POLÍTICA
Juan Fernando Cristo, el bombero
Con paro agrario y acto legislativo en la agenda, a Juan Fernando Cristo le ha tocado palo porque bogas y palo porque no bogas. Pero en los dos casos consiguió un buen resultado.
En sus 52 años de vida, Juan Fernando Cristo nunca había sentido tanto estrés como el que tuvo el pasado martes, cuando se concilió el Acto Legislativo para la Paz en el Congreso. “Fue un momento crucial para la paz. En media hora podía salvarse o caerse el marco normativo para acabar con el conflicto armado en Colombia”, cuenta. Y repite que sufrió cada segundo de la agitada votación en la que –por primera vez en seis años de gobierno de Juan Manuel Santos– los conservadores decidieron no presentarse en la sesión y poner a tambalear el quorum.
No se le notó el estrés. Durante los 25 minutos que duró la votación fue anotando en un papel cada una de las posturas por el Sí, y escribió frases con las que, en su intervención posterior, agradeció al Congreso haber votado “el acto legislativo que permite el blindaje jurídico y político que permite la paz”. Minutos después, y con la tranquilidad de que el proyecto había ganado, tampoco se dejó alterar por la gritería que armaron los congresistas del Centro Democrático desde sus curules, ni por las fuertes acusaciones de manipulador y mentiroso que le hizo el senador Álvaro Uribe.
La calma que Cristo demostró el martes causa curiosidad en un Congreso que hoy se caracteriza, más bien, por la pugnacidad y por la polarización. “No se deja alterar. Así lleve el acelere por dentro, siempre se ve tranquilo, reposado, dispuesto a argumentar”, dice Luis Fernando Velasco, su coequipero liberal, quien como presidente del Congreso tuvo que trabajar de la mano del ministro en el último año. En contraste, en el otro lado del pasillo, el uribismo y Cambio Radical piensan que Cristo juega a dos bandas y que, en el fondo, lo motivan más los intereses del Partido Liberal que los del gobierno.
Cristo asumió el Ministerio del Interior en 2014, después de haber desempeñado un papel importante en la reelección de Juan Manuel Santos. En ella tuvo el reto de articular las campañas de los partidos de la Unidad Nacional para ayudar a voltear la votación entre la primera vuelta presidencial –en la que ganó el uribista Óscar Iván Zuluaga–. Pero también sirvió de puente con otros actores políticos, movimientos sociales, partidos y líderes de centro e izquierda, que –como Antanas Mockus, Clara López y Carlos Gaviria– terminaron por sumarle votos a Santos. “Cristo tuvo un papel crucial. Su espíritu conciliador y su obsesión socialdemócrata permitieron que a la campaña llegaran nuevos sectores que perfilaron la candidatura de Santos alrededor de la paz”, dice Rafael Pardo, otro coequipero, el alto consejero para el Posconflicto que en la campaña se encargó de movilizar los votos de Bogotá a favor de Santos.
La responsabilidad que Santos le dio a Cristo en su campaña le dio paso a una de igual magnitud en el ministerio. Desde allí Cristo ha defendido los proyectos e iniciativas de los demás ministros frente al Congreso, y además ha tenido que asumir el reto de edificar la arquitectura jurídica de la paz. En llave con los asesores de la Presidencia y con los miembros del equipo que lidera las conversaciones con las Farc, el ministro definió la estructura legal de los dos proyectos que después tuvo que defender a capa y espada: el plebiscito y el Acto Legislativo para la Paz.
Después de haber enfrentado a Santos, desde el Senado, cuando era ministro de Defensa y en la campaña de 2010, hoy Cristo es uno de sus hombres de confianza. Fue quien manejó la compleja situación derivada de la decisión del gobierno venezolano, en agosto de 2015, de cerrar la frontera con Colombia. Y también se encargó de solucionar el reciente paro agrario. En este último, en el que trabajó articuladamente con el ministro de Agricultura, Aurelio Iragorri, con Rafael Pardo y con Lucho Garzón, la combinación tranquilidad-firmeza le permitió sacar adelante la negociación con la Cumbre Agraria.
