Especial
El ascendente papel de las empresarias en el desarrollo y la economía del país
El 99 por ciento del tejido empresarial colombiano está conformado por microempresas y el 42 por ciento de ellas son creadas por mujeres. Su relevancia en el desarrollo económico del país es cada vez mayor y sus objetivos contemplan la creación de valor social y medioambiental. Entre los retos, que aumente su representación en medianas y grandes empresas, así como el acceso a financiamiento.

Por falta de empleo. Para tener un ingreso familiar adicional. Para contar con mayor autonomía y flexibilidad, y poder atender las responsabilidades de la casa. Para continuar la tradición familiar. Para desarrollar un proyecto propio, generar impacto social, innovar, liderar un cambio. Por pasión, propósito y realización personal. Para generar riqueza.
Según distintas entidades y estudios, estas son las razones más frecuentes por las cuales las mujeres deciden emprender y crear su propia empresa, motivaciones que varían según las condiciones socioeconómicas en las que se desarrollan. A mayor educación y experiencia laboral, más sofisticados pueden ser esos negocios, así como la posibilidad de ser emprendedoras con alto potencial de crecimiento y actividad exportadora.
Independientemente del motivo, es un hecho que la presencia femenina y su aporte al sector empresarial vienen ganando terreno en el mundo. De acuerdo con el Women’s Entrepreneurship Report, Reshaping Economies and Communities 2023/24, adelantado por Global Entrepreneurship Monitor (GEM) en 30 países, la tasa de actividad emprendedora de las mujeres aumentó de un 6,1 por ciento entre 2001 y 2005, en promedio, a 10,4 por ciento en el periodo 2021-2023. En 2023, una de cada diez mujeres inició un negocio, frente a uno de cada ocho hombres. En cuanto a las empresas establecidas (con 3,5 años o más), la tasa de propiedad femenina aumentó del 4,2 al 5,9 por ciento.
Al mirar el caso de Colombia, es indudable el papel tan importante que ellas juegan en el desarrollo y la economía. De acuerdo con la Confederación Colombiana de Cámaras de Comercio (Confecámaras), en el país hay cerca de 1.700.000 empresas, de las cuales el 42 por ciento son de mujeres. Tan solo en 2024, crearon 106.000 negocios, que generaron casi un millón de empleos.
Necesidad vs. oportunidad
Al revisar las motivaciones a la hora de emprender, dice el reporte del GEM que son prácticamente las mismas tanto para ellas como para ellos. Sin embargo, en el caso
de Colombia y América Latina los aspectos que más pesan para querer tener un negocio propio son la necesidad y la supervivencia debido a la escasez de empleo, que es el caso para el 82 por ciento de las mujeres y el 77 por ciento de los hombres. Luego viene la idea de querer hacer la diferencia, de generar bienestar, que es casi igual de importante para ambos sexos (55 y 51, respectivamente), así como producir riqueza (48 por ciento).
La mayoría de esos emprendimientos –el 97 por ciento– son microempresas y tan solo el 0,4 por ciento son medianas y grandes empresas, cifras que no demeritan el esfuerzo y empuje femeninos, pues corresponden a la conformación del tejido empresarial colombiano.
En este, el 99,5 por ciento son mipymes, que generan el 79 por ciento del empleo, mientras que las medianas y grandes tan solo representan el 0,9 y el 0,3 por ciento, respectivamente, según datos del Registro Único Empresarial y Social (Rues) y el Dane. Casi la mitad de esos negocios se generan en el sector comercial.
“Es cierto, hay un alto porcentaje de emprendedoras por supervivencia, que al encontrar un trabajo estable pueden dejar su proyecto a un lado, o que si les da para cubrir sus necesidades o les sirve para tener un ingreso familiar adicional lo ven como suficiente. Muchas emprendedoras lo hacen en sectores tradicionales, como servicios y moda con diseño y/o venta de ropa, accesorios y marroquinería, principalmente”, comenta Lina Uribe, del Centro de Emprendimiento de Impacto On Going, de Eafit.
Sin embargo, al igual que las mujeres en el mundo corporativo, que a medida que avanzan experimentan una estrechez en las oportunidades para ocupar los cargos más altos de las compañías, en el caso de las emprendedoras su participación es amplia al crear microempresas, pero a medida que estas empresas cambian de tamaño su representación baja. “Las mujeres lideran más del 40 por ciento de las microempresas, pero su presencia cae al 22 por ciento en medianas y grandes. Y mientras su participación es del 56 por ciento en los primeros cinco años de vida de las empresas, cae al 45 por ciento en los negocios con más de diez años”, agrega Vivian Argueta, directora de Innovación, Emprendimiento y Soluciones Escalables de la Cámara de Comercio de Cali.
A pesar de este embudo, el entusiasmo emprendedor de las colombianas es reconocido y viene en crecimiento, por varias razones; entre ellas, un mayor grado de educación y de experiencia laboral en muchos casos, y un giro de paradigma desde las universidades, que ya no buscan formar a los colombianos solo para ser empleados, sino para forjarles mentalidad de empresarios y generadores de empleo.
