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“Nos propusimos fracasar, y fracasamos en el intento”

Este 25 de septiembre se cumplen 30 años de la muerte del escritor, poeta y fundador del nadaísmo Gonzalo Arango. Eduardo Escobar y Jotamario Arbeláez, dos de sus cómplices de aventuras literarias, hablaron con Carolina Vegas de SEMANA para recordar a su amigo y compañero de lucha.

23 de septiembre de 2006

SEMANA: Hablemos de la persona. ¿Cómo era Gonzalo Arango?
EDUARDO ESCOBAR: Gonzalo Arango era un hombre común y corriente, pero con magia.
JOTAMARIO ARBELÁEZ: Era un enviado de Dios, como él se autodenominó para burlarse de sí mismo en la inscripción del pedestal sobre el que fue fotografiado a manera de estatua y que aparece en la portada del Terrible 13 Manifiesto Nadaísta, donde posa de anticristo. En vez de ojos tenía dos brasas con que fulminaba al auditorio, una voz misteriosa como de científico oculto, una gabardina mugrosa que él llamaba con cariño “mi sobrenada” y una flor en la solapa que solía robar de los cementerios. Fumaba marihuana para que le fuéramos perdiendo el temor a la eternidad, y gozaba como un enano tomando jugos de frutas tropicales en las plazas de mercado.

SEMANA: ¿De donde nació la idea de crear el movimiento nadaísta? Y, aunque suene obvio que la palabra viene de la nada, ¿a qué nada se refería específicamente?
E.E.: El nadaísmo nació de la sensación de fracaso de Gonzalo Arango. Y nos juntamos a su proyecto un grupo de adolescentes, por decencia, por asco de los valores de esta sociedad donde todos quieren andar desnudos como los pobres, y ser ricos y vistos como los tiranos.
J.A.: El movimiento nadaísta estaba en el aire de los tiempos, Gonzalo Arango lo olfateó y se sentó a formularlo. La bomba atómica de la guerra fría aún gravitaba, los movimientos de liberación nacional avanzaban, los negros y las mujeres y los maricas se liberaban, las guitarras eléctricas ponían el espíritu en estado de alerta, las drogas blandas estaban a la orden del día. Él se propuso, todo un campesino asqueado por la crisis de la verdad en Colombia, formular las bases del movimiento más negativo del que tuviera noticia la historia, y para ello se hizo acompañar de los jóvenes filósofos más atorrantes que tuvo a mano, de clase media baja, de provincia y menores de edad. Algo sin antecedentes en la intelectualidad nacional. La palabra nadaísmo fue una obvia traducción de nihilismo, que a nadie se le había ocurrido. Nos armamos con el mazo de los iconoclastas y en la exageración del exceso lo tiramos a la basura. Arremetimos contra todas las banderas hasta dejarlas en el puro palo. Anunciamos que se acercaba el Apocalipsis que Colombia ha estado viviendo. Prometimos “no dejar una fe intacta ni un ídolo en su sitio”. Leímos El ser y la nada de Sartre y, más existencialistas que el Papa, nos decidimos por esta última. Y algo peor, nos propusimos fracasar, y fracasamos en el intento.

SEMANA: Casi todos ustedes coinciden en que Gonzalo Arango fue un personaje que tuvo diferentes etapas en su vida. La última, cuando estaba con Angelita, es probablemente la más criticada por sus seguidores y compañeros de movimiento. ¿En qué cambió él y a que se refiere cuando dice que se encontró con Cristo?
E.E.: Gonzalo fue desde el principio un cristiano despistado. Hizo el papel del lobo pirata... Hasta que descubrió que era una oveja con piel de lobo. Casi un ángel, si no hubiera sido un gran perezoso.
J.A.: Como Sansón y John Lennon y Borges, Gonzalo se fue de bruces cuando encontró el amor sentimental que tanto había rechazado. Los nadaístas respetamos ese hundimiento, aunque no nos gustara. Muchos críticos dicen que hasta allí llegó el nadaísmo, porque dizque en ese momento él lo canceló. Pero el que estaba cancelado para el nadaísmo era él. El resto de los nadaístas, ya instalados todos en Bogotá, no nos íbamos a quedar colgados de la brocha. Le dijimos adiós al comandante profeta, lo dejamos con su mujer y con Cristo y continuamos con nuestra negatividad constructiva que en 2007 cumplirá 50 años. Descubrimos a posteriori, leyendo sus cartas a la familia, que él nunca dejó de ser un cristiano primitivo, y que fundó el nadaísmo para rescatar la verdadera imagen del Cristo revolucionario que había desvirtuado la Iglesia. En ese sentido el cura Camilo Torres Restrepo, al dar el gran paso nadaísta de nuestra historia reciente, sería nuestro ícono.

