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COLUMNISTA INVITADO

“Es mejor formar sabios que eruditos”

El pastor de la iglesia cristiana Casa Sobre la Roca, Darío Silva-Silva, argumenta por qué sí se debe enseñar religión en los colegios. Especial de la revista digital Semana Educación.

Darío Silva-Silva
28 de noviembre de 2014

Impedir o coartar la educación religiosa es una violación de normas constitucionales y legales. La ley Estatutaria 133 de 1994, en su capítulo 2°, artículo VI, numeral 3, ordinal h, consagra el derecho “de elegir para sí y los padres para los menores o los incapaces bajo su dependencia, dentro y fuera del ámbito escolar, la educación religiosa y moral según sus propias convicciones”. La misma norma obliga a los establecimientos docentes a ofrecer educación religiosa y moral de acuerdo a la religión a la que pertenezcan los educandos. La voluntad de no recibirla puede ser manifestada en el acto de matrícula.

Por otra parte, el Convenio de Derecho Público Interno número 1 de 1997, conocido como “concordato evangélico”, capítulo 2°, se ocupa “de la enseñanza, educación e información religiosa cristiana no católica”. El artículo VIII garantiza a los alumnos, a sus padres y a los órganos del gobierno escolar, “el ejercicio del derecho de los primeros a recibir enseñanza cristiana no católica acorde a las doctrinas de la entidad religiosa a la que pertenezcan, en los centros docentes públicos, en los niveles de educación pre-escolar a secundaria”. La disposición ordena a las Secretarías de Educación departamentales, distritales o municipales, el ajuste del currículo para garantizar la enseñanza religiosa no católica en las instituciones oficiales.

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Así mismo, según el artículo X del citado Convenio, las entidades religiosas podrán fundar, organizar y dirigir centros de educación a cualquier nivel para promover los valores y principios de su sistema espiritual. Por lo tanto, existen instituciones educativas de carácter confesional, que no pueden ser obligadas a impartir enseñanzas contrarias a su propia fe, como lo creen algunos burócratas y periodistas.

Es indudable la necesidad que tiene el país de una completa libertad de enseñanza, sin vulnerar los derechos de otras religiones, iguales ante la ley a las iglesias firmantes del Convenio. La alfabetización masiva se inició con la Reforma Protestante, hace ya 500 años, cuando Lutero, Calvino, Zwinglio y otros pensadores cristianos fomentaron abiertamente la educación, para que las clases populares tuvieran acceso directo a la Biblia y a las ciencias humanas. Calvino creó la Academia al lado de la iglesia, con su argumento: “Si somos iguales ante Dios, somos iguales ante el Estado”. Allí nació la democracia, que es, como dijo López Michelsen, “La versión laica del Protestantismo”.

En el caso de mi iglesia, el Nuevo Gimnasio Cristiano se ha orientado por principios y valores éticos claramente bíblicos, para enseñar todas las ramas de la ciencia y la tecnología con métodos avanzados. Siempre hemos pensado que un alumno espiritual podrá llegar a ser un intelectual; pero un intelectual no llegará, por eso, a ser espiritual. La ética protestante consagra, en forma clara, las reglas que permiten una sociedad próspera en todos los sentidos. La clase dirigente farisaica, o francamente adversa al cristianismo, con su generalizada corrupción política, tendrá un cambio total cuando la gente nueva sea formada con miras al futuro en lo material; y en lo espiritual, para llevar a la práctica el Sermón del Monte, que es la Constitución Nacional del Reino de Dios.

En nuestra educación, la fe no es pasiva sino activa. Enseñamos a creer y hacer, orar y obrar. Para nuestros alumnos, sin embargo, el cristianismo no es una obligación ni una opción, sino la esencia de su formación. El pedagogo, antes que profesional de la educación, es siervo de Dios y dará cuentas a Aquel que fue llamado Maestro. El educador es servidor y no señor, y debe preocuparse primero por salvar, segundo por educar. Si el principio de la sabiduría es el temor de Dios, como Salomón lo proclama, el conocimiento sin sabiduría es la “falsamente llamada ciencia”, que menciona san Pablo.

Por lo tanto, es mejor formar sabios que formar eruditos. Preferible un hombre ignorante pero íntegro, que un sabihondo disoluto. Pero, por supuesto, es mejor intelectualidad acompañada de integridad. Como dice nuestro slogan: “Conocimiento y Comportamiento”. La educación religiosa es necesaria a todos los niveles; y, en nuestro caso, estamos convencidos de que “Un buen cristiano será un buen ciudadano”.