Home

Gente

Artículo

Corazón valiente

Hace 16 años el narcotráfico asesinó a Rodrigo Lara Bonilla pero no pudo amedrentar a su viuda, Nancy Restrepo. Después del exilio regresó al país para asumir la jefatura de relaciones públicas del grupo Santo Domingo.

13 de marzo de 2000

Nancy Restrepo es una de la mujeres más envidiadas del sector empresarial. A los 43 años esta exitosa ejecutiva de aspecto dulce y reservado acaba de ser nombrada directora de relaciones públicas del grupo empresarial Bavaria, uno de los cargos más apetecidos en el ámbito organizacional.

Al verla ejercer sus funciones con tanta propiedad cuesta trabajo creer que la Nancy que coordina proyectos y discute con políticos y empresarios sea la misma mujer frágil y desamparada que el 30 de abril de 1984 lloró la muerte de su esposo, Rodrigo Lara Bonilla, ministro de Justicia, acribillado por sicarios de Pablo Escobar.

Aquella noche las amenazas del cartel de Medellín se hicieron realidad y los capos silenciaron con ocho disparos las denuncias del funcionario liberal sobre la presencia de dineros calientes en la política y en el fútbol. Con el crimen el país perdió a uno de sus dirigentes más prometedores y Nancy, con escasos 27 años, pasó a engrosar la interminable lista de viudas de la narcoviolencia. Ese día terminó para ella el cuento de hadas. Mientras su esposo caía abatido por las balas Nancy enterraba su antigua vida de ama de casa y niña consentida. En cuestión de segundos el sueño se había evaporado y la jovencita que se casó a escasos meses de haber terminado el bachillerato y que durante años había vivido en un mundo de comodidades se vio enfrentada a una aterradora pesadilla: estaba sola y era la única responsable del futuro de sus tres pequeños hijos.

Advertida de los peligros a los que estaba expuesta su familia, Nancy consideró que lo más conveniente era abandonar el país y con la ayuda del presidente Belisario Betancur se radicó en España, donde asumió el cargo de consejera en la embajada de Colombia. El viaje fue tan precipitado que ni siquiera tuvo tiempo de elaborar un duelo y cuando se dio cuenta estaba en un país extraño, sin amigos, lejos de sus familiares y con la incertidumbre de saber si estaba haciendo lo correcto.

“Fueron años muy duros por la ausencia de mi esposo y porque mi reto era asumir las funciones de padre y madre a la vez. El haber vivido con Rodrigo me enseñó a ser fuerte y valiente”.

Pero el desafío no era sólo consigo misma. Nancy era consciente de que las manos amigas no permanece-

rían extendidas si ella no demostraba que era capaz de forjarse un destino. Durante su permanencia en Europa se interesó por las labores diplomáticas y con el tiempo fue asumiendo funciones de mayor responsabilidad. Entre 1985 y 1993 fue consejera encargada en Berna (Suiza) y fue allí en donde finalmente logró conciliarse con su pasado.

“Durante mi trabajo en el consulado debía visitar las cárceles en las que había compatriotas presos por tráfico de drogas. La situación era paradójica, pues mientras estas personas habían asesinado a mi esposo yo estaba en la obligación de prestarles atención y consuelo. La primera reacción fue de rechazo hacia ellos pero después comprendí que todos somos víctimas y que lo que yo viví no se puede generalizar”.

A raíz de su buen desempeño la trasladaron a París como ministra plenipotenciaria de la delegación de Colombia ante la Unesco y en 1996 fue nombrada cónsul general, cargo que ocupó hasta septiembre del año pasado, cuando sintió la necesidad de regresar al país.

Durante su estadía en París conoció al embajador de Colombia ante la Unesco, Pablo Gabriel Obregón –hermano de Andrés Obregón, presidente del Grupo Santo Domingo– quien se convirtió en su padrino y le propuso vincularse al grupo como directora de relaciones públicas.

Después de 15 años de preparación era hora de volver a casa y recuperar el terreno que la violencia le había arrebatado. Era preciso ahuyentar los fantasmas del pasado y enfrentar los sinsabores de la justicia criolla que, durante más de una década, adelantó una investigación marcada por el escándalo en la que el juez fue asesinado, los testigos amedrentados, las evidencias trastocadas y sólo dos personas condenadas.

Aunque la adaptación ha sido a marchas forzadas Nancy considera que su futuro está en Colombia, ayudando a construir el país que su esposo quería. “Si la violencia y la injusticia truncaron la vida de nuestros seres queridos no podemos permitir que hagan lo mismo con el futuro de nuestros hijos”.