Impacto social

‘Mi cuerpo, mi historia, mi territorio’: un encuentro para sanar desde la memoria y la dignidad

Fortalecer la autoestima, la identidad y la autonomía de las mujeres de diferentes localidades de Bogotá y del municipio de Soacha fue parte esencial del taller impulsado por Fe y Alegría para la transformación de los territorios y de las comunidades.

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14 de octubre de 2025, 5:51 p. m.
Cerca de 200 mujeres, de diferentes edades, y provenientes de seis localidades de Bogotá, además de  Soacha, se reunieron en el taller 'Mi cuerpo, mi historia, mi territorio'
Cerca de 200 mujeres, de diferentes edades y provenientes de seis localidades de Bogotá, además de Soacha, se reunieron en el taller 'Mi cuerpo, mi historia, mi territorio' | Foto: Archivo particular

Un sábado muy temprano en la localidad de Kennedy, suroccidente de Bogotá, se abrió un espacio de intercambio entre mujeres de diferentes edades y experiencias: niñas, jóvenes, adultas, mayores y mujeres trans para que pudieran reconocerse como territorio de vida y en transformación.

El encuentro bautizado Mi cuerpo, mi historia, mi territorio fue impulsado por el movimiento de educación popular Fe y Alegría y liderado por Zoila Cueto Villamán, una religiosa colombo-dominicana, campesina y afro que lleva varios años trabajando con comunidades vulnerables por el respeto a la diversidad de mujeres en diferentes localidades de Bogotá.

El taller fue dirigido por Zoila Cueto Villamán, religiosa colombo dominicana, que lleva varios años al servicio de comunidades vulnerables  en diferentes localidades de Bogotá.
El taller fue dirigido por Zoila Cueto Villamán, religiosa colombo dominicana, que lleva varios años al servicio de comunidades vulnerables en diferentes localidades de Bogotá. | Foto: Archivo particular

“El objetivo es que nos vayamos empoderando, que vayamos mirando la potencialidad que tenemos dentro de nuestra vulnerabilidad”, explicó Cueto: “Queremos reflexionar acerca de que nuestra historia no puede determinar el futuro, ni mucho menos el presente, y que para esa transformación no hay edad: en cualquier momento se puede hacer”.

Un espacio para sanar y construir comunidad

Cerca de 200 mujeres hicieron parte del taller que se desarrolló a través de tres módulos. El primero, Mi cuerpo es mío, invitó a resignificar el cuerpo como espacio de dignidad y autocuidado mediante ejercicios corporales, conversaciones y la creación de mantras personales. Frases como soy luz, soy fuerza, soy vida” o “mi cuerpo es mi casa, y en él nadie manda más que yo” resonaron entre las participantes como declaraciones íntimas y colectivas de resistencia.

El segundo módulo, Mi historia tiene valor propuso una línea de vida en la que cada mujer dibujó o escribió los momentos más significativos de su existencia. Allí, las heridas, logros y memorias se transformaron en símbolos de fuerza vital.

Finalmente, durante el módulo Mi cuerpo, mi primer territorio se reflexionó sobre el cuerpo como lugar de memoria ancestral y resistencia. El cierre se dio a través de un ritual colectivo donde las asistentes, tomadas de las manos, compartieron palabras de esperanza y compromiso.

“El aprendizaje siempre es posible. Yo puedo aprender de ti, que eres más joven, y tú puedes aprender de mí por mi experiencia. La sanación y el empoderamiento se dan comunitariamente”, señaló Zoila Cueto acerca de la importancia de la diversidad y del diálogo entre generaciones como clave del proceso.

En esta ocasión participaron mujeres de Bosa, Suba, Rafael Uribe Uribe; San Cristóbal, Kennedy, Engativá y Soacha reunidas para reflexionar sobre su relación individual y colectiva con el cuerpo. Más allá de los ejercicios simbólicos, estos talleres también impulsan procesos de autonomía económica y emocional en situaciones cotidianas que para muchas mujeres representan grandes batallas y enormes triunfos. Por ejemplo, Cueto recordó la experiencia de un grupo de mujeres de Ciudad Bolívar que, tras participar en versiones anteriores, aprendieron a fabricar manillas. “Las vendían a mil pesos y con eso compraban su toalla higiénica. Puede parecer mínimo, pero es evitar depender. Eso es autonomía y dignidad”.

Solidaridad que se mueve

El traslado de las 200 mujeres desde las diferentes localidades hacia Kennedy fue posible a través de una alianza solidaria. Seis buses de la compañía Alianza Logística, liderada por Alejandra Salazar, afiliada al Círculo de Mujeres Semana Dinero, fueron dispuestos para la jornada.

“En Alianza Logística somos afortunados al poder apoyar actividades como la de Fe y Alegría. Sabemos que la inclusión de la mujer en las organizaciones es transformadora y en nuestra empresa todos los eslabones de la cadena, desde la trabajadora de servicios generales hasta nuestra CEO, aportan ideas y acción. Por eso somos una compañía sostenible donde los hombres también tenemos el reto de abrir e impulsar espacios de participación para el desarrollo de todos los trabajadores sin distinción”, cuenta Giovanni Rodríguez, gerente de operaciones de Alianza Logística.

Fe y Alegría: educación popular y transformación del territorio

El movimiento Fe y Alegría, presente en Colombia desde hace 53 años, fue el impulsor del encuentro. Su misión ha sido acompañar procesos de educación popular, inclusión y transformación social en territorios vulnerables.

“Fe y Alegría no necesita un espacio físico para apostar por la transformación”, enfatizó Cueto. “El querer de Dios es que la persona viva y viva con dignidad”.

Mi cuerpo, mi historia, mi territorio se convirtió en una jornada para reconocer, sanar y reconstruir vínculos entre mujeres diversas al reafirmar que el cuerpo es el primer territorio donde comienza la paz, la memoria y la libertad.

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