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Carlos Gaviria Díaz. | Foto: Archivo SEMANA

HOMENAJE

Carlos Gaviria: sentido homenaje en su cumpleaños

Este viernes Carlos Gaviria habría cumplido 78 años, por tal motivo la Universidad de Antioquia bautizó su biblioteca con el nombre del jurista.

8 de mayo de 2015

El pasado 31 de marzo falleció el líder Carlos Gavíria Díaz y este viernes la Universidad de Antioquia renombró su biblioteca central en homenaje al jurista. En el acto, Juan Carlos Gaviria Gómez, hijo del fallecido exmagistrado, pronunció estas palabras en nombre de su familia:

"Sin duda la vida de nuestro padre giró en torno de los libros, o quizás, su vida fueron los libros. Su racionalidad y su sensibilidad estuvieron ligados a estos. Para él era un placer tocar el libro, reconocer el olor característico de cada ejemplar, visualizar su estructura y discernir su contenido.

La bella frase de Jorge Luis Borges según la cual “De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo…. Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”, evidencia con nitidez la concepción de nuestro padre sobre el libro.

Para muchos nuestro hogar resultaba excéntrico, pues el centro del mismo, si se quiere con una connotación sagrada, fue siempre la biblioteca, a quien nuestro padre amaba y valoraba como a un quinto hijo. En lugar del Corazón de Jesús o de pinturas religiosas, nos acompañaron sucesivamente bellas imágenes de Bertrand Rusell, Ludwig Wittgenstein y Jorge Luis Borges, quienes dentro de la universalidad que caracterizó a nuestro padre, se erigieron en los íconos de su biblioteca.

Las limitaciones económicas del profesor universitario de ésta alma máter nunca impidieron que accediera a los que él consideraba una necesidad vital. Los libros le imprimieron el sentido a su vida, fueron fuente permanente de emociones y signaron su destino.

Cada libro implicaba un ritual: era rayado, degustado, conservado como una joya preciosa. Cada anotación de las que nuestro padre solía plasmar en cada ejemplar revela las huellas de su pensamiento, de su dimensión ética y estética. Por ello cada libro de los que pasó por sus manos es un ejemplar único, es un tesoro, pues tiene su sello propio.

La Decadencia de Occidente, el Tractatus, Summerhill, el Concepto del Derecho, los cuentos de Borges…. La enunciación de sus libros queridos sería interminable, pero existieron obras emblemáticas que incidieron en su filosofía de vida, en su claridad, en su concepción de la libertad y la educación; y por ello se irradiaron de alguna forma a su familia, amigos y discípulos.

El placer por los libros se extendía desde su visita a las librerías hasta la prisa ansiosa por llegar a su destino para disfrutar lo adquirido. Recordamos en la época de nuestra infancia las visitas sabatinas a la Librería Continental, y en épocas recientes su emoción desbordante en la Librería Ateneo de Buenos Aires, así como la frustración en la ciudad de Porto al encontrar cerrada la librería que había anunciado desde la partida como una de las más bellas del mundo.

Los libros hicieron parte de nuestra vida familiar cotidiana. Como anécdota, no podemos olvidar la angustia familiar cuando Bruna -una perra con la que se resignó a convivir- decidió devorar literalmente el texto de Kierkegaard, Temor y Temblor. Este hecho siempre fue mantenido en secreto de nuestro padre, quien se extrañaba de la ausencia del ejemplar, pues pese a la disimilitud de volúmenes que integraban su biblioteca tenía plena claridad sobre los mismos.

Cuando fue consciente de la presencia de su enfermedad nos manifestó su decisión de hacer realidad un sueño, que finalmente no pudo cumplir, el de volver a juntar sus libros antes de morir, pues su biblioteca –por las vicisitudes de la vida- se encontraba dispersa en tres recintos diferentes.

Los libros siempre fueron su compañía, sus cómplices en los momentos de soledad. Inclusive, hasta los últimos momentos en su etapa de hospitalización los libros lo acompañaron. Los aforismos de Wittgenstein signaron nuestra última conversación, y luego, aún sedado, le leíamos poemas de Constantin Kavafis, con la ilusión de que pudiera encontrar regocijo en ellos.

Después de fallecido y cuando nos vimos abocados a violar su intimidad nos encontramos sus propios aforismos. Uno de ellos refleja su vida en torno a los libros: “mi biblioteca: un catálogo incompleto de lo que quise saber”. Y al finalizar el libro Elegía de Philipe Roth, advertimos que dejó asentada esta frase contundente: “Mis libros no son míos. Soy yo”.

Su biblioteca, aunada a su memoria abrumadora y a su inteligencia, explica su línea de pensamiento, su coherencia, su sentido estético y la sabiduría alcanzada.

Todas estas ideas sueltas pretenden evidenciar que a nuestro padre no se le podía hacer mejor homenaje que el de bautizar una biblioteca con su nombre, pero no cualquier biblioteca; la de su alma máter.

Por ello en nombre de mi madre, de mis hermanas, y del mío propio, profundo y sentido agradecimiento a la Universidad de Antioquia, a la Facultad de Derecho, y en particular al profesor Julio González Zapata, pues con este reconocimiento, cabalmente coherente con la vida de nuestro padre, se logra que el nombre de Carlos Gaviria perdure eternamente en el lugar que para él resultaba más emblemático".