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UNA LINDA DE MALAS

La actriz pornográfica más famosa del mundo se consume entre la enfermedad y la ruina.

13 de abril de 1987

La mujer que la semana pasada recibió el trasplante de un hígado, al borde de la muerte y la miseria, ya no tiene nada que ver con la muchacha que durante los últimos quince años ha excitado a millones de hombres en todo el mundo, con sus contorsiones sexuales, en una película llamada "Garganta profunda", un término que desde entonces pasó a engrosar el léxico popular hasta rozar la caída de un Presidente.
Para Linda Lovelace, esa operación encerraba el final de una espera angustiosa de cuatro meses, desde cuando los médicos le informaron que el hígado dañado que tenía, había que removerlo, sin que el trasplante garantizara tampoco una vida sana.
Considerada la actriz pornográfica más famosa del mundo, esta operación vino a ser una etapa más en una vida miserable, dura y violenta que alcanzó su peor momento en septiembre último cuando tuvo que someterse a una doble mastectomía en un hospital de Nueva York. Las inyecciones de silicona que se aplicó a principios de los setenta con el fin de aumentar el tamaño de los senos y hacer más sugestivas las escenas de las películas, le produjo una serie de tumores que resultaron cancerosos.
Toda su vida ha sido así, con problemas. Hija de un policía neoyorkino y nacida con el nombre de Linda Boreman (actualmente tiene 38 años de edad), en 1971 se caso con un ex marino, Chuck Traynor, un sádico quien según ella misma lo cuenta en sus libros Ordeal y Out of Bondage, la mantenía prisionera, la violaba y golpeaba, la sometía a toda clase de perversiones, incluyendo la filmación de películas porno. Totalmente degradada durante la época de "Garganta profunda" en 1972, ella se sentía como un robot que obedecía todas las órdenes para poder sobrevivir. El marido recibió 1.250 dólares por una película que ha recaudado más de 50 millones en estos años, manteniéndose como la cinta porno más vendida. De esos recaudos, ella nunca recibio un centavo. Separada de Traynor siguió haciendo películas para mayores, pero rehusándose cada vez más a protagonizar escenas de sexo hasta cuando los productores le dieron la espalda. En 1976 se caso con un obrero de la construcción, Larry Marchiano, y desde entonces ha vivido con pocas comodidades.
La operación de trasplante tomó quince horas en un hospital de Pittsburgh y debe permanecer por lo menos dos meses hospitalizada, lo cual les costará 200 mil dólares, y luego por el resto de su vida tendrá que aplicarse una droga que evitará el rechazo del hígado extraño y cuesta 2.500 dólares mensuales.
Durante todos estos años, alejada del cine y desconocida por esta nueva generación, ella ha sobrevivido dictando conferencias en universidades, sindicatos y congregaciones sobre los estragos de la pornografía en los jóvenes, y recibe 1.500 dólares por cada presentación. Además ha servido de testigo en varias investigaciones del Congreso sobre el mercado de la pornografía en Estados Unidos. La pareja tiene dos hijos, de 10 y 6 años, y los chicos están enterados del pasado de la madre.
Las posibilidades de que muera durante este proceso posoperatorio siguen latentes pero ella, con simplicidad, afirma que si Dios la ayudó en peores momentos, ahora no la puede abandonar.