“En varias universidades, como la Javeriana, la Nacional, el Rosario, la del Norte, el Cesa, la EAN y Eafit, hay cursos y centros de emprendimiento para apoyar las ideas, no solo de los estudiantes y exalumnos, sino también de los empresarios”, cuenta Luz Marina Ferro, profesora asociada del área de Estrategia y Emprendimiento de la facultad de Administración de la Universidad de los Andes.
“Hemos visto cómo el emprendimiento femenino se está volviendo más de oportunidad que de supervivencia. Es más innovador y está muy enfocado en la creación de valor, no solo económico, también social y ambiental. Tiene mucha sensibilidad social y fomenta la inclusión”, comenta Ferro.
En este sentido, ella y Uribe confirman esa tendencia de las mujeres por generar bienestar desde sus empresas. “Piensan mucho en ayudar a su entorno cercano, empleando a la hermana, a la prima, y a las comunidades, sobre todo las más vulnerables. Tienen un propósito de servicio, se encariñan con su negocio, persisten, se sienten responsables de su gente y ejercen un liderazgo transformador. En cambio los hombres son más desprendidos y arriesgados, no tienen problema en vender su empresa o cerrarla si toca, y arrancar con otro proyecto”, afirma Uribe.
Con base en su experiencia y sus conocimientos, las expertas consultadas esbozan un perfil de esas nuevas mujeres empresarias: son jóvenes entre los 18 y 35 años, con estudios universitarios y, muchas, posuniversitarios; una gran cantidad de ellas empiezan a generar la idea de su negocio desde el pregrado, con una mentalidad de crecimiento y sentido exportador, o lo hacen luego de tener alguna experiencia laboral en la que adquieren conocimiento. Su participación es mayor en sectores como manufactura, comercio y servicios, y baja en temas de transporte y tecnología, por ejemplo.
“Pueden emprender solas, con otras mujeres o incluso en equipos híbridos. Sin embargo, en la Cámara nos dimos cuenta, haciéndole seguimiento a un grupo de empresarias del programa Valle Impacta, de que aunque eran cofundadoras no se registraban como tal y figuraba el socio hombre. No tenían conciencia de esto, aunque se sentían empoderadas y con mucho liderazgo. Entonces puede haber un subregistro de mujeres empresarias por este tipo de situaciones”, explica Argueta.
También hay un grupo significativo de mujeres en las que el entorno familiar influye mucho en estos proyectos de vida. “Muchas vienen de familias que han sido emprendedoras, que tienen negocios, que no se quedan quietas. O tienen papás que les empoderan desde pequeñas, las apoyan en sus ideas y las animan a desarrollarlas”, agrega Ferro.
No faltan las barreras
Este aspecto es fundamental en todo emprendedor: la autoconfianza, creerse el cuento, la actitud para enfrentar las vicisitudes del camino. Y es un punto débil de muchas mujeres, que reconocen sufrir del síndrome del impostor y esto no ayuda para superar la principal barrera que encuentran las emprendedoras: conseguir financiación para empezar y para crecer, situación que está muy ligada a otra muy frecuente, los sesgos de género.
“Son conocidos los casos en que un hombre y una mujer presentan el mismo modelo de negocio, el mismo pitch frente a inversionistas, y estos deciden financiar al hombre. El tipo de preguntas que les hacen también son distintas: las dirigidas a los hombres son de promoción y las de las mujeres, de prevención. Es decir, a ellos les preguntan en cuánto tiempo van a llegar a tal país; a ellas, si creen que pueden abrir mercado en tal y tal parte; asumen que no lo van a lograr”, agrega Uribe.
Y eso que según el artículo Por qué las startups propiedad de mujeres son una mejor opción, publicado en el blog de la web del Boston Consulting Group en 2018, y que ha hecho carrera, afirma que el desempeño de las empresas del sector fintech fundadas por mujeres es mucho mejor que el de las fundadas por hombres: por cada dólar de financiación que reciben ellas, generan 78 centavos en ingresos, mientras que ellos generan solo 31 centavos.
Pese a esto, la inversión por género es muy distinta: “Las empresas emergentes fundadas únicamente por mujeres recibieron 66 dólares por cada 100 que recibieron sus colegas masculinos”, dice el informe ‘Cómo el sector fintech puede mejorar el acceso al financiamiento de las mipymes lideradas por mujeres en América Latina’, citando a la Iniciativa Global de Aprendizaje en Aceleración.
También hay que tener en cuenta un punto que resalta Lina Uribe: “Muchas no se quieren endeudar por miedo a no cumplir, a la quiebra, e incluso a crecer con las responsabilidades, retos y riesgos que eso implica. Incluso, porque esto demandaría más esfuerzo y tiempo en momentos de la vida en que están conformando una familia”.
De ahí la recomendación que hacen las expertas para superar esas brechas de género: seguir fomentando, desde los centros de emprendimiento y desde los mismos inversionistas –ya sean ángeles o inversionistas de riesgo–, el desarrollo de planes y oportunidades enfocados en ellas, que incluyan su empoderamiento, porque así no solo ganan las mujeres, sino al país entero.