Ese espíritu conciliador ha sido menos productivo con la Rama Judicial que con los sectores políticos y sociales. Uno de los golpes más duros tuvo que ver con que la Corte Constitucional no permitió modificar la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, lo cual Cristo pretendía lograr por medio del proyecto de equilibrio de poderes. En el trámite del mismo, que culminó en el Congreso hace exactamente un año, Cristo tuvo enfrentamientos con Néstor Humberto Martínez –entonces superministro de la Presidencia– y no logró convencer a los magistrados de la necesidad de hacer la reforma. “En ese aspecto, al gobierno le faltó hacer consultas e involucrarnos en el desarrollo de la misma”, dijo a SEMANA un alto funcionario de la Rama Judicial. Sin embargo, el grueso del proyecto fue aprobado, incluida la eliminación de la reelección presidencial mas no los temas claves de la justicia.
Varios factores le han permitido a Cristo convertirse en el apagaincendios del gobierno. El primero de ellos, y probablemente el más importante, es su conocimiento de los procesos parlamentarios. Desde muy niño oyó hablar del poder, de la voz de su padre, el senador Jorge Cristo Sahium, se aprendió el reglamento del Congreso y entendió que “las buenas maneras son claves de cualquier negociación”. Después de graduarse de abogado en la Universidad de los Andes, emprendió una acelerada carrera en el mundo público: fue secretario privado del Ministerio de Desarrollo Económico y viceministro de Relaciones Exteriores y embajador en Grecia en el gobierno de Ernesto Samper. En ese mismo mandato, y como consejero de Comunicaciones, tuvo que capotear el proceso 8.000.
Su carrera en el Congreso duró dos periodos en los que se movió con habilidad, heredó una sólida red electoral con sede en Norte de Santander y la proyectó en otras ciudades, como Bogotá, donde tuvo alguna influencia en las administraciones de izquierda. Entre 2006 y 2014, fue senador, director del Partido Liberal y vocero de la bancada. Y aunque la opinión pública siempre le tiene prevención a los políticos de profesión, en el Congreso ha logrado ganarse el respeto de los parlamentarios, inlcuso de algunos que están en orillas diferentes. “Lleva en su sangre la política, eso lo hace un buen argumentador y un negociador eficiente. Sus buenas maneras y su tranquilidad, así como el conocimiento profundo de las dinámicas del Congreso, son claves para entender su buena gestión en el ministerio”, afirma el representante conservador Telésforo Pedraza. Lo mismo argumenta la senadora Claudia López, crítica de algunas actitudes del gobierno, pero para quien “Cristo se ha destacado en su gestión”. La curul que ocupó el ministro hasta hace dos años hoy le pertenece a su hermano Andrés, quien con la ayuda de Juan Fernando obtuvo la segunda mayor votación liberal a Senado en el país.
Otra condición favorable al ministro de la política tiene que ver con que algunos de sus amigos más cercanos se encuentran en el gobierno. Rafael Pardo es uno de ellos y su buena relación se consolidó cuando Cristo fue el jefe de debate en la campaña pardista a la presidencia en 2010. En la lista también está Guillermo Rivera, hoy su viceministro, quien en 2010 fue su fórmula a la Cámara. Los dos sacaron adelante la Ley de Víctimas, lo que les permitió acercarse a sectores de izquierda y cuya aprobación fue argumento posterior para que Santos le asignara a Cristo una alta responsabilidad en el manejo político de la paz. A lo anterior se suman las buenas relaciones que, por cuenta de su espíritu liberal, el ministro tiene con Luis Fernando Velasco y con Humberto de la Calle, jefe del equipo negociador de La Habana.
Quienes hacen parte del primer anillo de confianza de Cristo dicen que la negociación del reciente paro agrario lo dejó agotado y argumentan que si quiere salir del ministerio por la puerta grande, lo debería hacer ahora. Saben, por ejemplo, que si la Corte Constitucional avala el plebiscito por la paz, podría salir a la calle a conseguir votos por el Sí. Pero en Palacio están tan contentos con su trabajo, que seguramente, y por ahora, no lo dejarán ir. Por lo pronto, tiene el de lograr que los partidos de la Unidad Nacional consoliden su participación en la llamada Unidad por la Paz. “Y eso requiere nuevos esfuerzos”, dice.