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PEQUEÑAS GRANDES OBRAS

Una exposición con las mejores casas de muñecas en Colombia demuestra que el arte de las miniaturas aún no se ha extinguido.

11 de noviembre de 1996

Todo el mundo ha jugado durante su niñez con objetos en miniatura. Algunos se entretuvieron con soldaditos de plomo, otros con trenes o con casas de muñecas. Sin embargo para Elena Holguín de Montoya, recientemente fallecida, las miniaturas no fueron solamente un juego de la infancia sino una pasión. Hace más de 20 años aprendió el delicado arte de hacer miniaturas y desde entonces dedicó gran parte de su vida a ello. La semana pasada se inauguró en el Club El Nogal de Bogotá una exposición de casas de muñecas en su honor. Fue en 1976 cuando Elena encontró una casa de muñecas que sus padres le habían regalado a su hermana Camila. Era una réplica de la casa donde su familia vivió durante los años 20 en el barrio La Candelaria de Bogotá. Pero, como siempre sucede, cuando las niñas crecieron el juguete terminó abandonado en un granero de la finca. Elena no quiso perder el recuerdo y decidió restaurarla. Con una observación minuciosa y una gran perfección y paciencia reconstruyó cada espacio de la casa hasta en los más mínimos detalles. Las sillas, los tapetes, las lámparas, los marcos y hasta un cuadro original del maestro Fernando Botero. Todos los detalles fueron reproducidos en una escala universal de una pulgada por un pie. Así, Elena Holguín descubrió el gusto por este creativo pasatiempo y sus dotes naturales para realizarlo. La restauración de la antigua casa de muñecas de su hermana fue sólo la primera de sus obras en miniatura. Poco a poco fue aprendiendo más y, durante una larga estadía de la familia en Estados Unidos, Elena se vinculó a la Asociación Americana de Miniaturistas, donde perfeccionó aún más sus minuciosas técnicas para seguir construyendo diferentes estilos de casas. Elena fue la primera persona en Colombia que se dedicó a coleccionar miniaturas. De ahí la exposición realizada en su honor. Entre los pocos sucesores que existen del arte de miniatura en el país está su hija, Diana Montoya de Duchamp, quien ha encontrado en él un lucrativo pasatiempo. También hacen parte del reducido grupo de apasionados por esta antigua tradición inglesa Raúl Ocampo y su esposa Nora de Ocampo, quienes se iniciaron desde la infancia. Raúl haciéndole las muñecas a su hermana. Sin embargo fue hace solamente 10 años que él y su esposa se especializaron en hacer las réplicas de viviendas o ambientes ya existentes. Es el caso de la casa paisa. Una copia que la actriz Vicky Hernández le pidió de una casa en Calarcá y que hoy tiene un precio de dos millones de pesos. Cada tapete, cada cortina, cada adorno, los marcos de las ventanas y hasta la placa con la dirección de la casa fueron atentamente estudiados para copiarlos en forma idéntica. De igual forma trabajan Maricel Blum de Llorente y Nora Londoño de Ponce de León, quienes conformaron hace un año una sociedad, M&N, con el objeto de fabricar casas de muñecas y muebles para decorarlas. Con paciencia y dedicación estas dos bogotanas se especializan en fabricar todos los demás detalles: la tostadora, el portarretratos, las ollas, las almohadas, los escritorios y otras miniaturas. Según el grupo de miniaturistas, la construcción de estas casas demanda aproximadamente tres meses de trabajo. Por eso sus costos a veces son casi iguales a los de las grandes. Tejer los tapetes, bordar las fundas y hacer ponqués del tamaño de una moneda no requiere mucho material pero sí de mucha paciencia y tiempo. Por eso una silla de tres centímetros puede costar lo mismo que la silla de tamaño normal. Aunque por ahora son pocos los aficionados a este antiguo hobby, la nostalgia por la niñez de Elena Holguín de Montoya hace 20 años dio paso a un mundo lleno de imaginación y precisión. Un mundo de juguetes para adultos.