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HAZAÑA

El Hombre Araña vuelve a hacer de las suyas en Cuba

Aunque sufre de vértigo, el francés Alain Robert nuevamente desafió las alturas y trepó sin protección hasta lo alto de una escuela primaria en La Habana.

6 de febrero de 2013

Aunque no tiene superpoderes, a Alain Robert le tomó 15 minutos escalar los tres pisos de un antiguo edificio de Cuba. Días antes había subido los 27 pisos del Hotel Habana Libre, también sin protección ni un arnés que lo sostuviera en caso de resbalarse.

Mientras Robert trepaba hasta lo alto de la edificación, donde se ubica una escuela primaria, los niños salieron a observar su hazaña y se dedicaron a animarlo. Sin embargo, Robert no estaba nervioso pues escalar las construcciones más altas del mundo ya hace parte de su rutina. Y es que este hombre, conocido como 'el Spiderman humano', es un turista extremo.

Robert no se conforma con usar el ascensor y ver el paisaje a través de los vidrios gruesos y las barandas, sino que se dedica a viajar por los cinco continentes para pararse en el techo de las principales metrópolis y observarlas como pocos pueden hacerlo.

En sus 15 años de carrera en el buildering o escalada urbana, Robert ha conquistado los edificios más imponentes, entre ellos el Burj Khalifa en Dubái, actualmente el rascacielos de mayor altura con 164 pisos y 828 metros; el Taipei 101 en Taiwán, de 509 metros; la Torre Sears de Chicago, con 443 metros, y el Empire State de Nueva York, de 381. También ha ascendido la Torre Eiffel de París, el puente de Brooklyn, la Ópera de Sydney y el hotel Arts de Barcelona.

Pero según él, realizó su máxima hazaña en 2009 cuando llegó hasta el piso 88 del complejo Petronas, las torres gemelas más altas del mundo, sin la ayuda de anclajes ni cuerdas de seguridad. Escaló los muros aferrándose a cualquier relieve y, solo con sus manos, pies y talcos para evitar el sudor, ascendió de ventana en ventana hasta que desapareció entre la niebla que envolvía a la capital de Malasia.

Tardó casi dos horas en alcanzar la cumbre, a 452 metros de altura. Ya había tratado de hacer esta hazaña en dos oportunidades, pero la Policía local se lo impidió. Su último intento fue en 2007, cuando el largo brazo de la ley salió desde un balcón y lo llevó a la cárcel.

En esa ocasión los guardias no interrumpieron su ascenso, pero lo arrestaron tan pronto tocó tierra. Estuvo cinco días en prisión y tuvo que pagar una multa de 500 dólares por atentar contra el orden público y la seguridad de los peatones. A la salida lo esperaba un lujoso Mercedes-Benz y un desconocido lo condujo hasta el palacio real. El sultán Mizan Zainal Abidin quería invitarlo a cenar pues admiraba "al valiente que doblegó al coloso de acero".



Aunque cuenta en su historial de aventuras con más de 100 edificios en los que ha puesto su bandera, Robert lamenta no poder treparse en las maravillas arquitectónicas de China, ya que después de subir a la Torre Jin Mao la Policía lo capturó y, tras golpearlo, lo expulsó para siempre. Pero este no es el único país que le ha cerrado sus fronteras, también ha sido deportado de Estados Unidos, Japón, Australia y Malasia.

Además, ha enfrentado 25 juicios y condenas por más de seis meses, que ha esquivado gracias al pago de cuantiosas fianzas. Sin embargo, cuando está a cientos de metros por encima de la mayoría de los mortales sus líos con la ley son el menor de sus problemas.

"Alain va más allá de sus limites, lo que es fenomenal, pero también se arriesga a caer y morir frente a quienes se agolpan a verlo -le explicó a Semana.com Andrew Tower, editor de Urban Climber, revista especializada en buildering-. Es así de simple: cuando escalas sin protección se necesita un solo paso en falso para resbalarte y tener un desenlace fatal".

Robert, que mide 1,65 metros y pesa 50 kilos, ha sido sometido a más de 20 operaciones por cuenta de sus accidentes. A los 19 años se cayó desde 15 metros de altura por un nudo mal hecho, estuvo cinco días en coma, se fracturó el cráneo, la nariz, las muñecas y la cadera. Por si fuera poco, su oído interno, el responsable del equilibrio, se estropeó. Le diagnosticaron vértigo crónico y su cuerpo quedó inválido en un 66 por ciento. Los médicos le advirtieron que no podía volver a practicar deportes extremos, pero él no escuchó. "Aún tengo el 34 por ciento restante para continuar", dice.

El Spiderman humano, apodo que se ganó por su costumbre de usar el traje rojo y azul del Hombre Araña, continuó con su obsesión por escalarlo todo. Nunca se detuvo a pensar en su discapacidad, ni siquiera cuando sentía que el mundo giraba más rápido de lo normal mientras escalaba o cuando veía que el piso comenzaba a moverse. Estaba seguro de que había nacido para vivir en las alturas, era lo único que sabía hacer.

Desde pequeño, pese a la negativa de sus padres, aprendió algunos rudimentos sobre el montañismo como boy scout. A los 12 años no dudó en trepar los ocho pisos del edificio donde vivía para entrar por un ventanal, pues había perdido sus llaves. Así supo que quería ser un alpinista y comenzó a subir montañas y acantilados hasta que dejaron de representar un reto. Ya no sentía miedo ni se sorprendía, entonces empezó a hacer buildering.

"La ciudad es como una cordillera, con la única diferencia de que cada vez habrá nuevos rascacielos -afirma Robert en su página web-. Estoy ansioso porque los arquitectos construyan otro gigante, al fin de cuentas mi obsesión es escalar lo imposible, estar justo al borde del abismo".