que, aun cuando ha habido reactivación económica y mejoramiento del empleo, el encarecimiento de la canasta básica no permite que se recupere el nivel de seguridad alimentaria básica
...Por allá no escampa
El IPP registró una inflación anual en marzo de 32,84 por ciento, es decir, casi cuatro veces la inflación de precios al consumidor. La presión de los costos, en especial de combustibles y productos agropecuarios, son los que están impulsando los precios al alza. Pero no son los únicos y paradójicamente en algunos sectores la demanda también contribuye al aumento.
Para Gonzalo Moreno, presidente de Fenavi, gremio de los avicultores, en el periodo marzo de 2021 a marzo de 2022, la variación anualizada de precios en la elaboración de alimento preparado para animales fue de 21,4 por ciento. “La evaluación del índice de los insumos importados nos muestra una variación de precios anualizada al mes de marzo de 27,5 por ciento en maíz amarillo y de 35,9 por ciento en fríjol soya. Por su parte, en lo corrido del año, fue de 1,8 por ciento y 13,7 por ciento, respectivamente”, explica.
La pregunta es qué tanto se trasladan esos costos al consumidor. Y el tema de huevos y pollos es un buen ejemplo. Como explica Moreno, en un mercado como el avícola el precio se determina por la dinámica de la oferta y la demanda. Si en un momento dado los costos son tan altos que afectan la rentabilidad de los productores, la corrección en los precios ocurre con ajustes en la oferta en el siguiente ciclo productivo.
“Lo particular en la coyuntura es la paradoja económica que se observa: al tiempo que la oferta viene creciendo, tanto en huevo como en pollo con una tasa anual de 4 por ciento y 4,6 por ciento, respectivamente, en 2021, los precios están al alza. Se tiende a pensar que ello se explica por la dinámica de los precios internacionales de las materias primas, que, en efecto, tiene su impacto en el mediano plazo; pero estamos perdiendo de vista que la demanda de los productos avícolas está superando la oferta en esta coyuntura como no se había observado antes de la pandemia. El sector avícola atendía la demanda de huevo y pollo con una tasa de crecimiento promedio año superior al 3,5 por ciento en ambos renglones antes de 2019. Ahora, tanto en el periodo de pandemia como pospandemia, observamos fuertes presiones de demanda en el mercado, atípicas por lo demás. Estimamos que la demanda de huevo se ha incrementado en más de 14 por ciento, y la de pollo, en más de 12 por ciento”, señala Moreno.
Otro es el caso del cerdo. Como advierte Jeffrey Fajardo, presidente de PorkColombia, el principal insumo de producción en porcicultura es el alimento balanceado, que participa en promedio entre 75 y 80 por ciento en la canasta de costos; producto cuyas materias primas (maíz, fríjol y torta de soya) son importadas, principalmente de Estados Unidos y Mercosur. Esto hace que la porcicultura colombiana sea dependiente del comportamiento de la tasa de cambio y del petróleo por el impacto en fletes, gastos portuarios y demanda de maíz para la producción de etanol.
“Los altos costos de producción en el sector se vienen registrando desde el año anterior. La reducción de la oferta en maíz y soya en los principales países productores, como Estados Unidos y Brasil, junto con la mayor demanda de China y la producción de etanol por efecto de la reactivación económica mundial tuvieron como resultado un aumento del 42 por ciento en el IPP de nuestras materias primas importadas y del 21,30 por ciento en el del alimento balanceado, siendo la mayor alza del periodo 2015-2021”, agrega Fajardo.
Pero señala que el aumento de los costos de producción este año no se ha trasladado al consumidor: el IPC de la carne de cerdo a marzo es de -2,40 por ciento, siendo la única carne que presenta resultado negativo en los precios al consumidor.
Por su parte, Jaime Alberto Cabal, presidente de Fenalco, explica que en la Bitácora Económica (publicación del gremio) de este mes se reveló que en marzo hubo una ligera desaceleración en las ventas, “producto del ventarrón inflacionario. Los reportes de los supermercados y minimercados dan cuenta de un triste fenómeno: el registro cada vez más frecuente en las cajas registradoras de carritos con mucha mercancía que los compradores no pueden adquirir por falta de presupuesto”, señala.
Los costos a los productores y su impacto en la operación ya están afectando la confianza. Según Pulso Empresarial, del Dane, en los últimos meses del año pasado la confianza alcanzó sus niveles más altos y se estableció en cerca del 65 por ciento. Sin embargo, para enero y febrero la tendencia cambió y ahora es a la baja. No obstante, Cabal advierte que las adversidades no son nuevas para los empresarios colombianos, que “están acostumbrados a arreglar el motor en pleno vuelo”.
La expectativa hacia los próximos meses es que la inflación empiece a ceder y al final del año, según distintos analistas, cierre en 6,5 por ciento. Sin embargo, todavía estará por fuera del rango meta del Banco de la República y seguirá impactando a consumidores y empresarios.