SEMANA: ¿Por qué se dice que Gonzalo Arango era un santo, cuál era su santidad?
E.E.: La santidad de Gonzalo es un invento de sus malos amigos. Conozco un montón de personas que, sin conocerlo, apoyados en la fama de su ternura y su despego, le rezan en los malos pasos de la vida. Por fortuna, no hizo el primer milagro, hasta hoy, que se sepa.
J.A.: No digo que fuera un santo, más bien pudo ser un bandido del poema, un danzarín de la carne, un gozón de los cinco sentidos, un cantor contra la injusticia, como lo fueron antes de su conversión Agustín y Francisco. Lo que digo es que por eso merecería ser canonizado. Además, porque cada cierto tiempo a cada nadaísta nos hace su milagrito. A mí, hasta me va a sacar pelo.

SEMANA: ¿El movimiento nadaísta es ateo o simplemente no cree en la institución religiosa?
E.E.: El nadaísmo no es una teología. Aunque es posible afirmar que siendo todos los nadaístas bautizados, y muchos de ellos ex seminaristas, como yo mismo, se sienten traicionados por el Vaticano, como todos los cristianos decentes. Por lo demás, no creo que Dios se preocupe mucho por lo que hacen un puñado de poetas antioqueños.
J.A.: Si hubiéramos vivido en los tiempos de la Inquisición, con toda seguridad que nos hubiera quemado la Iglesia. Ahora los quemados van a ser otros, si se descuidan. No sabemos por qué la Iglesia se opone al aborto, si es un aborto del infierno. El nadaísmo podría llegar a convertirse en la verdadera iglesia de Cristo.

SEMANA: ¿Cómo conocieron a Gonzalo Arango?
E.E.: Hicimos contacto por el azar y el milagro, pero no estoy seguro de habernos conocido... Por eso mantuvimos la amistad, supongo, que nace del desconocimiento...
J.A.: Yo perdía el sexto de bachillerato en Cali, en el Santa Librada College. Oí que llegaba una especie de Zaratustra de la montaña, que se presentaría en La Tertulia. Asistí. Me conmovió con aquello de que “el nadaísmo es el camino que no conduce a ninguna parte”. Pensé que era mi maestro perfecto. Calcé mis sandalias y lo seguí.

SEMANA: ¿Cuándo fue la última vez que se vieron con él y cómo fue ese encuentro?
E.E.: La última vez que nos vimos, fue la víspera de su muerte, tomando un brandy, en mi casa. La última que lo vi, estaba muerto. El último recuerdo de él, no ha llegado todavía. Sigue siendo una presencia en mi vida como hombre y como poeta. Es la perla en el collar de mis amigos.
J.A.: El 24 de septiembre de 1976 asistí a la casa del poeta Eduardo Escobar, que me había invitado a cenar. Allí estaba Gonzalo con Angelita, en vísperas de su viaje a Inglaterra, de donde nos anunció que no volvería. También estaba Amílcar Osorio, su compañero en la fundación del nadaísmo, con quien se reconciliaba luego de varios años de distanciamiento ideológico. Al despedirnos, le dije que al otro día viajaría a Cali, a la misa de mi padre, muerto el pasado 25 de septiembre y a quien en el momento de su deceso le pedí que pasado un año me hiciera un señita para convencerme de que la trascendencia existía. Cuando estaba en la misa me avisaron que Gonzalo acababa de morir en un accidente. “Valiente señal, papacito”, alcancé a decirme. Hasta allí duraron mis dudas.

SEMANA: En su artículo ‘Acerca de la obra de Gonzalo Arango’ escribe: “A pesar de poseer el estilo más virulento y castigado, de ser el más radical y el que mejor se formulaba el propósito, gonzaloarango es al mismo tiempo el más zanahorio y circunspecto. Predica el desarreglo, la procacidad, la anarquía, la violencia, pero cuida la imagen calculada del poeta malintencionadamente despeinado”. ¿A qué se refería con eso?
E.E.: Me refería a eso. Gonzalo, como todos los nacidos de mujer, era una persona contradictoria.

SEMANA: En el artículo ‘Gonzalo Arango: 20 años en la eternidad’, el texto lo inicia con: “Creo sinceramente que Gonzalo Arango fundó el nadaísmo para conjurar a la muerte”. ¿A qué se refería con eso?
J.A.: Tristan Tzara, fundador del dadaísmo, dijo: “Es inconcebible que un hombre deje huella de su paso por la tierra”, y por eso se le recuerda. Gonzalo escribió en su testamento que él estaría podrido antes de ser olvidado. La verdad es que no lo olvidamos ninguno de sus 12 discípulos. De sus 12 Judas, como dijo un gracioso. En los 30 años de su muerte, que brillan como monedas de plata.

SEMANA: ¿Qué es el nadaísmo? ¿Ya murió?
E.E.: El nadaísmo es indefinible, y su indefinición lo convierte en una posibilidad eterna de error. ¿sí murió...? Nada muere. Todo lo que sucedió una vez sucede para siempre. El nadaísmo es eterno, como todas las cosas, aun las efímeras.
J.A.: “El nadaísmo es todo aquello que no existe hoy”, contestó San Nicolás de Tolentino a través del médium Claudio Vernot. “El nadaísmo es una cosa eterna que apenas va a cumplir 50 años”, agrego yo. Y el poeta Armando Romero formuló este epitafio: “El nadaísmo podrá morir, pero sus gusanos son inmortales”.