Las cifras abruman, pero lo más grave no es únicamente el impacto ambiental. El verdadero costo es social.

Opinión

De gasto social a estrategia corporativa: el nuevo rol de las fundaciones empresariales

En esta columna, una mirada a la transformación de las fundaciones empresariales: pasar de ser un gasto o gesto filantrópico, a convertirse en una estrategia que crea valor, reputación y sostenibilidad para las compañías.

Por: Mariana García Herrera
16 de octubre de 2025

En las empresas medimos todo: utilidades, pérdidas, gastos, ingresos por línea de negocio… pero lo más valioso -la confianza, la reputación o la capacidad de tejer alianzas con propósito- rara vez cabe en una celda de Excel.

Mientras algunos directores financieros siguen preguntando cuál es el ROI de sembrar un árbol o de donar una hora de voluntariado, otros ya entendieron que la sostenibilidad, cuando se gestiona con inteligencia, no necesita justificar cada acción en pesos. Lo hace como ventaja competitiva.

Y aquí entra la gran olvidada del organigrama: la fundación empresarial. Durante años fue el apéndice silencioso de las compañías; entregaba donaciones, aparecía una vez al año en el informe de sostenibilidad y poco más. Hoy, bien gestionada, puede convertirse en el vehículo más poderoso para conectar el propósito con la rentabilidad.

Una fundación empresarial no solo entrega ayudas. Puede -y debe- operar programas de valor compartido con impacto medible, atraer aliados estratégicos y recursos externos, canalizar beneficios tributarios que se reinvierten en el propósito, generar reputación y arraigo territorial. Y sí, también puede contribuir directamente a los objetivos del negocio.

Los grupos empresariales que entendieron esto ya no hacen Responsabilidad Social, sino Inversión Social. Grupo SURA, por ejemplo, integra su fundación con la estrategia de capital humano y educación, beneficiando a más de 800.000 personas en diez países. Grupo Argos transformó su gestión del agua y de infraestructura con un enfoque territorial. Grupo Bolívar y Davivienda convirtieron sus programas de empleabilidad juvenil en plataformas de inclusión financiera.

Fuera de Latinoamérica, Danone Communities y Unilever Foundation confirman que un negocio con propósito puede financiar empresas sociales, generar acceso al agua limpia y sumar millones de horas de voluntariado… sin dejar de crecer en ventas.

La fórmula que no está en el Excel es sencilla: propósito + estrategia + retorno social = valor compartido.

Si tu junta directiva sigue viendo la fundación como un “gasto bonito”, pregúntales:

¿Qué otra unidad del negocio puede atraer aliados, generar incentivos fiscales, abrir mercados y mejorar la vida de miles de personas al mismo tiempo?

Tal vez la celda vacía de su Excel no esté vacía. Solo necesita una nueva fórmula.

Mariana García Herrera, directora Ejecutiva Fundación Challenger