Jet-set
Johanna Ortiz, la diseñadora caleña que triunfa en Paris y Nueva York
La coherencia y el propósito definen a Johanna Ortiz. Y este 2025 así lo demuestra: se consolidó como una de las diseñadoras más importantes a nivel internacional.
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A Johanna Ortiz le pasa lo que a los artistas con obra compacta y original, fácil de reconocer: sus piezas tienen poco de azar y mucho de labor milimétrica, concebida a fuego lento. Cada prenda es única en un mundo saturado por lo efímero. La caleña está convencida de que la belleza está en lo auténtico, en la inmensidad de la naturaleza y en las emociones.
Su marca es una mezcla de varios ingredientes y su taller una sumatoria de esfuerzos, que afianzan lo que soñó en la adolescencia. Las puntadas y acabados son una metáfora del trabajo de su equipo conformado por más de 400 personas. “2025 ha sido un año de expansión y reafirmación. Consolidamos nuestra presencia internacional. Hoy exportamos el 95 por ciento de nuestra producción y seguimos diseñando desde Colombia con nuestro equipo y con nuestros artesanos. Celebramos el primer año de nuestro flagship en Madison Avenue en Nueva York y tuvimos un Pop Up maravilloso en Le Bon Marché en París. Este año confirmé que el verdadero lujo está en la coherencia y en el propósito. Crear sin comprometer lo que creemos”, dijo Johanna a Jet-set.
Para entender su presente es necesario viajar al pasado. Lo suyo es una labor que conserva la esencia del origen. Al juego con textiles que tanto le gustaba hay que sumar un momento bisagra: a los 17 años viajó a India con sus papás y su hermana, y desde entonces no volvió a ser la misma: “Me enamoré del color y los estampados. Al regresar, vi con nuevos ojos los paisajes de Colombia y entendí nuestro privilegio. La moda se convirtió en mi lenguaje. Una forma de contar quién soy, de dónde vengo y lo orgullosa que estoy de mis raíces”.
Sus creaciones encuentran sus raíces en un proceso creativo minucioso. Asevera que cada colección es un capítulo de su diario personal, que podría explicarse en investigar a mujeres reales e imaginarias. “Trabajar los colores y los estampados junto a mi equipo textil es un placer profundo”, sostuvo.
A su bitácora hay que sumarle contexto: su natal Cali, la ciudad de la que, a pesar de la internacionalización de su casa de modas, no se ha querido ir. Sus obsesiones son los farallones, las ceibas y los guayacanes. A las palmas las considera “femeninas y delicadas, pero fuertes y dignas al mismo tiempo”. Con lo anterior como materia prima, es inevitable preguntarle por el miedo clásico del artista, que consiste en encontrar una fórmula exitosa y repetirse hasta el cansancio.

En su caso, las ideas nacen cuando conecta con las nuevas experiencias, personas, libros, artistas y paisajes. “No diseño para llenar temporadas. Diseño para contar historias inéditas. Siempre será JO, pero un JO que evoluciona, aprende y se disfruta”, afirmó. Johanna es una voz autorizada para hablar de la salud del diseño en el país. Muchos ven en su trayectoria un espejo inspirador: “Aquí hay talento, admiro a muchos diseñadores. Creo que el paso definitivo es que algunos creativos se atrevan a diseñar desde su identidad. Es lo que permite que una marca se internacionalice y perdure. El mundo ya está listo para los talentos colombianos y latinoamericanos. Falta que nosotros también lo creamos”.
Ya está enfocada en 2026, nadie le quita la obsesión de seguir evocando a Colombia en cada creación. Así como buscará la consolidación de su casa de modas, continuará el impacto social de su labor a través de alianzas con artesanos, comunidades locales y de su Escuela JO para formar más mujeres en técnicas de alta costura: “Sin nuestras artesanas, costureras, patronistas, equipo textil, diseño, logística, ventas, marketing, financiero y supply chain, nada sería posible. Somos una comunidad que crea piezas desde el amor en Colombia para el mundo”.
