RELACIONES DE PAREJA
El síndrome de ‘la otra’
Las mujeres que acaban con un matrimonio ajeno casi nunca logran superar el estigma de ser las arpías y deben lidiar con el rechazo de la familia, los amigos y la sociedad.
Mónica, de 38 años, aún recuerda la noche en que conoció a David, su esposo desde hace dos años. Estaba en una reunión de amigos y sintió una fuerte atracción por él. “No era algo meramente sexual, como cuando uno ve a un hombre atractivo, sino una conexión que no había sentido antes y surgió mutuamente”, explica. Sin embargo, en medio de la conversación apareció un gran obstáculo que la bajó de la nube de inmediato: estaba casado. “Aunque quise olvidarme de él al siguiente día, fue muy difícil porque seguimos viéndonos. Él tomó la decisión de separarse, superamos las adversidades y hoy vivimos felizmente casados”.
Al igual que Mónica, muchas mujeres terminan involucradas con hombres que abandonan a sus esposas para casarse con ellas. A pesar de que comienzan un nuevo hogar, ellas nunca pueden quitarse el estigma de ser robamaridos. Dos casos célebres son los de Camilla Parker-Bowles y Yoko Ono, que conquistaron a dos de los hombres más famosos del mundo, el príncipe Carlos de Inglaterra y el beatle John Lennon.
En el primer caso, a la gente le tomó tiempo quitarse la imagen de Camilla como una arpía que acabó con el matrimonio de Lady Di, quien siempre fue vista como una víctima en esa historia. Pero con el paso del tiempo, para muchos quedó claro que el verdadero amor era el que fluía entre el príncipe y su amante. John Lennon, por su parte, se enamoró de Yoko a primera vista sin importar que estuviera casado con Cynthia Powell y que tuviera un hijo con ella. De hecho, un día la llevó a su casa y le anunció a su esposa que se separaba. Para los fans de Los Beatles, Yoko siempre fue la mala del paseo. Incluso se le culpó de haber sido la causante directa del fin del legendario grupo.
Aunque la mayoría de las veces este tipo de relaciones no prospera por la cantidad de obstáculos que encuentran en el camino, son bastante comunes actualmente porque las mujeres ya no consideran prohibido meterse con un hombre casado. El deseo de equilibrar los derechos las ha llevado a vivir su sexualidad de forma más libre y dentro de ese contexto la infidelidad es una opción aceptable. “Angelina Jolie, quien le quitó a Brad Pitt a Jennifer Aniston, es vista ahora como una santa, no como una rompehogares, algo impensado hace algunas generaciones”, señaló la autora Jessie Knadler en un artículo de la revista Women’s Health.
Sin embargo, la mayoría de las mujeres señala que siente un grado de culpabilidad muy alto porque en medio está una familia y deben esconderse del ojo público. De lo contrario pueden poner en peligro su estatus social, sus amistades e incluso su trabajo. “Estas relaciones se debaten entre el paraíso y el infierno, porque cuando están juntos la pasan de maravilla pero cuando confrontan sus realidades individuales encuentran muchos obstáculos que hacen más difícil construir una relación duradera y gratificante”, señala la psicóloga María Elena López.
En muchos casos hay mujeres que no buscan llegar tan lejos cuando empiezan a salir con un hombre casado y creen que pueden mantenerlo en secreto sin herir a nadie. Sin embargo, en ocasiones una simple aventura puede convertirse en un romance serio que les impide separarse. Sara, de 31 años, nunca tuvo en mente casarse ni vivir con un hombre. “Amaba mi independencia. Tenía un trabajo estable, salía con mis amigos y amigas cada fin de semana y tuve algunos romances pasajeros. Y aunque nunca quise nada serio, todo cambió cuando conocí a Daniel”, afirma. Aunque él estaba casado, el amor fue más fuerte y salieron adelante a pesar de las adversidades.
Hay otras situaciones aún más críticas como la de Raquel, de 35 años, quien no había corrido con suerte en el amor y cuando conoció a Fernando, 15 años mayor que ella, sintió que al fin había encontrado al hombre de su vida. Al enterarse de que estaba casado quiso dar marcha atrás pero siguieron viéndose y quedó embarazada. Aunque él no huyó y al poco tiempo se divorció, ella siguió estando a la sombra como ‘la otra’. “Le presenté el bebé a su familia pero solo una de sus hermanas me trató cordialmente. Sus papás fueron muy fríos y siempre le dijeron a Fernando que no estaban de acuerdo con la relación, incluso después de casarnos”, contó a esta revista.
Según López, este es uno de los peores escenarios que puede vivir alguien en una relación de pareja, pues el fantasma de la infidelidad siempre está presente y puede generar sentimientos de culpa, rabia, miedo y presión. Además, en algunos casos los hombres no son capaces de acabar con su matrimonio y les prometen estar a su lado y un divorcio que nunca llega. “En mis consultas he visto que muchos no logran conformar una pareja estable y mantienen un eterno noviazgo porque guardan la esperanza de legitimar socialmente esta unión”.
El rechazo social es el punto más delicado de estas relaciones. Según la sexóloga Martha Lucía Palacio, en este tipo de uniones no hay un equilibrio que les permita gozar de estabilidad. Hay elementos muy complicados como perder la vida social a la que cada uno estaba acostumbrado, en especial la persona que estaba casada, pues puede generar mucho estrés y angustia, lo cual es poco sano para los implicados. “Aunque el amor sale a relucir como lo más importante en estos casos y justifica los riesgos que se toman, los fantasmas del pasado siempre están presentes”, afirma Palacio.
Raquel dice que aunque no se arrepiente de lo que hizo con Fernando y su relación es sólida, después de todos estos años sigue sintiéndose responsable de lo que le causó. “Cada vez que nos vemos con los hijos que tuvo en el primer matrimonio es inevitable sentir algo de culpa”, dice. Sin embargo, aún sigue convencida de que haber luchado por su felicidad no fue un pecado.
Según Nigel Barber, experto en biopsicología y autor del libro The Science of Romance, los ejemplos de Parker y Ono demuestran que cuando hay mucha compatibilidad, vale la pena pasar por un proceso de divorcio, resistir el rechazo de la familia y los amigos para volverse a casar por amor. Todos tienen derecho a una segunda oportunidad y aunque en primera instancia lo ideal es no meterse con una persona comprometida, “cada situación es particular y hay múltiples factores y verdades que pueden indicarle a alguien si debe parar o seguir adelante”, dijo a SEMANA la psicóloga clínica Valerie Golden.
Si bien algunos pueden sacarle provecho a una relación de ese tipo, los expertos recomiendan evaluar los costos emocionales en toda su dimensión para evitar sufrir el síndrome de ser ‘la otra’. “Lo ideal es que la decisión que tomen los involucrados tenga el mayor impacto positivo y el menor negativo para sí mismos así como para quienes los rodean”, concluye López.